Capítulo 5

Carter no dejaba de hablar sobre la universidad a la que quería postular, de si tendría que mudarse de ciudad, de los planes que su padre había trazado para su futuro. Cada tema que tocaba giraba en torno a lo que vendría, pero en ninguno de esos escenarios Skylar parecía tener un lugar.

Skylar lo escuchaba con atención, sin interrumpirlo, esforzándose por no perder ni un solo detalle de lo que decía. Un buen omega debía estar siempre atento a las necesidades de su alfa. Y si algo no podía negarse, era la devoción incondicional que Skylar mostraba. Esa entrega no pasaba desapercibida para Carter, quien secretamente disfrutaba de la admiración con la que era mirado. El ego del joven alfa se inflaba con cada mirada anhelante del omega, con cada gesto de cariño y cada sonrisa temblorosa dirigida solo a él.

—Carter… —musitó Skylar con timidez—. Ya se acerca la fecha en que debemos oficializar nuestro compromiso.

Se rascó la comisura del labio con nerviosismo, sus dedos temblaban apenas.

—Espero ese día con ansias. Por fin podremos comenzar a vivir como pareja y… te esperaré, todos los años que dure tu carrera. —Una sonrisa pura apareció en sus labios, tan luminosa que por un momento Carter sintió una punzada en el pecho.

Pero lejos de enternecerse, frunció el ceño. La sola idea de que Skylar lo esperara le provocaba un vacío en el estómago, como si una sombra comenzara a apretarle el cuello. No quería ataduras. No así. No ahora.

—Sí… sobre eso… bueno, aún falta un poco, ¿lo sabes, no? —intentó sonar ligero, como si no le molestara el tema, pero sus ojos se tiñeron de un rojo oscuro, revelando su incomodidad.

—Te esperaré todo el tiempo que sea necesario, te amo Carter. Sé que mi destino es estar siempre a tu lado.

El brillo que destellaba en los ojos de Skylar era casi cegador. Carter lo tomó entre sus brazos y lo besó, intentando apagar la culpa que le nacía en el pecho. El beso fue suave al principio, casi mecánico, como un deber cumplido, pero cuando el omega lo rodeó por el cuello y abrió ligeramente la boca, permitiéndole explorar el interior, Carter se dejó arrastrar.

Sus manos se deslizaron instintivamente hacia la estrecha cintura del omega, intentando alcanzarle la piel bajo la camisa. Skylar dio un respingo y se separó de golpe, visiblemente alterado.

Carter lo observó en silencio, con los labios aún húmedos y los ojos entornados. El cabello ligeramente desordenado, las mejillas encendidas, la respiración agitada... El omega lucía deliciosamente vulnerable. Erótico, incluso.

—N-no podemos... —susurró Skylar, sin atreverse a mirarlo directamente.

—Sí… lo sé. Lo siento, me dejé llevar —replicó el alfa con un deje de fastidio imposible de ocultar. Estaba molesto consigo mismo y con él. Deseaba más. Mucho más.

Skylar lo observó con preocupación. Luego, sin pensarlo mucho, se acercó de nuevo y, con voz baja, le susurró al oído:

—Cuando por fin estemos casados... podremos llegar hasta el final. Yo también lo deseo… por favor, ten paciencia.

Sus mejillas se encendieron aún más. Le dio un beso fugaz en la mejilla y salió corriendo, dejando a Carter solo, confundido y con un ardor creciente en la piel.

El chófer lo esperaba como de costumbre. Skylar se subió al auto con el corazón desbocado. No podía creer lo que acababa de decir, cómo se había atrevido. Carter le gustaba demasiado y no era difícil imaginarse llegando al final con él, sus besos y caricias lo transportaban, lo envolvían… Pero cada vez que la situación se tornaba intensa, el rostro de su madre aparecía como una sombra. La mirada estricta y preocupada de ella bastaba para congelarlo por completo. Como si alguien abriera una ventana en medio del invierno.

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Carter, aún aturdido por la confesión y la repentina huida del omega, dejó escapar una risa por lo bajo.

—Pequeño omega tramposo —murmuró, sin borrar la media sonrisa de sus labios.

Fue entonces cuando una figura femenina emergió lentamente de entre los arbustos. Había estado observando desde antes, acechando como una sombra oportunista.

—Parece que te han dejado a me-di-as —dijo la voz melosa de Rosaura, una omega de mirada intensa y perfume penetrante.

Carter la miró con una mezcla de sorpresa y desagrado. Se incorporó, quitándose el polvo del pantalón.

—No sé qué crees que hayas visto, pero aquí no ha pasado nada —espetó, avanzando sin mucho interés.

Pero Rosaura no estaba dispuesta a dejarlo ir tan fácil. Con deliberada intención, liberó sus feromonas, inundando el aire con un dulce y embriagador aroma a flores silvestres.

Carter se detuvo un momento. No podía negar que el olor era exquisito. Y Rosaura… era hermosa. Tenía un cuerpo llamativo y una seguridad que no pasaba desapercibida.

—Sabía que te gustarían —ronroneó ella, acercándose y tocando suavemente su brazo—. Mis feromonas son irresistibles.

El alfa la miró en silencio. En otras circunstancias, la habría apartado. Pero había algo en él que ardía, una frustración difusa, una decepción consigo mismo. Skylar lo hacía sentir confundido, atrapado entre el deseo y la culpa, entre la ternura y la represión. Y ahora tenía frente a sí a una omega dispuesta, provocadora, que le ofrecía algo claro, tangible.

—Tú eres casi un alfa adulto, tienes necesidades, y Skylar… bueno, él es solo un mojigato. Nunca va a entender lo que tú realmente necesitas —susurró Rosaura, con voz grave y seductora—. Vamos a mi casa. Mis padres nunca están, y del resto me encargo yo.

Era una invitación directa. Rosaura sabía lo que quería. Había tenido ya su primer celo, sin supervisión. Desde entonces, algo en ella había despertado. Ahora se sentía segura de su cuerpo y de sus intenciones. Quería a Carter, y sabía que Skylar, con su reputación de pureza y perfección, era vulnerable.

Carter vaciló por un momento. Lo correcto sería cortar todo de raíz. Decirle que no. Aclararle que no buscaba eso.

Pero la voz de Rosaura, su olor, la presión que sentía por dentro, la imagen de Skylar corriendo lejos de él...

La palabra salió antes de que pudiera detenerla.

—Vamos.

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