CAPITULO 6

CINCO AÑOS DESPUES .

Emma se contempló en el espejo con la misma determinación que la había acompañado durante los últimos cinco años. Su reflejo mostraba a una mujer fuerte, segura de sí misma y más imponente que nunca. Su vestido rojo abrazaba su figura con elegancia, su cabello caía en ondas perfectas y su mirada destellaba con la astucia de quien está a punto de ejecutar una jugada maestra.

—Hoy es mi día —susurró para sí misma con una sonrisa autosuficiente—. Luigui, ¿estás listo para enfrentarme? Porque yo estoy más que lista para ti.

Cinco años habían pasado desde aquella noche en la que lo había entregado todo a él, su primera vez , su pureza como mujer y solo para ser rechazada sin contemplaciones. Cinco años en los que había construido su imperio, fortalecido su nombre y demostrado que era mucho más que la joven enamorada que él había despreciado.

Un golpeteo en la puerta la sacó de sus pensamientos.

—Emma, ¿estás lista? —la voz de Rebeca sonó emocionada al entrar en la habitación—. Hoy es un gran día, mi querida jefa y abogada estrella.

Emma rodó los ojos con diversión.

—Rebeca, deja de exagerar —respondió mientras aplicaba un poco de perfume en su cuello—. Mejor dime, ¿tienes información que me interese, hermanita?

—Por supuesto que sí. ¿Cuándo te he fallado? —Rebeca sonrió con orgullo—. Soy la mejor investigadora de tu bufete, eso ya lo sabes.

Emma tomó su bolso y comenzó a bajar las escaleras con la misma elegancia de siempre.

—Alguien debería bajarte los humos algún día.

—Si ni siquiera a ti te lo han podido bajar, no veo por qué a mí sí —replicó Rebeca con una sonrisa burlona—. Pero vamos al punto, traigo información jugosa.

Emma se detuvo junto a su coche y cruzó los brazos, expectante.

—Dime.

Rebeca sacó su celular y deslizó la pantalla hasta encontrar lo que buscaba.

—Mis contactos me informaron que los hoteles de Cancún están siendo robados. La secretaria de Luigui y el contador están desviando fondos. Son amantes y han estado usando sus cargos para encubrirse mutuamente.

Emma sonrió con satisfacción, como si acabara de recibir la noticia que había estado esperando.

—Excelente. Quiero pruebas contundentes. En cuanto esto explote, entraré en acción.

Rebeca frunció el ceño.

—¿Qué pretendes hacer?

Emma encendió el auto y fijó la vista en el horizonte.

—Cumplir mis promesas. Luigui tuvo cinco años de libertad. Me mandó a vigilar como si yo fuera una niña ingenua y ahora todo está a mi favor. Luigui solo sabrá lo que yo quiera que sepa.

Rebeca negó con la cabeza con una mezcla de asombro y diversión.

—Me das miedo, hermanita.

Sacó unas carpetas de su maletín y se las pasó.

—Hablando de cosas que te interesan… ya investigué a Bady y Hazel Evans.

Emma tomó la carpeta con más interés del que quería demostrar.

—Dime.

Rebeca suspiró.

—Son hermanas. Bady es la CEO de la empresa de moda más importante del país . No parecen representar una amenaza, pero sé que a ti nada te parece irrelevante cuando se trata de Luigui.

Emma apretó los labios y desvió la mirada por la ventana del auto.

—No voy a dejar que nadie se interponga entre nosotros.

—¿Nosotros? —Rebeca arqueó una ceja con diversión—. ¿Desde cuándo hay un “nosotros” entre tú y Luigui?

Emma le dirigió una mirada fría.

—Desde siempre. Solo que él aún no lo quiere entender.

Rebeca rió, negando con la cabeza.

—Dios, Luigui no tiene idea de lo que le espera.

Emma sonrió con malicia.

—No, no la tiene.

El auto arrancó y se dirigieron a la celebración de Emma, pero en su mente, ella ya estaba varios pasos adelante. Sabía que la tormenta que había estado preparando durante cinco años estaba por caer sobre Luigui, y esta vez, él no tendría escapatoria.

Mientras tanto, en Italia, Luigui Cardona se encontraba en su oficina, revisando informes cuando su teléfono vibró con un mensaje de su informante.

"Señor Cardona , hay movimientos extraños en los hoteles de Cancún. Creo que la señorita Greco está involucrada o sabe algo y no lo ha querido decir."

Luigui apretó el teléfono con fuerza.

—Emma… ¿qué estás planeando ahora?

No sabía que Emma ya tenía el control total de su informante y que cada paso que él diera, ella lo sabría antes que él mismo.

El juego del gato y el ratón estaba por cambiar. Y esta vez, el ratón no era Emma, sino que era Luigui.

Emma y Rebeca bajaron del auto con la elegancia y seguridad de dos reinas que acaban de conquistar un reino. Sus tacones resonaban en el suelo de mármol mientras avanzaban con gracia por la entrada principal del bufete. Apenas cruzaron la puerta, un estruendoso aplauso las recibió, acompañado de sonrisas y felicitaciones por haber ganado un caso tan grande e importante para la firma.

—Chicos, gracias por su recibimiento —dijo Emma con una sonrisa cálida, recorriendo con la mirada a sus compañeros que se acercaban para felicitarla.

A su lado, Rebeca abrazaba a los socios y a su secretaria, aunque su expresión dejaba claro que los gestos efusivos no eran lo suyo. Apenas soltó al último socio, se inclinó hacia Marcela y susurró con ironía:

—Tráeme agua, Marcelita. Tanta sonrisa y abrazo me va a dar diabetes.

Marcela, acostumbrada al carácter de su jefa, sonrió con diversión y asintió.

—Como diga, jefa. Vaya a su oficina y ya le llevo su vaso con agua.

Emma reprimió una carcajada al ver la expresión de fastidio de Rebeca mientras se alejaba de la multitud. Entonces, giró sobre sus talones y se dirigió a su oficina con paso firme.

—Edward, te espero en mi oficina —dijo sin voltear, segura de que su amigo la seguiría.

—Para qué soy bueno —respondió Edward con una sonrisa traviesa mientras entraba tras ella y se dejaba caer en la silla frente a su escritorio.

Emma se sentó con elegancia, cruzando las piernas, y abrió la carpeta que Rebeca le había entregado. Sus ojos se clavaron en la información sobre Bady Evans, analizando cada detalle con atención.

—Esta noche vamos a salir a un bar para celebrar que gané el caso de la empresa Motosrokees —dijo mientras pasaba las páginas del documento.

Edward arqueó una ceja y la observó con diversión.

—¿Y qué mensaje quieres mandar esta noche a tu amorcito?

Emma levantó la vista con una sonrisa traviesa y dejó la carpeta sobre el escritorio.

—Le voy a mandar una foto donde me vea sonriendo y abrazada a ti, como si fuéramos algo más que amigos.

Edward soltó una carcajada y negó con la cabeza.

—Eres mala, Emma.

—Solo juego con ventaja —respondió ella con una sonrisa ladina.

Edward se levantó de la silla y se estiró con pereza.

—Sara va a estar esta noche, así que no me molestes a mi hermanita —advirtió Emma, mirándolo con seriedad fingida.

Edward sonrió con picardía mientras caminaba hacia la puerta.

—No prometo nada, cazadora.

Emma rodó los ojos al escuchar su apodo, pero no pudo evitar sonreír. Sabía que Edward consideraba a Sara como una hermana, pero también que adoraba fastidiarla porque era la más tímida de las trillizas.Y, si algo le divertía a Edward, era verla sonrojarse con sus bromas.

Cuando la puerta se cerró tras él, Emma suspiró y volvió a concentrarse en la carpeta. Había muchas cosas que resolver, pero esa noche sería de celebración… y de enviar un mensaje claro...

Continuara ...

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