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Mientras Sergio se acercaba a él, mostró una maléfica sonrisa.

—Así que eres el guardaespaldas y no el novio —dijo una vez que se encontraba frente a él.

Por unmomento se le cruzó a Héctor la idea de pegarle un puñetazo en esa cara blanda que tenía pero logró contenerse

—, ya se me hacía raro que una hermosura como ella se fijará en un...digamos un tipo como tú.

Héctor se estaba impacientando, apretó los puños de sus manos para controlarse. Si había venido a ver a Elizabeth podía pasar a hacerlo pero lo que no podía permitir es que le hablara de cualquier forma, eso sí que no o de lo contrario sabría de lo que es capaz..

—¿Sabes?—continuó —Cuando me dijo Elizabeth que tenía pareja pensé que era un tipo muy rico y poderoso pero al verte supe que ella... Ya no pudo continuar porque ya Héctor le había lanzado un buen puñetazo y se había caído al suelo, no podía soportar que aquel tipo siguiera ofendiendolo, así que dejó a un lado su deber y al hacerlo se sintió más relajado y suspiró.

—Si tan macho te consideras levántate y demuéstralo—le dijo mientras se arreglaba la chaqueta que llevaba puesta. Sergio lo miró sorprendido ¿cómo se le había ocurrido? Se puso en pie y justo cuando estuvo a punto de reclamarlo, apareció Elizabeth

—¿Puedo saber qué sucede aquí?

—¿Sé puede saber cómo diablos escoges a tus guardaespaldas?—Preguntó Sergio con la mano sobre la mejilla donde había recibido el golpe. Estaba enojado.

Elizabeth miró a Héctor, no se creía que él haya hecho algo igual. Eso le estaba haciendo entender que era capaz de todo y no le importaba nada; ni siquiera le había importado golpear al hijo de un millonario apesar de conocer las consecuencias que conllevaría. Eso le gustó más de él. Ahora tenía todo el derecho de despedirlo sin problemas y eso lo sabía Héctor pero ella no quería despedirlo de esa manera.

Ella se volvió hacia Sergio quien esperaba que ella actuara contra él.

—¿Cómo se te ocurre venir a mí casa y ofender a mi guardaespaldas? ¿Con qué derecho lo hiciste?

Estaba enfadada pero Sergio estaba más asombrado que dolorido por el golpe, no entendía por qué se disponía a defenderlo si era solo un guardaespaldas al que podría cambiar cuando quisiera

—Pero ¿de qué hablas?

—Por mí no te preocupes que puedo asumir lo que hice y marcharme ahora mismo. —Dijo Héctor dispuesto a marcharse si se lo pedían.

—No. —dijo ella—El que se va de aquí es él.

—¿Es en serio?—preguntó Sergio con asombro —¿Es que prefieres defenderlo a él que a mí? Recuerda que el agredido he sido yo.

—Qué te parece si le cuento a tu padre lo que acabas de hacer a ver si opina lo mismo.

Sergio se fijó en ella y supo que hablaba en serio, así que tenía que marcharse, no podía permitir que su padre supiera de sus pasos.

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