Zoe abrió la puerta del departamento y prácticamente se dejó caer en el sofá con un suspiro dramático como si fuera un trapo viejo.
—¡Estoy agotada! ¡Dios mío, Lili! ¡Casi muero hoy!
Lili, que estaba pintándose las uñas en la mesa del comedor, alzó una ceja divertida.
—¿Primer día difícil, “Zack”?
Zoe soltó una carcajada, hizo un puchero y se cubrió el rostro con una almohada.
—¡Fue un desastre! No solo casi me descubren como mujer, sino que también hice el ridículo con el café.
Lili se echó a reír.
—¿Qué hiciste?
—¡Lo derramé por todas partes! Y ahora tengo que usar una taza del castigo.
Lili se dobló de risa.
—¡No puede ser! Apenas es tu primer día y ya eres un caso perdido. ¿Cómo sigues teniendo trabajo?
Zoe la miró con fingida indignación.
— Porque al parecer el destino me odia… pero no tanto como Leonardo. ¿Por qué no me apoyas?
—¡Porque esto es demasiado divertido! —Lili la miró con más interés.
—¿El ogro CEO?
—Sí, ese mismo. ¡Me mira como si supiera que oculto algo!
Lili se burló.
—Bueno, lo haces.
—¡Pero no tiene pruebas!
—Lili se levantó y fue a la cocina —. Anda, cámbiate. Te preparo algo de cenar.
Zoe cerró los ojos por un momento, disfrutando la paz del departamento. Su día había sido agotador, pero también emocionante. Finalmente, estaba en la empresa de videojuegos de sus sueños.
Se cambió de ropa y se sentó en la mesa con Lili, compartiendo una cena amena. Mientras hablaban, Zoe recordó algo.
—Por cierto, mi jefe… Leonardo Montenegro.
Lili alzó una ceja.
—¿Qué con él?
—Es un ogro
—Uy, qué novedad —bromeó Lili—. Los CEO siempre son ogros fríos y distantes.
—Lo peor es que… siento que me observa como si desconfiara de mí. Como si supiera que algo no cuadra.
Lili sonrió traviesa.
—Eso significa que hicimos un buen trabajo con tu disfraz. No sabe qué es, pero algo le incomoda.
Zoe asintió, aunque la idea le daba escalofríos.
...🎮🎮🎮🎮🎮🎮...
Leonardo salió de la ducha, con una toalla atada a la cintura y otra enredada en su cabello húmedo. El vapor aún flotaba en el aire. Justo cuando se dirigía al armario de su habitación, su celular comenzó a sonar en la mesita de noche.
Miró la pantalla. Gabriel Briceño.
Respondió mientras se pasaba la toalla por el cabello.
—¿Ahora qué, Gabriel?
Contestó sin preámbulos.
—¡Hola a ti también, amargado! —La voz de su mejor amigo sonaba animada—. Ya voy de regreso. Mañana nos vemos en la empresa.
—Bien.
—Por cierto, ¿cómo van las cosas en la empresa?
Leonardo pensó en Zack… en su torpeza con el café… en cómo parecía más nervioso que un gato en una tienda de porcelana.
—Nada fuera de lo normal.
—No suenas convencido.
—Es que… hay algo raro en el nuevo.
Gabriel se rió.
—Tienes paranoia, hermano. Mañana lo conoceré y te diré si es un espía ruso o solo un friki más.
Leonardo rodó los ojos y se dejó caer en la cama, masajeándose las sienes.
—Bien. Ya te contaré las novedades cuando llegues.
—¿Algo interesante?
Leonardo hizo una pausa. Pensó en Zack. Había algo en él que no terminaba de convencerlo.
—Nada que no pueda manejar.
—Eso dices siempre. Nos vemos mañana, Leo.
Leonardo colgó y se recostó en la cama, pero no pudo evitar seguir pensando en su nuevo empleado.
...Gabriel...
...🎮🎮🎮🎮🎮🎮...
Zoe llegó a la oficina con su taza del castigo en la mano.
Sí, le habían dado una taza ridícula con la frase: “Soy nuevo, no me odien” y un dibujito de un perrito triste.
—¡Zack! —una voz masculina la hizo girar en seco.
—Soy Gabriel Briceño, socio de Leonardo.
Zoe levantó la mirada y se encontró con un hombre alto, atractivo y de sonrisa encantadora. Su cabello oscuro estaba ligeramente despeinado, y sus ojos transmitían confianza.
Zoe se puso nerviosa, pero disimuló.
—¡Oh! ¡Hola! Soy… eh… Zack.
Gabriel le estrechó la mano y, en ese momento, sintió un escalofrío raro. No de miedo, sino de… extraña calidez.
Gabriel frunció el ceño y miró a Zack fijamente.
Zoe tragó saliva.
—Eh… ¿todo bien?
Gabriel seguía observándola con cara de “¿que es esta sensación que me transmiten esos ojos?”
Zoe sintió que se le congelaban los huesos.
—He estado fuera unos días, pero al parecer llegué justo a tiempo para conocerte.
Gabriel sintió un ligero escalofrío. No de incomodidad, sino de… Algo que no puede descifrar aun.
¿Por qué sus ojos le resultaban tan cálidos?
Zoe apartó la mano con rapidez y desvió la mirada. No podía dejar que nadie sospechara.
—Bienvenido de vuelta.
Gabriel la miró un segundo más, tratando de descifrar esa extraña sensación en su pecho.
Pero entonces, alguien gritó desde la otra punta de la oficina:
—¡Zack, se te esta cayendo el pantalón!
Zoe bajó la mirada y descubrió que efectivamente su pantalón se estaba bajando un poco, mostrando algo de los bóxers de ositos panda que Lili le había comprado “por si acaso”.
—¡¿QUÉEEEE?!
Gabriel soltó una carcajada y Leonardo, que había salido de su oficina, se frotó las sienes como si le estuviera dando una migraña.
—¿Pero qué demonios pasa contigo, Zack?
Zoe, roja como un tomate, subió su pantalón de un tirón.
—¡E-es que… está flojo!
Gabriel seguía riéndose.
—Tienes estilo, hermano. Ositos panda. Muy varonil.
Y así, Gabriel dejó de sospechar de los ojos de Zack… para empezar a sospechar de su sentido de la moda.
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