Capitulo 7

El duque Maxon estaba recostado contra la ventana de su estudio, en el segundo piso de la mansión, observando cómo el carruaje de la señorita Violett partía. La expresión en su rostro era intensa. Entonces, escuchó un leve golpe en la puerta. Era Lavender, que entró con una suave sonrisa iluminando su rostro.

—Tengo buenas noticias —dijo mientras caminaba hacia él.

Maxon se giró hacia ella, abriendo sus brazos para recibirla.

—¿De qué se trata? —preguntó, su curiosidad despertada por la expresión alegre de su esposa.

Lavender se acercó a él y comenzó a hablar con entusiasmo.

—He conseguido la mitad de la financiación que necesitamos para reconstruir Terracen, el pueblo más afectado por la guerra.

Maxon levantó una ceja, sorprendido por la noticia.

—¿De dónde has sacado el dinero? —preguntó, visiblemente curioso.

—La princesa Anastasia me lo concedió —respondió Lavender, sonriendo con orgullo.

Los ojos de Maxon se ensancharon ligeramente por la sorpresa.

—Eso es algo que solo tú podrías lograr —dijo, admirado—. Es bastante inusual que la princesa Anastasia se involucre en cualquier cuestión. Ya sabes cómo ha sido mi relación con la familia real.

Ambos sabían que, debido a las tensiones políticas y el juego de poder dentro del reino, las relaciones entre la familia real y el Ducado Lehman eran complicadas. El Duque Lehman era una figura influyente, y eso inevitablemente creaba fricciones con la realeza.

Maxon frunció el ceño con una leve desconfianza.

—Claro, pero me imagino que la ayuda de la princesa no fue completamente desinteresada. ¿Qué te pidió a cambio? —preguntó, midiendo las posibles implicaciones.

Lavender le lanzó una mirada tranquila, acariciando suavemente su rostro.

—Por el momento, no me pidió nada específico. Solo dijo que le debía un favor —explicó, sin perder su calma.

Maxon alzó una ceja, claramente alerta.

—Eso fue muy astuto por parte de la princesa. Al no especificar lo que quiere ni cuándo lo quiere, tiene una infinidad de posibilidades a su disposición. Cuando llegue el momento, podrías verte obligada a cumplir cualquier cosa.

—No te preocupes demasiado —dijo Lavender con suavidad, acariciando su mejilla—. La princesa es alguien honorable. Estoy segura de que pedirá algo razonable.

Maxon suspiró, aún ligeramente escéptico, pero la ternura de Lavender le ayudó a relajarse un poco. Entonces, cambió de tema.

—¿Y cuál es la segunda noticia? —preguntó, visiblemente curioso.

—He decidido celebrar mi cumpleaños este año —dijo Lavender, mirando a Maxon con una sonrisa que intentaba ocultar su pequeña incomodidad.

Maxon se mostró aún más sorprendido por esta segunda noticia.

—¿Celebrar tu cumpleaños? Eso no es algo que disfrutes hacer. —Frunció el ceño, claramente tratando de entender qué la había motivado—. Déjame adivinar, la hija del barón Wagner ha insistido en esto, ¿verdad?

Lavender desvió la mirada, sintiendo un leve rubor de culpabilidad en sus mejillas, ya que en parte tenía razón.

Maxon, notando su gesto, la tomó suavemente por la barbilla, obligándola a mirarlo a los ojos.

—Te dejas influenciar demasiado por esa mujer —dijo en un tono suave pero firme.

Lavender se inclinó hacia él y le dio un beso suave en los labios, una caricia dulce que logró calmar la rigidez en sus palabras.

— No hables tan rudamente de Violett. Estás exagerando, Maxon —murmuró contra sus labios.

El Duque se dejó llevar por el gesto afectuoso, y antes de que pudiera resistirse, la atrajo hacia él y le devolvió el beso con mayor profundidad, uniendo sus labios con intensidad.

—Está bien —susurró finalmente, sus ojos clavados en los de Lavender—. Si es lo que quieres, lo haremos a tu manera.

Lavender sonrió, aliviada de que la tensión entre ellos se disipara.

Al día siguiente, Violett llegó a la mansión desde muy temprano, y lo hizo también el siguiente día, y el otro, y así sucesivamente durante una semana entera. Insistía en que ayudaría a Lavender con los preparativos para la fiesta de cumpleaños, a pesar de que todo ya estaba resuelto. Sin embargo, Lavender decidió pasar por alto la situación. Entre sus propias obligaciones y la constante compañía de Violett, apenas le quedaba tiempo para estar con Maxon, quien acababa de regresar tras una larga estancia fuera de la mansión ducal.

Aunque Lavender empezaba a sentirse un poco frustrada, no se atrevía a decirle a su amiga que no hacía falta que siguiera viniendo. Imaginaba que, después de algunos días, Violett se daría cuenta de que todo estaba bajo control y que Lavender necesitaba concentrarse en sus otras responsabilidades.

Esa mañana en particular, Lavender salió temprano. Tenía que llevar unos documentos para que la princesa Anastasia los firmara, relacionados con la financiación destinada a las obras de reconstrucción en Terracen.

Al llegar al palacio, fue recibida con la habitual cortesía y guiada hasta los jardines, donde la princesa la esperaba. Tras los saludos formales y una breve conversación sobre el estado de los trabajos en Terracen, la princesa la miró con una expresión más seria.

—Hoy no te acompaña esa extraña mujer—comentó de repente la princesa.

Lavender la miró, algo confundida, hasta que comprendió que se refería a Violett.

—¿Extraña? —repitió Lavender, con una ligera risa, intentando restarle importancia.

—Sí, extraña —repitió la princesa, esta vez con un tono más grave—. Lo que más me sorprende es cómo puedes tener a alguien así a tu lado, Duquesa. Tú eres excepcional, valiente e inteligente. He visto a pocas personas adaptarse tan bien y tan rápido a la vida en la nobleza como tú lo has hecho, sin haber sido instruida en ella desde la niñez, como nosotros. Eres rápida aprendiendo, y perspicaz, pero... en algunos aspectos, aún eres ingenua.

Lavender la miró con atención, notando el cambio en la conversación.

—Siendo tú una guerrera, ¿no deberías reconocer cuándo alguien tiene malas intenciones contigo? —continuó la princesa—. Algo así como un instinto.

El semblante de Lavender se volvió mas serio, pero mantuvo la compostura.

—A veces usted también dice cosas extrañas, princesa —respondió con calma—. Con todo respeto, creo que se está apresurando a juzgar a Violett. Es cierto que puede ser un poco bulliciosa, pero es amable y una buena amiga. Fue la primera en tenderme la mano en este mundo que era completamente ajeno para mí: la alta sociedad, la nobleza... con todas sus formalidades, que a veces me parecían hasta ridículas. Me ayudó a entenderlas e incluso a apreciarlas. Me ofreció su amistad sin prejuicios ni intereses, y le estaré eternamente agradecida por eso.

La princesa Anastasia la observó en silencio por un momento, antes de responder:

—Está bien, Duquesa. Puedes confiar en quien quieras. Pero te lo digo porque me agradas, no todo es lo que parece. En la nobleza, hay grandes actores que son instruidos desde pequeños para mostrarte exactamente lo que quieres ver. ¿Entiendes lo que te digo? No todo el mundo tiene un corazón tan noble como el tuyo, ni es absolutamente sincero. Solo tenlo en cuenta.

Lavender agradeció las palabras de la princesa, aunque en el fondo pensaba que estaba siendo demasiado dura con alguien a quien no conocía tan bien como ella conocía a Violett.

Cuando Lavender regresó a la mansión, notó con cierto alivio que el carruaje de Violett no estaba. Pensó que, tal vez, su amiga finalmente había comprendido que no había más por hacer y decidió no venir. Sin embargo, al cruzar la puerta de la entrada, algo extraño llamó su atención. Las doncellas, que solían saludarla con cortesía y sonrisas, evitaban su mirada. Sus pasos se detuvieron brevemente, y una sensación incómoda comenzó a instalarse en su pecho.

Lavender frunció el ceño y, al preguntar por su esposo, la respuesta fue un silencio tenso. Ninguna de las doncellas parecía atreverse a hablar, hasta que una de ellas, visiblemente nerviosa, susurró temerosa:

—El Duque está en su estudio, mi señora.

Lavender no dijo nada, pero el tono de la doncella la dejó inquieta. Se dirigió hacia las escaleras, subiendo con pasos lentos pero decididos, su mente trabajando en todas las posibles razones de la incomodidad del personal. ¿Algún problema había surgido, le había pasado algo a Maxon?

Cuando llegó al pasillo del segundo piso, lo escuchó. Una suave risa femenina provenía del interior del estudio. Su cuerpo se tensó y un escalofrío recorrió su espalda. El sonido, aunque tenue, le resultaba terriblemente familiar. Sintió el pulso acelerarse en sus venas mientras su mano se cerraba sobre el picaporte. Sin pensarlo dos veces, abrió la puerta de golpe.

—¿Violett? —su voz salió baja, desconcertada.

La escena que se desplegó ante sus ojos fue como menos, inesperadamente desconcertante. Violett estaba apoyada sobre el escritorio, ambas manos firmes sobre la madera, inclinada hacia Maxon, quien estaba sentado del otro lado. La sonrisa que adornaba el rostro de Violett se desvaneció instantáneamente al escuchar a Lavender en el umbral.

Maxon carraspeó y se puso de pie casi de inmediato, su mirada vacilando por un segundo antes de dirigirse hacia su esposa.

—Has regresado, cariño —dijo, con una voz que intentaba sonar despreocupada.

Lavender lo miró fijamente, sus ojos buscando respuestas en el rostro de su esposo, que solo ofrecía una máscara neutral. No habria nada extraño en esa reunión, de no ser la visible cercanía entre dos personas que apenas sí se saludaban normalmente. El silencio se hizo denso por un instante. Violett seguía inmóvil, su postura congelada como si no supiera cómo reaccionar. Luego, de repente, se enderezó con torpeza, girándose hacia Lavender con una expresión que intentaba ser casual, pero que traicionaba un rastro de incomodidad.

—Oh, Lavender —dijo Violett, soltando una risa nerviosa—. Llegué aquí por error mientras te buscaba. Estaba preguntándole al Duque cuándo regresarías y si sabías que estabas ausente.

El silencio que siguió fue pesado, casi insoportable. Lavender se quedó quieta, observando a Violett con una calma que ponía más nerviosa a Violett.

— Entiendo, —dijo Lavender, sin apartar la mirada de su amiga.— Sí estás aquí para hablar conmigo, entonces vamos, Maxon está ocupado, no creo que nuestra presencia aquí le sea útil.

Violett pareció avergonzarse un poco, inclinó la cabeza hacia el Duque y salió del estudio. Lavender la siguió, aunque esa sensación desagradable se acumulaba en su pecho, no pretendía armar una escena que parecía no tener fundamentos.

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Liliana Barros

Liliana Barros

No tiene nada que ver que haya sido una guerrera, con lo que está pasando. En una guerra te enfrentas a otros que sabes que son tus enemigos, o sea, las intenciones no están enmascaradas. En cambio, ahora se trata de dos personas que son de su confianza. A medida que ellos vayan cometiendo errores, vamos a ver si Lavender no desconfía 😏

2025-04-10

7

Cruz Mejia

Cruz Mejia

Cómo dijo la princesa Maxon es un gran actor y su "amiga" ya está mostrando su cara de apoco, pero Lavander sigue ignorando esas señales de alerta 🤦le falta tener un poco de malicia, no escuchar consejos de la princesa qué conoce mejor a ese tipo de personas arpías 😤

2025-04-11

2

fénix

fénix

yo pensé que iba a estar buena por qué la otra autora lo recomendó pero ya lo ha alargado mucho y la pone a ella como la más tonta de todas,

2025-04-12

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