¡Noticia de último momento!
«Se ha encontrado el cuerpo de Cesar Aguirre, un joven de 24 años que desapareció a la salida de un boliche. Sus amigos aseguran que la última vez que lo vieron estaba con un hombre alto, de cabello negro y de alrededor de unos 26 años. El sujeto aún no ha sido identificado.
La policía pide su colaboración para...»
Arthur apagó la televisión en la que pasaban la foto del tal Cesar Aguirre. Por alguna razón, la descripción del sospechoso le resultaba inquietantemente familiar. Descartó esa idea de inmediato, como había estado haciendo los últimos días y se levantó del sofá.
Caminó hasta la cocina, casi arrastrando los pies. Tenía tan pocas ganas de hacer algo que en parte solo deseaba tirarse en la cama y dormir. El dinero no caía de los árboles, para su desgracia.
Se sirvió un poco de Yogur, dando sorbos lentos y pausados. Sus ojos se posaron en el líquido rosado.
—Tal vez Sarah tenga el pelo rosado —murmuró para si mismo.
Terminó el yogur de un trago y agarró su abrigo. Afuera hacía un frío que no encajaba ni un poco con la época del año; se suponía que era verano: calor, playa, agua. En la ecuación no encajaban elementos como abrigo, lluvia, y frío. El clima estaba completamente desquiciado.
Tomó su celular, la billetera y las llaves antes de salir. Afuera seguía habiendo bastante gente a pesar de ser día de semana.
Caminó en silencio, perdido en sus pensamientos, como solía hacer. Cuando regresó a su realidad, ya había llegado al restaurante.
—Buenos días a todos —saludo apenas cruzo la puerta.
Amelia lo saludó con un movimiento de cabeza antes de regresar a lo suyo. Héctor lo ignoró y Franco se acercó a él.
—Hasta que llegas temprano —se burló —¿Te caíste de la cama?
Arthur rodó los ojos y le dio un empujón amistoso.
—Para tu información, siempre llego a tiempo.
—Claro —respondió, aunque claramente no le creía —ni un solo día nuestro Arthur llego tarde, ¿no?
—Yo...
—Vayan a la cocina —intervino Sara —, en un momento abrimos y quiero que esté todo listo.
Arthur y Franco se miraron de reojo antes de asentir y entrar en la cocina. Gloria ya estaba allí, preparando unos ingredientes con tanta concentración que ni siquiera los escuchó llegar.
Arthur se acercó de puntillas para no hacer ruido y apoyó las manos en el hombro de Gloria, soltando un "¡buu!" que hizo que la chica saltara en su sitio.
—¡Arthur! —se quejó con el ceño fruncido.
—Fue inevitable, te veías tan concentrada.
—Tonto... —susurró Gloria, aunque todos sabían que no estaba realmente enojada.
El resto del día fue algo tranquilo; no había tanta gente como en los fines de semana, pero nunca faltaban aquellos que buscaban un lugar para comer, ya sea porque estaban lejos de sus casas o simplemente porque no querían cocinar.
Todo estaba tranquilo, hasta que una voz chillona se escuchó de repente.
—¡Siempre es lo mismo! ¡¿Por qué nunca puedo elegir yo?! —La chica tenía los puños apretados y su rostro estaba rojo —. ¡¿Por qué no?! ¡Respóndeme, Kilian!
La gente alrededor miraba fijamente la escena; unos con intriga, algunos con disgusto y otros con evidente desinterés.
Arthur no podía apartar la mirada de ella. Primero fue su cabello rubio, luego sus ojos azules, demasiado brillantes, demasiado familiares. La forma en que movía las manos, como su ceño se mantenía fruncido y su rostro se enrojecida levemente debido a la frustración del momento… No, no podía ser. Su mirada descendió hasta su brazo, rogando para sus adentros no encontrar aquello qué presentía debía estar allí. Sus súplicas fueron en vano, sintió que su estómago se hundía cuando vio aquél tatuaje. Una rosa con espinas y una gota de sangre. Exactamente como la había descrito él.
¿Era realmente posible que existiera en el mundo una persona tan idéntica a uno de los personajes de sus libros? Y más aún, ¿que esa persona termine en su lugar de trabajo?
—Estás haciendo un escándalo y te ves patética —dijo su acompañante, con voz relajada. Como si la situación en si no le afectara siquiera un poco.
Arthur temía mirar al hombre que la acompañaba.
Podía sentir ritmo acelerado de su corazón. Todos sus sentidos estaban alertas. Casi vomita su desayuno cuando el hombre se levantó de su asiento y se dio la vuelta, sus ojos encontrándose con los suyos.
El color negro de sus ojos le erizo la piel y el brillo burlón que había en estos hizo que retrocediera se manera inconsciente. Quería huir de allí.
—Lo siento, pero están haciendo mucho escándalo —dijo Franco, acercándose con cierta cautela a la pareja. Su cuerpo estaba un poco rígido —. Le pedimos que por favor se comporten o se retiren del lugar. Están incomodando al resto de los clientes.
—Lo siento mucho —dijo él, pero sus ojos seguían fijos en Arthur —. Mi compañera aquí está un poco alterada, ha estado estresada desde hace días por un proyecto de la empresa.
—¡Yo no...!
El hombre levantó una mano y eso fue suficiente para que la mujer cierre la boca. Se notaba que aún tenía muchas cosas que decir, pero solo guardo silencio.
—Nos retiramos entonces. —Una sonrisa se formó en sus labios, divertido por la reacción de Arthur —. Lamentamos el inconveniente y... —hizo silencio un momento, como para darle un toque de suspenso — espero que nos volvamos a ver en mejores circunstancias, Arthur.
Una vez dicho esto, se fueron.
Gloria, que había salido de la cocina para ver que rayos pasaba afuera, se acercó a Arthur.
—Oye, ¿de dónde lo conoces? Ese sujeto daba mucho miedo.
—¿Crees que da miedo? ¡Yo casi mojo mis pantalones cuando me acerque! —se quejó Franco.
—Tú no cuentas, le tienes miedo a todo.
—¡Eso no es cierto!
—¡Claro que sí! Todavía recuerdo aquella vez en la que...
Un golpe seco interrumpió a Gloria. El cuerpo de Arthur yacía en el suelo, tan pálido como una hoja de papel.
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Comments
Yoko Littner
Me encantó tu diseño😍📖
2025-02-23
1
Lee Ji Bin
xdd pobrecito
2025-08-12
1
Lee Ji Bin
xdd un clásico
2025-08-12
1