Capítulo 16 | Leonel

Debería estar concentrado.

Debería estar con la cabeza de lleno en la pelea, pero estoy pensando en Lucia. En sus labios, su sonrisa, su mirada, su cabello, su piel bajo mi toque, la curva de sus caderas, el sabor de sus besos, el temblor de sus manos acariciando mi torso y mis brazos...

— ¿Me estás oyendo, Alvarez? —la irritación en la voz del entrenador me trae de vuelta al presente.

Está mirándome con el entrecejo fruncido. —Lo siento —digo, negando con la cabeza—. ¿Qué decías?

Una bofetada es atestada en mi rostro y aprieto los dientes, reprimiendo mi coraje. Quiero plantar mi puño en su rostro. —Concéntrate en la pelea, Leonel. Es eliminatoria. Si pierdes ésta, vas a posicionarte muy por debajo de los primeros lugares y recuperarte será muy difícil—dice con severidad.

—Ya lo sé —siseo, retándolo con la mirada—. No pienso perder. No en una jodida eliminatoria.

—Termina de prepararte —dice caminando hasta mi maleta abierta.

Toma de un pequeño frasco y lo lanza en mi dirección. Froto mi cuerpo con la espesa pasta del frasco, dejando una capa grasosa sobre mi piel. Es necesario para que los guantes resbalen y los golpes sean menos duros. Vendo mis manos, cuidando de cubrir bien los nudillos, y me enfundo la bata de satín negro.

La espera me parece eterna, pero hay varias peleas antes que la mía, así que me permito divagar un momento, yendo a aquel lugar al que tanto me gusta ir: Lucia.

—Quedan alrededor de seis minutos —dice el entrenador, abriendo la puerta sin tocar. Tomo una inspiración profunda y me pongo de pie. Tomo mis guantes, los cuales están colgados en un gancho sobre la pared, y giro mi cuello en círculos amplios. Estiro mis brazos y mis piernas, y tiro un par de golpes al aire y salto sobre las puntas de mis pies.

Seis minutos se convierten en diez, y estoy impaciente. La puerta se abre y el entrenador me mira, asintiendo. Es hora.

Recorro el pasillo, inhalando y exhalando lentamente. La adrenalina está apoderándose de mi cuerpo y necesito calmarme. Me enfundo los guantes y el entrenador me ayuda apretando las cintas para que no se muevan de su lugar.

Escucho la presentación del otro participante. Lo recuerdo, fue semifinalista el año pasado. Es rápido y preciso. No puedo confiarme.

—Un round —dice el entrenador y yo niego con la cabeza.

—De ninguna manera —espeto—. Fue semifinalista. No voy a regalarle una mierda.

Noto la exasperación en su mirada, pero termina asintiendo.

—... ¡LEONEEEEEEEEEEEEEEEEEL! —escucho. Dejé de poner atención en las presentaciones hace mucho tiempo, lo único que hacen es ponerme nervioso.

El metal retumba en los altavoces de la arena y una descarga de adrenalina me invade mientras me armo de valor y me echo a andar por el corredor.

El rugido de la gente estalla en mis oídos en cuanto aparezco en el campo de visión. Una inevitable sonrisa se dibuja en las comisuras de mis labios y me tomo mi tiempo, absorbiendo los gritos y aplausos sin sentido. Aún no me acostumbro a esto.

Aún no me acostumbro a ser el centro de atención...

Trepo al cuadrilátero y me saco la bata, deleitándome con los gritos sugerentes de las chicas que se encuentran cerca. Me planto en el centro del lugar y extiendo mis brazos mientras sonrío a la multitud, girando lentamente sobre mi cuerpo. Los gritos se vuelven más fuertes y entonces, la veo.

Ahí, en la tercera fila, en uno de los asientos centrales, se encuentra ella. Está de pie sobre la butaca y apenas puedo verla.

Su gesto preocupado casi me hace reír. Me encanta que se preocupe por mí.

Sin siquiera pensarlo, le sonrío. Ella me devuelve la sonrisa y mi corazón da un vuelco; entonces, la señalo y le guiño un ojo.

La atención de un gran número de gente se posa en ella y el salón estalla en gritos emocionados. Jamás había hecho algo así. Ni siquiera con Alex. Estoy diciéndole a la gente que me pertenece. Que le pertenezco.

Noto cómo se ruboriza y una risa idiota me asalta mientras miro de reojo a Colton, quien me observa con una sonrisa incrédula pintada en el rostro.

Regreso a mi esquina y el entrenador me encara—: ¿Qué demonios fue eso?, no estás aquí a dar un show, Leonel. ¡Concéntrate!

— ¿Quieres cerrar la boca? —espeto, mirándolo con severidad.

Enmudece por completo. Estoy seguro de que debo lucir aterrador. Nunca se calla a menos de que yo esté furioso y a punto de golpearlo. — ¿Listo? —pregunta entregándome el protector para los dientes.

Lo meto en mi bocay asiento. —Bien —dice—. Sácale la mierda.

Una risa suficiente brota de mis labios mientras niego con la cabeza. Ese bastardo puede ser agradable cuando se lo propone.

La campana suena y yo me levanto, acercándome al centro del ring. Jason, mi oponente, me saluda con un gesto de cabeza y yo se lo devuelvo. El réferi se posiciona entre nosotros y nos mira unos segundos a cada uno. Jason extiende los puños hacia enfrente y yo los golpeo con suavidad, en un gesto rutinario.

La campana vuelve a sonar y no pierde el tiempo, atesta un golpe directo a mi rostro. Apenas si alcanzo a bloquearlo. Es un bastardo veloz, pero mis golpes son más duros. Tiro un gancho por encima de su cintura y estoy bastante seguro de que lo he sofocado porque se dobla sobre su cuerpo.

Aprovecho para tirar un golpe justo en su mandíbula y se retira un par de pasos antes de recuperarse y acercarse a mí brincando sobre sus puntas. Idiota fanfarrón.

Tira un golpe en mi mandíbula. No logro bloquearlo y el dolor estalla en mi rostro. Otro golpe es lanzado en mi costado y me defiendo golpeándolo en el rostro.

El réferi nos separaun momento antes de retomar el round y atesto una serie de golpes en su rostro antes de que me aparten de él.

Es entonces cuando puedo registrar la hinchazón de su ojo derecho y el corte en su ceja. Está agotado, respira con pesadez y su cuerpo está ligeramente inclinado hacia adelante. Tengo que acabarlo en éste round.

Se acerca a mí, intentando golpearme, pero bloqueo sus puños con los antebrazos. De pronto, el dolor estalla en mi estómago, sofocándome. ¿Qué demonios...?

El silbato del réferi suena, separándonos. Mi mirada está nublándose mientras intento recuperar el aliento. ¿Qué demonios sucedió?... Apenas soy capaz de registrar el abucheo de toda la arena. Jason está discutiendo con el réferi.

— ¡No fue intencional! —lo escucho decir entre el barullo de la gente.

—Rodilla es rodilla —dice el árbitro y lo entiendo todo.

Me ha golpeado con la rodilla. Hijo de puta.

No están permitidos los golpes con las rodillas, codos, cabeza, o cualquier parte del cuerpo que no sean los nudillos.

Siento cómo me arrastran hasta mi esquina mientras el entrenador me golpea el rostro suavemente, intentando llamar mi atención, pero lo único en lo que puedo concentrarme es en respirar. En algún punto escupí el protector para los dientes, estoy demasiado aturdido como para recordar dónde fue.

—Mírame, Alvarez. ¿Te encuentras bien? —lo escucho decirme, y lo único que puedo hacer es asentir. El bastardo me golpeó con ganas.

— Respira profundo —dice, mirándome con preocupación.

—Eso trato —digo con los dientes apretados. Mi voz suena ahogada y ronca.

Tomo una inhalación profunda y cierro los ojos. No voy a dejar que un tramposo hijo de perra me venza así de fácil. Dejo ir el aire lo más lento que puedo y vuelvo a tomar aire, llenando mis pulmones.

Una mano fría se posa en mi estómago y sé que están tratando de discernir si puedo o no continuar.Aprieto los dientes para no hacer ninguna clase de ruido o gemido que pueda indicar que no soy capaz de seguir, pero el dolor está matándome.

— ¿Puedes continuar? —pregunta una voz que desconozco y asiento, incapaz de pronunciar palabra alguna.

—Leonel... —dice el entrenador, pero no estoy dispuesto a ceder.

—Puedo seguir —lo interrumpo, obligándome a mirarlo a los ojos—. Puedo hacerlo.

La duda inunda las facciones del entrenador y me esfuerzo al máximo por no revelar el dolor en mi rostro. —De acuerdo —dice, finalmente, y una sonrisa se desliza por mis labios.

Me incorporo, inseguro de mi mismo y me coloco otro protector en la boca, encaminándome al centro del ring. Jason me mira con cautela. Voy a sacarle la mierda.

Mi mirada viaja hacia la multitud y sé que estoy buscándola. Ella está ahí, mirándome con expresión angustiada y los ojos llenos de lágrimas. Le regalo una sonrisa, esperando que eso suavice la expresión torturada de su rostro. Una mueca es embozada por sus labios y sé que intenta sonreírme de vuelta, pero le sale terrible disimular su nerviosismo.

— ¿Estás seguro de que puedes continuar? —pregunta el árbitro y yo asiento sin pronunciar palabra.

Jason extiende sus guantes en mi dirección y los golpeo con fuerza. La campana suena y, sin esperar ni un segundo, estrello mi puño contra su rostro. Ésta vez no mido mi fuerza.

Se tambalea hacia atrás y atesto un golpe en su costado izquierdo. Sin darle oportunidad de hacer nada, estrello mi puño contra su mandíbula una vez más y cae al suelo como saco de patatas.

Tengo el impulso de abalanzarme sobre él y seguir golpeándolo, pero el rugido de la multitud me trae de vuelta a la realidad. Lo noqueé. Jamás en mi vida había noqueado a alguien.

— ¡ALVAREZ!, ¡ALVAREZ!, SEÑORAS Y SEÑOREEES! —grita el presentador y siento cómo alzan mi mano al aire, haciéndome gemir del dolor.

— ¡LEO!, ¡LEO!, ¡LEO! —corea la gente mientras me tambaleo hasta bajar del ring. Me saco los guantes lo más rápido que puedo y escupo el protector de mi boca.

El entrenador me recibe con un abrazo y gimo del dolor. — ¡Oh, maldita sea!, ¡lo siento! —dice, pero no deja de sonreír.

Todo mi cuerpo zumba debido al dolor sordo en mi estómago, pero me obligo a abrirme paso entre la gente. Sé que estoy buscándola.

— ¡Fóllame, Leonel! —grita una chica a mis espaldas, pero no dejo de avanzar entre la gente.

Unos brazos se envuelven en mi cintura y gruño antes de percatarme de que es Lucia quien acaba de aferrarse a mí. Envuelvo mis brazos a su alrededor y una risa estúpida brota de mi garganta.

— Hey, tú —murmuro, inclinándome para besar su cabello.

— ¡Gracias a Dios que termino! —exclama con la cara pegada a mi pecho y no puedo evitar reír un poco más.

—Pan comido —bromeo.

Su mirada se alza para encontrar la mía y veo la angustia en su rostro. — ¿Te encuentras bien?

—Ahora me encuentro bien —digo—. Dame un beso y estaré mejor.

Sus labios encuentran los míos en un beso cargado de alivio y todo mi cuerpo se relaja. — ¿Estás seguro de que estás bien? —dice, apartándose de mí y le guiño un ojo.

—Se necesitan más que unos cuantos golpes para hacerme pasar un mal rato.

—Te dieron con la rodilla —dice con preocupación.

Una sonrisa se apodera de mí y rozo mi nariz con la suya. —Debes dejar de preocuparte tanto por mí. He hecho esto el suficiente tiempo como para tenerlo controlado.

— ¡Hey, Leonel!, ¿Te encuentras bien? —dice la voz de Colton, quien se acerca con Cleo.

Asiento y sonrío. — ¿Quién iba a imaginar que sería un tramposo de mierda? —digo.

—Idiotas como él no deberían estar en el campeonato.

— ¿Estás seguro de que te encuentras entero?, ¿no has arrojado el hígado allá arriba?, ¿un pulmón, quizás? —la burla de Cleo me saca una carcajada.

—Quizás arrojé mi intestino grueso —bromeo de vuelta y ella ríe.

—De no haber sido por el rodillazo, lo habrías acabado al primer round, eres bastante impresionante —dice, alzando las cejas con asombro.

— ¡Oye!, ¡Estoy aquí! —se queja Colton y aprieto a Lucia contra mi cuerpo.

— ¿Estás bien? —pregunto, porque no ha hablado mucho durante los últimos minutos.

Ella levanta la vista y medio sonríe. —Creo que voy a ser yo la que va a arrojar el intestino grueso si vuelven a golpearte de esa manera.

— Exagerada —bromeo.

— ¡No soy exagerada! —Se queja, medio riendo—, ¡Me preocupo por ti!

— ¡Zorra! —grita alguien a mis espaldas y mi ceño se frunce.

— ¡Oh, vete al demonio! —grita Cleo, haciendo una seña obscena con el dedo medio.

— ¿Qué demonios...? —mi ceño se frunce.

—Resulta que soy una chica odiada en la arena por salir contigo —Lucia ríe, pero a mí no me causa nada de gracia.

—No es gracioso —digo, apretando la mandíbula.

—No me importa —dice rodando los ojos al cielo.

—Pero a mí sí —digo, tomando su barbilla entre mis dedos, haciéndola mirarme—. No quiero que pases por esa mierda.

—Sólo, déjalo, ¿de acuerdo?, sé defenderme —sonríe. Estoy a punto de objetar pero sus labios encuentran los míos en un beso profundo.

—Estoy sudado —me quejo contra su boca, al darme cuenta de que estoy llenándola de mi sudor.

Lucia ríe contra mi boca y continúa besándome. Nunca voy a tener suficiente de esto.

Capítulos
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2 Capítulo 2 | Leonel
3 Capítulo 3 | Lucia
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10 Capítulo 10 | Leonel
11 Capítulo 11 | Lucia
12 Capítulo 12 | Leonel
13 Capítulo 13 | Lucia
14 Capítulo 14 | Leonel
15 Capítulo 15 | Lucia
16 Capítulo 16 | Leonel
17 Capítulo 17 | Lucia [Primera parte]
18 Capítulo 17 | Lucia [Segunda parte]
19 Capítulo 18 | Leonel
20 Capítulo 19 | Lucia
21 Capítulo 20 | Leonel
22 Capítulo 21 | Lucia
23 Capítulo 22 | Leonel
24 Capítulo 23 | Lucia
25 Capítulo 24 | Leonel
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27 Capítulo 26 | Leonel
28 Capítulo 27 | Lucia
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30 Capítulo 29 | Lucia
31 Capítulo 30 | Leonel
32 Capítulo 31 | Lucia
33 Capítulo 32 | Leonel
34 Capítulo 33 | Lucia
35 Capítulo 34 | Leonel | Parte 1
36 Capítulo 34 | Leonel | Parte 2
37 Capítulo 35 | Lucia
38 Capítulo 36 | Leonel
39 Capítulo 37 | Lucia | ¡Final?
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41 Capítulo 2 | Lucia
42 Capítulo 3 | Leonel
43 Capítulo 4 | Lucia
44 Capítulo 5 | Leonel
45 Capítulo 6 | Lucia
46 Capítulo 7 | Leonel
47 Capítulo 8 | Lucia
48 Capítulo 9 | Leonel
49 Capítulo 10 | Lucia
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