"Daiana sabía con exactitud que hablar con Kilian era algo sin sentido, un caso perdido desde el principio. Kilian veía la frustración de las personas como una fuente de diversión. Discutir con él era un caso perdido.
—Me voy a casa —dijo finalmente.
Kilian la miro fijamente, con una ceja levantada. Se notaba el poco interés que tenía en ella.
Daiana estaba frustrada, desesperada. Quería causar una reacción en aquel rostro indiferente. Quería verlo enojarse, frustrarse, llorar. Lo que sea.
Fue así como cometió su más grande error.
Sus dedos se tensaron alrededor de su bolso, pero lo disimulo lo mejor que pudo y puso una expresión altanera.
—No te sorprendas si mañana apareces en los periódicos. ¿Qué dirían todos si supieran los fraudes del gran empresario? Robo, manipulación de documentos, lavado de dinero. ¿Qué más debería agregar a la lista?
La sonrisa de Kilian se borró en ese instante y Daiana se sintió bien consigo misma.
—No te atreverías —dijo de manera lenta, con un matiz peligroso.
—Pruébame.
Daiana le miró una última vez, demasiado centrada en su pequeña victoria como para notar el brillo asesino en sus ojos. Kilian saco una navaja que mantenía guardada celosamente en su escritorio, antes de caminar detrás de ella.
Esa información no saldría bajo ningún medio. Haría lo que haga falta para impedir eso."
Arthur abrió los ojos, su cabeza dolía debido al golpe y tuvo que parpadear un par de veces antes de poder ver correctamente. Podía escuchar unos murmullos pero no entendía que estaba pasando. Tardo unos segundos en notar en donde se encontraba: el hospital. Franco y Gloria estaban a su lado, con sus rostros llenos de preocupación. Gloria mordia su uña con la mirada perdida en la pared y Franco, que solía ser el más calmado, no dejaba de mover la pierna con nerviosismo.
Un quejido salió de sus labios, llamando la atención de los dos.
—Arthur, ¿cómo te sientes?, ¿te duele? ¡Franco, ve a llamar al doctor!
Franco, alterado por el repentino grito de Gloria, se levantó y salió de la habitación como un rayo. Arthur se hubiera reído de no ser porque el pánico seguía inundando su sistema.
—¿Qué pasó?
—Te desmayaste —comenzó a explicar Gloria —. Los doctores no saben que te paso con exactitud, porque no hay nada malo contigo. Creen que puede ser estrés.
—Anoche... Anoche no dormí bien, debe ser eso.
Gloría entrecerró los ojos, como si dudara de sus palabras, pero no dijo nada.
Franco llegó a los pocos segundos con el doctor y luego de unos exámenes más lo dejaron ir. Su salud estaba excelente, así que no había razones para dejarlo allí. Sus amigos insistieron en acompañarlo hasta su casa, pero Arthur se negó. Necesitaba tiempo a solas.
Una vez en su casa fue directo a su habitación, abriendo la computadora. Buscó las fichas de sus personajes y leyó cuidadosamente las descripciones. Las dos personas que había visto se parecían tanto a Daiana y Kilian, que resultaba aterrador. ¿Realmente eran ellos? Nono. Era imposible. No había manera de que los personajes de su libro salieran a la vida real. ¡Era ridículo tan solo pensarlo!
Su mano titubeó un momento, pero finalmente hizo clic en uno de los capítulos.
"El cuerpo de Daiana estaba lleno de cortes profundos, pero ninguno en zonas de peligro. Daiana había muerto desangrada. Aparte de los cortes también tenía quemaduras de cigarrillos.
Nadie podía entender por qué la pobre chica había terminado así. El caso no podía ser catalogado por un robo, ya que las heridas habían sido claramente para torturar. No se trataba de un simple robo."
Arthur cerró la computadora, negándose a seguir leyendo. El mismo había escrito eso, pero después de los sucesos de ese día le causaba escalofríos pensar en esas escenas. ¿Y si la mujer del restaurante corría peligro? ¿Y si moría de la misma forma que en la historia?
Negó con la cabeza, considerando la idea como algo ridículo. El hecho de que se parezca a Daiana no significaba que sea ella de verdad. Estaría bien. Tenía que estarlo.
Decidido a dejar esos pensamientos absurdos de lado, se acostó. Se sentía tan cansado en ese momento.
Cuando despertó ya estaba soleado. Podía escuchar el ruido de los autos en la calle y la música a todo volumen de su vecina.
No era un muy bonito despertar, honestamente.
Luego de cepillar sus dientes y peinarse, bajo a la sala. Prendió la tele, dejándolo en el canal de las noticias. Por un momento se vio tentado a cambiar de canal y ver una película, pero al final lo dejo allí.
Tarareo una canción mientras iba a la cocina a preparar su desayuno.
"Se reporta un nuevo caso de asesinato. La víctima es una mujer de 27 años llamada Daiana Márquez. Su cuerpo fue encontrado..."
Arthur dejo la taza en la mesa. Sus manos estaban demasiado temblorosas para sostener algo. ¿Había escuchado mal? ¿De verdad había dicho Daiana Márquez?
Su pecho subía y bajaba con dificultad. No... no podía ser. Se obligó a caminar hacia la sala, cada paso más pesado que el anterior. Allí en la tele estaba la foto de Daiana. Era la misma chica que había visto el día anterior. ¿Cómo podía ser que esa misma chica estuviera muerta? Si de verdad se trataba de la Daiana que él había creado podría haber hecho algo para ayudarla, pero no lo hizo.
Se dejó caer en el sofá, perdido en sus pensamientos. Estaba tan confundido y asustado. ¿Qué estaba pasando realmente? ¿Por qué parecía que los personajes de su historia estaban cobrando vida? Necesitaba respuestas, pero no tenía en donde buscarlas. No había nadie que pudiera responder sus preguntas.
Se quedó unos minutos más en la misma posición, atónito.
"Debes tener cuidado con lo que escribes, tu imaginación tiene más poder del que tú crees"
Esas palabras llegaron a su mente como un recuerdo lejano y entonces lo supo. Su madre. Ella siempre le advertía que debía tener mucho cuidado a la hora de escribir, siempre tenía tantas restricciones que para él eran ridículas. No podía entender por qué necesitaba tantas reglas a la hora de escribir una simple historia. Tal vez había más detrás de eso de lo que creía.
Decidido, apagó la televisión y salió de la casa. Su madre vivía a unas pocas calles de allí. A diferencia de las veces anteriores no se lamentó no tener un auto propio, solo se subió al colectivo en silencio, con la mirada perdida todo el camino. No sabía como reaccionar, como sentirse. Eran tantas cosas juntas que se había perdido. Necesitaba respuestas, y tal vez solo su madre podría dárselas.
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Comments
Lee Ji Bin
soy la vecina xddd
2025-08-13
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