Capítulo 9 | Lucia

Estoy temblando. No puedo evitar sentirme enferma y aterrorizada por lo que acabo de presenciar, pero no me permito demostrarlo demasiado. Me abro paso entre la gente, tirando de la mano de Leonel.

—Lucia, yo me encargo —dice la voz de Colton a mis espaldas, pero lo ignoro. Necesito sacar a Leonel de aquí y sé que no se irá así se lo pida de rodillas. Sé que no se irá hasta cerciorarse de que yo esté lejos de cualquier chico.

Los dedos de Leonel se entrelazan entre los míos y cierro mis ojos. No puedo dejar que me afecte tanto. No puedo permitirle hacer ése tipo de cosas, porque lo único que hace es dañarse a él mismo. La lluvia ha cesado considerablemente y me encamino por una de las banquetas del campus.

— ¿A dónde vamos? —pregunta Leonel, cuando nos alejamos del rugido de la fiesta.

Mi mirada se clava en una pareja de novios que se besa con frenesísobre el capo húmedo de un auto. No puedo responder. Mi garganta está cerrada por las inmensas ganas que tengo de llorar, pero no me permito ser débil. Si quiero enfrentar a Leonel, no puedo ser débil.

Caminamos hasta los edificios de los dormitorios y lo hago subir tres pisos de escaleras hasta llegar a donde comparto habitación con Cleo.

Él no ha dicho una sola palabra más. Está tan callado que me da miedo mirarlo. Nunca sé qué es lo que está pensando, pero su silencio no debe ser algo alentador.

Suelto su mano para rebuscar mis llaves, y lucho contra el cerrojo de la puerta. Nunca he tenido problemas para entrar al dormitorio, pero estoy tan nerviosa y alterada, que no puedo controlarme. Cuando la puerta da de sí, me giro para mirarlo. Sus ojos azules están clavados en mí. Uno de ellos está tan hinchado que casi se cierra; aún así, me siento intimidada por la intensidad con la que me mira.

—Entra —digo en un susurro firme y me aparto para dejarlo pasar.

Él da unos pasos y se queda en el umbral unos segundos antes de decidirse a entrar completamente.

Enciendo la luz, revelando la poca intimidad que compartimos Cleo y yo. El maquillaje está regado por el tocador; sobre mi cama hay tres vestidos diferentes y dos blusas de Cleo. Mis botas de combate están arrumbadas junto a la canasta llena de la ropa sucia y mi portátil está tirado a mitad del cuarto, conectado al cargador.

Siento el rubor instalarse en mis mejillas cuando noto cómo registra la habitación. Aún estoy alterada, así que decido aferrarme a ese sentimiento para no dejar que la vergüenza se apodere de mí.

—Ven aquí —pido abriendo la puerta del reducido cuarto de baño.

Leonel me mira, dudoso, pero entra sin oponer resistencia. —Siéntate —señalo el escusado, el cual, tiene la tapa baja.

Se sienta haciendo una mueca de dolor y una punzada recorre mi pecho. Odio verlo así. Odio ver su rostro hinchado, y su nariz y boca llenas de sangre. Tomo una pequeña botella de alcohol que Cleo tiene guardada tras el espejo del baño, y tomo unas esponjas para desmaquillar cuando me doy cuenta de que no tenemos algodón.

Aplico alcohol en la esponja y me acerco a Leonel, quien tiene la mirada clavada en la loza del baño. —Aquí —digo, acomodándome frente a él, entre sus piernas abiertas.

Él alza la vista y se endereza para dejarme trabajar. Comienzo a limpiar sus heridas con todo el cuidado que me es posible en mi estado nervioso. Mis manos aún tiemblan ligeramente, pero ya no es tanto como hace unos momentos.

Su ceja tiene un corte y su ojo está hinchado. Se le hará un moretón. Tiene la nariz amoratada, pero no parece habérsela roto y su labio inferior está reventado.

— ¿Estás enojada conmigo? —pregunta y aprieto los dientes. Por supuesto que estoy enojada. Por supuesto que quiero golpearlo por ser tan idiota e impulsivo, pero me limito a continuar con mi tarea.

—Estás enojada conmigo —afirma y noto la tristeza en el tono de su voz.

Me separo de él para tomar otra esponja para desmaquillar y sus manos se clavan en mis caderas, anclándome en mi lugar. No me muevo. Mi mirada está fija en un punto en el suelo. No quiero mirarlo.

—Lucia, por favor, mírame —suena torturado. Casi me doblego… Casi—. Lucia, mírame.

Cierro mis ojos con fuerza y tomo una inspiración profunda. Su mano grande ahueca mi mejilla y me obliga a mirarlo. —No puedes golpear a todo el que se me acerque —digo con la voz enronquecida por el coraje.

—Lo sé —asiente y traga saliva—. Lo sé y lo siento. Yo…

—Tampoco puedes esperar que un “lo siento” lo arregle todo. Las cosas no funcionan de esa manera —lo interrumpo.

—Lo sé. Yo sólo lo vi tan cerca de ti que quise… —niega con la cabeza, desviando la mirada—, no sé controlarme. No sé ser de otra manera. Esto soy yo. Soy… Soy destrucción. Destruyo todo lo que toco. Yo…

—Leonel, mírame —pido. Mi voz suena áspera y ronca. Sus ojos torturados se clavan en los míos y reprimo el impulso repentino de abrazarlo—. No necesito que te controles. No necesito que seas de otra manera. Lo único que necesito es que confíes en mí.

—Confío en ti —su ceño se frunce en un gesto indignado.

—No. No lo haces. Si confiaras en mí, no reaccionarías así. No querrías golpear al primer idiota que se me parara enfrente —digo mirándolo a los ojos—. Si vamos a… —vacilo un segundo, porque no estoy segura de lo que voy a decir—, si vamos a seguir viéndonos, debes confiar en mí.

— ¿Estamos viéndonos? —confusión pura cruza sus facciones.

Yo ruedo los ojos al cielo y reprimo mi sonrisa. —No te emociones. Acabo de decidirlo, aún puedo cambiar de opinión.

—Yo no tengo citas —dice, pero noto un atisbo de sonrisa en las comisuras de sus labios.

—Y yo odio a los busca pleitos —me encojo de hombros.

—No soy un busca pleitos —refuta.

—Yo tampoco soy tu cita —digo alzando las cejas con superioridad.

—Quiero que seas mi cita —todo humor abandona su rostro—. Quiero llevarte a una cita adecuada. Quiero invitarte al cine, o un café, o a cenar… O las tres cosas la misma noche. Quiero que seas mi cita.

—Entonces necesito que confíes en mí —susurro, ablandándome por completo.

—Confío en ti —susurra acariciando mi mejilla con el dorso de su mano—. Si confío en ti, Lucia.

—Demuéstramelo, entonces —le sonrío suavemente y él me regresa la sonrisa.

— ¿Saldrás conmigo, entonces?

—Te dije que si —digo, con fingida exasperación.

—Sólo quería… Asegurarlo una vez más.

Un suspiro aliviado brota de mi garganta. Una parte de mí, la sensata, me dice que estoy siendo estúpida. Que no debo, ni siquiera, considerar el salir con él una vez más. Pero otra parte de mí, la estúpida y sensible, me grita que Leonel no es una mala persona. Es sólo un chico atrapado en sus impulsos violentos.

—Tu ojo está hinchándose cada vez más —digo con desaprobación.

Su boca se tuerce en una media sonrisa infantil y se encoge de hombros. —Nada que no baje en unos días.

— ¿No te importa en lo absoluto, cierto? —entrecierro los ojos y soy consciente del reproche pintando mi voz.

—He vivido con la cara hinchada la mitad de mi vida —dice y le creo.

— ¿Te gusta pelear? —pregunto tras un cómodo silencio.

—Me gusta la adrenalina —responde, haciendo una mueca mientras limpio el corte de su ceja.

Me concentro en terminar de limpiar su rostro y sonrío al verlo hacer muecas del dolor. — ¿Te gusta verme sufrir? —pregunta cuando he terminado.

—Creo que es un precio justo por ser impulsivo —me encojo de hombros reprimiendo mi sonrisa.

—No soy impulsivo, Lucia —dice con calma—. Soy violento. Son cosas diferentes. No te lo niegues. Soy así yo…

— ¿Por qué te empeñas en hacerte quedar como una mala persona? —espeto con brusquedad.

—No me empeño en hacerme quedar de esa forma. Estoy diciéndote la verdad. Soy sincero contigo. No quiero que tengas una idea errónea de mí. Yo soy de ésta forma. No puedo ser de otra, ¿entiendes?, no puedo ser de otra manera —dice. Su voz suena más ronca de lo normal y vuelco mi vista en él.

—“Somos lo que hemos querido ser, y siempre podremos dejar de ser lo que somos” —cito a Sartre, mi filósofo favorito.

—Eso es pura mierda —su ceño se frunce—. La gente no cambia, al contrario, se refina con el tiempo.

—Yo creo fervientemente que, si lo quieres, lo puedes —respondo colocando el alcohol en su lugar.

— ¿Crees que no quiero cambiar? —su pregunta me saca de balance y lo miro con cautela.

—Creo que si quisieras…

— ¡Lo he intentado! —espeta duramente y doy un paso hacia atrás, asustada por su reacción.

Su expresión decae y mi corazón se estruja. Se pone de pie y yo intento acercarme, pero ahora es él quien da un paso hacia atrás. Su mirada está clavada en mí.

—L-Leonel… —tartamudeo, insegura de qué hacer. Quiero acortar la distancia que nos separa y al mismo tiempo quiero salir corriendo porque sé que está molesto… O al menos, eso creo.

— ¿Me tienes miedo? —pregunta de pronto, con la voz entrecortada.

— ¡No! —Respondo de inmediato—, ¡Por supuesto que no!

—Estuve a punto de golpearte —me recuerda—. Le quebré la nariz a un imbécil en un boliche y estoy bastante seguro de que acabo de romperle la nariz a otro hace un rato. Comprendería si dices que me temes.

—Acepté salir contigo —le recuerdo.

—Prácticamente te obligué a aceptar.

— Fui a tu pelea sin que me obligaras a hacerlo. Acepté ir contigo al boliche terminado tu pelea y salí de esa fiesta contigo…

—Saliste conmigo de esa fiesta porque sabías que solo tú podías detenerme —la tristeza se filtra en su expresión.

—Pude haber dejado que Colton te sacara de la fiesta, pero no lo hice…

—Porque te preocupabas por el idiota al que golpeé —me interrumpe.

— ¡Porque me preocupo por ti! —Espeto—, ¿es tan difícil para ti aceptar que alguien se preocupa por ti?

La mirada de Leonel es de completa sorpresa. —Tengo tanto miedo de arruinarlo contigo —dice en un susurro ronco y torturado. El dolor pinta sus facciones y noto cómo sus ojos se llenan de lágrimas—. Tenía mucho tiempo sin sentirme de ésta forma y no quiero alejarte. Las personas suelen alejarse de mí. No hablo con mis papás desde hace más de un año, y…

Mi corazón se estruja al mirar su expresión torturada y avanzo con cautela. No quiero asustarlo. No quiero que huya de mí. No quiero que se aleje. Es la primera vez que lo veo tan vulnerable. Es la primera vez que su coraza se despedaza delante de mí. Las puntas de mis zapatos tocan la punta de sus vans y alzo mis brazos con torpeza, envolviéndolos alrededor de su cuello. Tengo que pararme en puntas para afianzar mi abrazo y lo siento tensarse. Aprieto mis brazos con mucha fuerza y sé que, seguramente, estoy haciéndole daño.

Le toma un momento comenzar a relajarse y, cuando lo hace, envuelve sus brazos en mi cintura, hundiendo la cabeza en mi cabello. Está temblando. Estoy temblando.

Soy capaz de escuchar los latidos frenéticos de mi corazón. Me aterra lo que estoy sintiendo en éste momento. Tengo miedo de la forma en la que me mira, como si yo pudiese salvarlo. Tengo miedo de lo que espero de él, porque no sé si él pueda lograrlo; de que un día, pierda el control y se pierda a él mismo; de que no me importe su pasado. Tengo mucho miedo de la manera en la que está incrustándose en mi vida…

—Quiero hacer esto bien —murmura contra mi cabello y un nudo se instala en mi garganta.

—Un paso a la vez, Leonel —susurro en su oreja—. Conóceme. Déjame conocerte y… Hagamos esto de la manera correcta.

Él asiente con entusiasmo y no puedo evitar sonreír. —No voy a arruinarlo.

—Nadie va a arruinarlo —aprieto mis brazos a su alrededor y él inhala fuerte.

— ¿Lucia?

— ¿Sí?

—¿Quieres salir conmigo? —una risa estúpida me asalta porque es la cuarta vez ésta noche que me lo pide y asiento.

—Sí, Leonel. Quiero salir contigo...

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12 Capítulo 12 | Leonel
13 Capítulo 13 | Lucia
14 Capítulo 14 | Leonel
15 Capítulo 15 | Lucia
16 Capítulo 16 | Leonel
17 Capítulo 17 | Lucia [Primera parte]
18 Capítulo 17 | Lucia [Segunda parte]
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20 Capítulo 19 | Lucia
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35 Capítulo 34 | Leonel | Parte 1
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37 Capítulo 35 | Lucia
38 Capítulo 36 | Leonel
39 Capítulo 37 | Lucia | ¡Final?
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42 Capítulo 3 | Leonel
43 Capítulo 4 | Lucia
44 Capítulo 5 | Leonel
45 Capítulo 6 | Lucia
46 Capítulo 7 | Leonel
47 Capítulo 8 | Lucia
48 Capítulo 9 | Leonel
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