Zoe salió de la oficina de Leonardo con el corazón latiéndole a mil.
—¡Uf! Estuvo cerca.
Lo último que quería era que Leonardo sospechara. Si descubría que era una mujer, su carrera en la empresa terminaría antes de empezar.
Mientras caminaba de regreso a su escritorio, sus compañeros la miraban con admiración.
—¡Eres un genio, Zack!
—Nos salvaste el pellejo, hermano.
—¿Cómo lo hiciste?
Zoe sonrió nerviosa, tratando de imitar la actitud relajada de un chico.
—Eh… cosas de genio, ya saben.
Sus compañeros se rieron y le dieron palmadas en la espalda.
Todo parecía ir bien… hasta que Gabriel salió de la oficina de Leonardo y la llamó.
—¡Zack!
Zoe se giró con una sonrisa nerviosa.
—¿Sí, jefe?
Gabriel la observó con una mirada afilada.
—Voy a pedir comida. ¿Te gusta la carne?
Zoe parpadeó.
—¿Eh?
—La carne. ¿Te gusta?
Zoe no entendía a dónde iba la pregunta.
—Eh… sí, supongo.
Gabriel entrecerró los ojos.
—¿Cómo te gusta la carne?
—¿Cómo… cómo me gusta?
Gabriel asintió con expresión seria.
—Sí. ¿Término medio, bien cocida o cruda?
Zoe se quedó en blanco.
¿Por qué demonios le preguntaba eso?
—Eh… término medio.
Gabriel frunció el ceño.
—Interesante…
Zoe sintió un escalofrío.
¿Interesante qué?
Leonardo, que había salido de su oficina, levantó una ceja al ver la interacción.
—¿Ahora investigas los gustos culinarios de los empleados?
Gabriel cruzó los brazos.
—Estoy tanteando el terreno.
Zoe se rió nerviosa.
—¿Para qué?
Gabriel se inclinó un poco hacia ella y murmuró:
—Porque hay algo raro en ti, Zack.
Zoe sintió que el alma se le salía del cuerpo.
—¿Raro? ¡Ja, ja! Qué cosas dice, jefe. Soy un chico normal. Un hombre. Macho. Masculino. Con testosterona… y… eh…
Leonardo y Gabriel la miraron con más sospecha.
—Ajá… —murmuró Gabriel.
—Lo que sea —dijo Leonardo—. Déjenme trabajar en paz.
Zoe suspiró aliviada mientras los veía regresar a la oficina.
—¡Uf, eso fue demasiado cerca!
Pero no sabía que los dos hombres seguían pensando en ella.
...🎮🎮🎮🎮🎮🎮...
Cuando Zoe llegó a su departamento, se dejó caer en el sofá como un saco de papas.
Lili salió de la cocina con un plato de pasta y la miró con curiosidad.
—¿Sobreviviste a otro arduo día?
Zoe soltó una risa agotada.
—Por poco.
Lili se sentó a su lado y le ofreció el plato.
—¿Cómo te fue?
Zoe aceptó la comida y comenzó a devorarla.
—¡Fue una locura! Descubrí el error que nadie podía encontrar, Leonardo me llevó a su oficina para que trabajara desde su computadora, Gabriel me hizo preguntas raras sobre carne…
Lili levantó una ceja.
—¿Carne?
—Sí. Me preguntó cómo me gustaba.
Lili se rió con ganas.
—¿Y qué le dijiste?
—Término medio.
Lili se agarró la barriga de la risa.
—¡Dios, Zoe! ¡Eso suena como una cita incómoda!
—¡No lo sé! ¡Creo que sospecha algo!
—¿De que eres mujer o de que eres vegetariana?
—¡De las dos cosas!
Las dos se echaron a reír.
Pero entonces, el celular de Lili sonó. Zoe miró la pantalla y casi se ahoga con la pasta.
—¡Es Leonardo!
—¿Qué?! ¿Por qué te llama?
—¡No lo sé!
Lili le lanzó el teléfono.
—¡Contesta!
Zoe se aclaró la garganta y respondió con voz grave.
—¿Sí, jefe?
—Mañana trabajarás desde casa. No me falles.
—¡No, no, para nada!
—Bien. Nos vemos.
Leonardo colgó.
Zoe soltó el aire que había estado conteniendo.
—¡Dios, qué estrés!
Lili sonrió con picardía.
—Mmm… dime la verdad, ¿Leonardo es tan guapo en persona como en las fotos?
Zoe rodó los ojos.
—Lili, estamos hablando de que podría descubrirme.
—Sí, sí, pero… ¿es guapo?
Zoe suspiró.
—Sí, Lili. Es guapísimo.
Lili chilló de emoción.
—¡Eso hace que todo esto sea aún más divertido!
Zoe se cubrió la cara con las manos.
—Para ti, quizás… pero para mí, esto es un campo minado.
Lili le guiñó un ojo.
—Querida, si no hay peligro, no hay diversión.
Mientras tanto, en la casa de Leonardo…
Después de colgar la llamada, Leonardo salió de la ducha con una toalla atada a la cintura.
Justo en ese momento, su celular volvió a sonar.
—¿Ahora qué?
Era Gabriel.
Leonardo contestó con fastidio.
—¿Qué pasa?
—Escucha, Leo. He estado pensando…
—Eso suena peligroso.
—No, en serio. ¿No sientes que Zack es… diferente?
Leonardo se tensó.
—¿A qué te refieres?
—No sé. Hay algo en su mirada, en su manera de moverse…
Leonardo se pasó una mano por el cabello mojado.
—Sí… yo también lo noté.
Hubo un breve silencio.
—Leo…
—¿Sí?
—¿Y si… Zack no es quien dice ser?
Leonardo frunció el ceño.
—¿Insinúas que…?
Gabriel hizo una pausa dramática.
—¿Zack es un espía corporativo?
Leonardo se quedó en silencio.
—…
—…
—Gabriel, eres un idiota.
—¡Solo digo que podría ser una posibilidad!
Leonardo se masajeó las sienes.
—No tengo tiempo para tus teorías locas.
Gabriel se rió.
—Pero lo estás considerando, ¿cierto?
Leonardo no respondió.
Porque la verdad era que sí.
Zack le despertaba una extraña sensación… y estaba decidido a descubrir por qué.
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