Capitulo 7: Maximus Silvex

La reunión con Aurora y Amina dejó a Facundo con una indignación hirviente. Cada detalle del matrimonio de Aurora con Arnold, los motivos del divorcio y la reacción de este al contagio de VIH, le provocaron una rabia punzante. El impulso de golpear a Arnold es casi incontrolable, pero Facundo se contuvo. Rebajarse a ese nivel sería darle el gusto al idiota, y eso jamás.

Una vez que Aurora y Amina dejaron su oficina, Facundo se apresuró a delegar a su asistente la redacción del acuerdo de divorcio. Su deseo es que todos los bienes adquiridos durante el matrimonio sean para Aurora, quien había sido la principal responsable de su obtención. Sin embargo, la ley es clara: ante la ausencia de hijos, los bienes adquiridos durante el matrimonio deben dividirse al 50%. Con un suspiro de frustración, también le encargó el papeleo para iniciar el trámite legal del divorcio.

Si Arnold rechaza las demandas de Aurora sobre la división de bienes, el juicio será inevitable. Y Facundo lo sabe: con cada detalle que Aurora le había revelado, tiene en sus manos las armas para desmantelar a Arnold, dejándolo sin nada.

Mientras su secretaria se encarga del papeleo y el acuerdo de bienes, Facundo se dirigió a la oficina de su socio y mejor amigo. Como siempre, lo encontró absorto en el trabajo, un ermitaño corporativo cuya vida parece girar exclusivamente en torno a la empresa. Ni siquiera el amor parece tentarlo, relegado a un segundo plano por la implacable productividad.

__Amigo, ¡no te vas a creer lo que tengo que contarte! Es un bombazo__. Maximus alzó la vista, una sombra de irritación cruzando su rostro, al ver a Facundo irrumpir en su oficina, una vez más, sin la cortesía de tocar.

__¿Cuándo será el día en que recordarás que las puertas se tocan antes de entrar? Y que, a menos que uno sea un fantasma, no se atraviesan las oficinas ajenas sin previo aviso. Podría estar haciendo algo importante__ Facundo ignoró las quejas de Maximus, ese murmullo robótico y gruñón, y se dejó caer en la silla frente a él. Maximus, absorto en sus documentos, apenas levantó la vista.

__Aprenderé a tocar cuando tú aprendas a vivir, Maximus. A disfrutar de lo que has logrado, en lugar de ser un robot gruñón esclavizado al trabajo. Hasta entonces, entraré a tu oficina sin tocar cada vez que me dé la gana__ Facundo resopló, exasperado por el comportamiento robótico de su amigo. Maximus siempre ha sido un témpano de hielo, reservado y hermético, incapaz de expresar sus emociones. Para la mayoría, es un ogro sin sentimientos.

__Facundo, estamos en horario de trabajo, no en una reunión para tomar café__. Maximus habló sin levantar la vista de sus papeles, y Facundo cruzó los brazos, resignado. Su amigo es incorregible. Más allá de los cuarenta, su vida sigue anclada en la misma rutina: trabajo, cena semanal con la familia, una salida esporádica con él. Ni una sola novia le ha conocido. Facundo sospecha que su mal genio espanta a las mujeres que se interesan en el, y ha llegado al punto de empezar a preguntarse si Maximus sigue siendo virgen, es asexual o simplemente gay.

__Maximus, lo que tengo que contarte sobre Arnold Corrales es de trabajo, y es explosivo. No vas a creer la clase de persona que es realmente__. La mención de Arnold resonó en la oficina, sacando a Maximus de su concentración. El repudió hacia el es evidente. Ese abogado, con su arrogancia y constantes provocaciones, es una piedra en su zapato, un rival que busca humillarlo ante sus colegas, en vez de demostrar que es mejor que el, en el juzgado y no levantado calumnias sin fundamentos sobre el para sobresalir.

__Facundo, estoy ocupado. Si tienes algo que decir, dilo ya. No tengo tiempo para juegos__. Maximus tiene curiosidad de saber qué ha descubierto Facundo sobre Arnold, ese abogado engreído que creé que será el futuro amo del universo legal sin importar a quien aplaste en el camino para lograrlo. Pero ceder a la curiosidad sería admitir que un chisme, por jugoso que sea, puede justificar una interrupción en el horario de trabajo. Y eso, jamás.

La batalla con Maximus es una causa perdida, al menos por ahora. Facundo, agotado de intentar penetrar la coraza de su amigo, cambió de táctica. Le contó sobre su nueva clienta: la esposa de Arnold Corrales, un fantasma en la vida del abogado. Una mujer a la que Arnold había ocultado, utilizada como trampolín para su éxito. Las razones para el divorcio son muchas, pero el diagnóstico de VIH, un asunto delicado, quedo fuera de la mesa. Es una información privada e importante que pertenece exclusivamente a su clienta, y solo ella tiene el derecho de revelarlo.

__Tenía razón. Arnold Corrales, es un abogado ambicioso en el mal sentido, solo porque solo busca fama, dinero y estatus, sin importar a quién pise en el camino. Y no basta con su falta de escrúpulos profesionales; también ha mantenido oculta a su esposa, la mujer que lo ha impulsado a convertirse en abogado. Un acto de cobardía imperdonable. Nunca se menosprecia a quien te acompaña en la vida, a quien te sostiene en los momentos difíciles__.

Un golpe seco resonó en la oficina, el puño de Maximus estrellándose contra el escritorio. Facundo, sorprendido, pegó un salto de la silla. La ira se apoderó de Maximus. El desprecio, el abuso emocional y la indiferencia de Arnold hacia su esposa son una afrenta a todo lo que él valora. Criado en un hogar donde el amor y el respeto son los pilares, no puede entender ni aceptar tal vileza. Arnold, un ser despreciable, ha destruido el amor de una mujer extraordinaria, cuando de esas mujeres hay que buscarlas con lupa, porque hoy en día muy pocas quieren ser parte del proceso de crecimiento, sino que quieren llegar a la vida de un hombre y tener el resto de la vida resulta, pero con Arnold y su esposa se invirtieron los papeles, siendo Arnold el que busco a una buena mujer solo para que lo ayudara a lograr sus metas, olvidándose de que el amor es recíproco, tienes que dar de lo que recibes, pero el solo exigió y nunca dió ni las gracias.

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