Capítulo 7 | Lucia

Leonel aparece vistiendo unos vaqueros negros entallados, y una camisa de botones a cuatros azules. Lleva una chaqueta de piel encima, y luce fresco y limpio.

Tiene un pequeño moretón en el pómulo y su ojo está ligeramente hinchado. De ahí en más, no puedo reconocer ninguna clase de herida causada por la pelea. El corazón me da un vuelco cuando me sonríe mientras camina en nuestra dirección, con las manos en los bolsillos de los pantalones.

Detrás de él, viene Colton.

Cleo aprieta mi brazo con fuerza. Es todo lo que tiene que hacer para que me dé cuenta de lo nerviosa que se encuentra. Colton lleva una camisa de botones blanca y unos vaqueros oscuros. Luce imposiblemente atractivo. Entiendo el nerviosismo de Cleo.

—Él es Colton —dice Leonel señalando hacia el chico a sus espaldas. Colton nos saluda con una sonrisa y un beso en la mejilla.

—Soy Lucia y ella es Cleo—digo señalando a mi amiga.

Colton le guiña un ojo a Cleo y noto cómo ella se ruboriza un poco. — ¿Cuál es el plan? —pregunta Colton mirándonos a todos.

— ¿Un bar? —sugiere Leonel.

—Buena suerte, con eso —Cleo rueda los ojos al cielo—. Lucia no bebe.

Siento el rubor extenderse por mi rostro y tengo ganas de golpear a Cleo en las costillas para que se calle. Leonel me mira con incredulidad, pero sonríe.

—No estoy en contra de los bares —me encojo de hombros—. Puedo tomar lo que sea.

— ¿Un café? —sugiere Colton.

— Estábamos pensando en algo como… —miro a Cleo por algo de apoyo.

—Boliche —termina Cleo por mí.

Colton y Leonel se miran y sonríen. —De acuerdo. Boliche, será —Leonel asiente y saca las llaves de su auto—, ¿nos vamos?

—Traigo mi coche —digo con una sonrisa de disculpa—. ¿Nos vemos ahí?

Él me mira unos segundos y le lanza sus llaves a Colton. —Llévate mi carro. Yo me voy con Lucia y tú con Cleo —no puedo disimular la sonrisa idiota que me asalta.

— ¡Tranquilo, tigre!, hacerte el interesante podría funcionar —se burla Cleo; y la miro con exasperación, sin embargo, no puedo dejar de sonreír.

Leonel se rasca la nuca y sonríe tímidamente. ¿Se está ruborizando?...

Sin decir una palabra más, nos encaminamos hasta donde he dejado mi viejo Chevelle. Abro la puerta del piloto y me introduzco dentro para quitarle el seguro a su puerta. Él la abre y alza las cejas con incredulidad. — ¿Un bate?

—Llámame paranoica, pero me siento más segura si lo llevo conmigo —digo lanzándolo al asiento trasero.

Una risa limpia y fresca brota de su garganta mientras se sienta a mi lado. Enciendo el auto, rezando mentalmente para que no vaya a fallar. Conduzco mientras él busca algo que poner en la radio y se detiene en una canción que conozco.

Comienzo a tararear en voz baja y Leonel sube el volumen. Yo lo miro con indignación y comienzo a cantar más fuerte. Él sube el volumen una vez más y estoy cantando a todo pulmón. Siento la mirada de Leonel sobre mí y sonrío.

Él baja el volumen y me detengo en una luz roja. — ¿Alguna vez alguien te ha dicho que deberías dedicarte a cantar? —dice. Yo lo miro con incredulidad.

—No —lo veo como si estuviese completamente loco.

—Pues deberías.

— ¡No te burles de mí! —le golpeo el brazo juguetonamente, y él me detiene antes de que retire mi brazo. Sus dedos se deslizan hasta que toma mi mano por el dorso y la guía hasta la palanca de velocidades, colocando su mano sobre la mía.

Mi corazón late con fuerza contra mis costillas y quiero gritar de la emoción. Su mano se siente cálida y callosa, y es mucho más grande que la mía. Casi puede cubrirla con totalidad. Me siento ansiosa. Nerviosa.

Llegar al boliche es toda una experiencia. Leonel no ha apartado su toque de mi mano y estoy eufórica. Me mira cada pocos minutos y me sonríe de una manera tan arrebatadora, que me quedo sin aliento todas y cada una de las veces que lo hace.

Cleo y Colton están esperándonos en la entrada del establecimiento cuando llegamos. Al entrar, no nos permiten pagar nada. Ellos cubren los gastos de la mesa y nos dividimos en dos equipos: chicos contra chicas. He jugado boliche en muchas ocasiones, así que estoy bastante segura de que puedo patearles el trasero si me lo propongo.

Leonel fanfarronea mientras realiza su primer tiro. Sonrío cuando veo que ha tumbado casi todos los pinos de un solo golpe.

El segundo lo falla, pero de todas formas alardea—: Señoritas, vamos a barrer con ustedes.

Colton hace sus tiros pero sólo le quedan dos pinos por tirar.

Cleo toma una bola y Colton se pone de pie. Comienza a instruirla cómo agarrar la bola y cómo tirarla, pero sé que es sólo un truco para tocarla y estar cerca.

Sonrío cuando Cleo tira y golpea cuatro pinos. Leonel se burla un poco de la torpeza de mi amiga y yo le sonrío, alzando las cejas con incredulidad. Él me guiña un ojo y yo me encamino para tomar una bola. Cuando me doy la vuelta veo a Leonel parado justo a mi lado.

— ¿Qué crees que estás haciendo? —pregunto reprimiendo una sonrisa idiota.

—Seré caballeroso y te enseñaré a tirar —dice encogiéndose de hombros.

Yo alzo las cejas con superioridad y tomo la bola introduciendo mis dedos en ella. —Puedo hacerlo sola…—diciendo esto, me coloco unos pasos detrás de la canaleta, avanzo y tiro.

La bola hace su camino hasta golpear los pinos y, para mi buena suerte, todos caen.

Estoy tan emocionada que quiero gritar. Nunca he hecho algo así, pero no dejo que mi rostro refleje la euforia que siento por dentro. Miro a Leonel, quien mira directamente hacia el lugar donde los pinos están volviendo a acomodarse.

—He hecho esto antes —fanfarroneo un poco y le guiño un ojo.

Él me regala una sonrisa incrédula y mi corazón da un vuelco dentro de mi pecho cuando aparta un mechón de cabello de mi cara y lo coloca detrás de mi oreja.

Seguimos jugando. Cleo comienza a hacer tiros buenos cuando controla el peso de la bola. Leonel hace tiros espectaculares, pero no dejo que note el asombro en mis facciones. Colton ha encargado una pizza y cervezas. Leonel tiene la amabilidad de pedir un refresco para mí y le agradezco con una sonrisa.

Es el turno de Leonel cuando un chico se acerca a la mesa y se para delante de mí.

— ¡Hola!, soy George —abro la boca para responder pero ninguna palabra sale de mi boca. No estoy acostumbrada a ser abordada de ésta forma. —. Escucha, me preguntaba si podrías darme tu teléfono.

Me aclaro la garganta y miro en dirección a Leonel, quien acaba de tirar. —Vengo con alguien —lo señalo.

George gira su cabeza para mirar a Leonel y vuelve a mirarme. — ¿Están viéndose en serio?, quiero decir, ¿están buscando algo serio?

Abro la boca para responder, pero todo sucede a una velocidad impresionante.

George se precipita hacia atrás y, de pronto, cae al suelo estrepitosamente. Me levanto de un salto. Todo pasa en cámara lenta. George está sangrando en el suelo, cubriéndose la boca, gimiendo de dolor. Colton tira de Leonel hacia atrás, pero apenas puede sostenerlo. Cleo tiene la mirada horrorizada y yo me precipito a ayudar al pobre diablo a levantarse.

Miro en dirección a Leonel, quien tiene la vista fija en el chico al que acaba de golpear y no puedo creerlo. No puedo creer que lo haya golpeado así como así. La impotencia y el coraje se arremolinan dentro de mi pecho. Estoy furiosa. ¿Acaso cree que iba a darle mi teléfono a un desconocido cuando ni siquiera se lo he dado a él?, ¿acaso cree que iba a ponerme a coquetear con un imbécil habiendo ido a ése lugar con él?, ¿Por quién demonios me toma?...

— ¡¿Qué demonios está mal contigo?! —digo con la voz entrecortada por el coraje.

La mirada de Leonel se posa en mí y noto un destello de dolor en su expresión, pero no me importa. ¿Cómo es posible que haya hecho esto?...

Los encargados del lugar vienen en nuestra dirección con un botiquín de primeros auxilios. Me retiro para dejarlos trabajar. Tiene la nariz rota. Le rompió la nariz.

“¿Qué tan fuerte tiene que golpeársele a alguien para romperle la nariz?...” la respuesta me aterroriza. No quiero saberlo.

No dejo de disculparme con el chico. Estoy tan apenada, tan enojada, tan…, decepcionada. Leonel es así. Actúa por instinto. No puede contenerse.

—Me temo que voy a tener que pedirles que se retiren —nos dice el gerente del lugar.

Tomo mis cosas sin siquiera mirar a Leonel, y salimos al estacionamiento. No quiero estar enojada con él… Pero lo estoy. Estoy furiosa.

Caminamos sin decir una palabra. No quiero mirarlo. Sé que está detrás de mí pero no estoy lista para mirarlo sin estallar. Cleo aprieta mi mano en un gesto conciliador.

—Lucia… —su voz suena torturada, pero no voy a permitir que eso me ablande. Acaba de golpear a alguien sin razón alguna. Acaba de golpear a alguien sólo porque se acercó a mí. Acaba de romper la nariz de una persona sólo porque alguien se atrevió a hablar conmigo.

—Lucia, por favor… —siento su mano enredándose en mi brazo, pero no quiero que me toque. Hace quince minutos habría buscado cualquier motivo para que me tocara, y ahora ni siquiera puedo mirarlo.

Tiro mi brazo fuera de su agarre y me giro para encararlo. —Sólo quiero saber porqué —siseo. Las lágrimas se agolpan en mis ojos, pero no voy a llorar. No voy a llorar delante de él una vez más.

No responde. Se queda ahí, a mitad del estacionamiento, mirándome fijamente con la mandíbula apretada.

—Vine aquí CONTIGO —hago énfasis en la palabra, para que le quede claro—. ¿Creías que iba a irme con el primer idiota que se me pusiera enfrente?

Noto cómo sus puños seabren y se cierran una y otra vez. Sé que está tratando de contenerse, pero yo no puedo parar. No puedo detener las palabras de mi boca—: ¿Creías que no iba a rechazarlo?, ¿creías que iba a dejarte ahí, tirado en medio de un juego de boliche, para ir a besuquearme con él? —Mi voz se eleva con cada palabra que pronuncio—, ¿creías que iba a darle mi teléfono a un completo desconocido?, ¿de verdad creías que iba a dárselo a alguien que no fueras tú?

Estoy temblando del coraje y la impotencia. —Lo siento —susurra, y mi corazón se estruja dentro de mi pecho—. Lo siento mucho. Yo no pensé…

— ¡Exacto! —Lo interrumpo—, ¡No pensaste, sólo actuaste!

Las venas de su cuello saltan, su rostro se ha enrojecido un poco y me trago las palabras que me quedan por decir. Siento la mano de Cleo apretando la mía y me giro sobre mis talones. Quiero irme de aquí. Quiero alejarme de él, porque siento que voy a hacerle más daño si sigo hablando.

—Lucia… —dice a mis espaldas, pero yo no me detengo. Tengo que alejarme. Tengo que alejarme de él—. Lucia, por favor…

Me detengo y giro sobre mis talones, una vez más. Me siento tan frustrada, que podría gritar en éste momento.

— ¿Tienes una idea de cuántas ganas tenía de pasar el tiempo contigo? —pregunto con un nudo en la garganta. Mis ojos están a punto de desbordarse por las lágrimas contenidas.

El dolor destella en su mirada, y siento como si me hubiesen golpeado en el estómago cuando veo su expresión torturada.

—Pensé en ello toda la semana —me sincero—. Te busqué la mirada en el campus una y mil veces, solo para que te acercaras a decir “hola”. Intenté acercarme una y mil veces, sólo para decir “hola”; pero lo único que hacías era hacer como si yo no existiera —una risa carente de humor brota de mi garganta y tiro de mi cabello con frustración—. Sólo quería que esto saliera bien. Sólo…

—Yo también quería pasar tiempo contigo. Yo también lo buscaba. Yo… ¡Maldita sea!, ¡No quería arruinarlo!

Tira de su cabello mientras camina de un lado a otro con expresión torturada. Me trago mis lágrimas y tomo un par de inspiraciones profundas.

—Sólo…, ya no me busques —susurro mirando al suelo. No quiero verlo. No quiero verlo a los ojos. No quiero ver su expresión dolida una vez más.

No lo miro cuando avanzo hacia mi carro. No lo miro cuando entro a él seguida de Cleo. No lo miro cuando arranco y salgo del lugar.

Estoy temblando. Estoy a punto de quebrarme y no entiendo cómo es que me importa tanto si acabo de conocerlo. Me orillo en la carretera y tomo un par de inspiraciones profundas. No quiero llorar. No quiero llorar. No quiero llorar…

La mano de Cleo se posa en mi espalda, y el nudo de mi garganta se aprieta.

— ¿Estás bien? —pregunta.

Yo asiento con la cabeza. No puedo hablar.

—Lo lamento mucho—susurra.

Cierro mis ojos y un par de lágrimas se me escapan, pero las limpio rápidamente. —Ni siquiera sé porqué me importa tanto —digo con la voz entrecortada.

—Porque te gusta, estúpida —me echo a reír entre lágrimas al escuchar a Cleo llamándome de esa forma—. Y tú también le gustas a él.

Mi mirada se posa en Cleo y ella me sonríe. —Si no supiera todo lo que se de él, te diría que eres una idiota por dejarlo ir.

—Pero sabes más de él de lo que te gustaría —susurro mirando mis manos sobre el volante.

—Lamentablemente —hace una mueca de disgusto—. Leonel es así, Lucia. Siempre ha sido así.

Sus palabras calan en mis entrañas a pesar de que sé que son ciertas. ¿Qué esperaba?, ¿Qué esperaba de Leonel?... ¿Qué esperaba de mi?, ¿Qué está pasando conmigo?

Capítulos
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2 Capítulo 2 | Leonel
3 Capítulo 3 | Lucia
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6 Capítulo 6 | Leonel
7 Capítulo 7 | Lucia
8 Capítulo 8 | Leonel
9 Capítulo 9 | Lucia
10 Capítulo 10 | Leonel
11 Capítulo 11 | Lucia
12 Capítulo 12 | Leonel
13 Capítulo 13 | Lucia
14 Capítulo 14 | Leonel
15 Capítulo 15 | Lucia
16 Capítulo 16 | Leonel
17 Capítulo 17 | Lucia [Primera parte]
18 Capítulo 17 | Lucia [Segunda parte]
19 Capítulo 18 | Leonel
20 Capítulo 19 | Lucia
21 Capítulo 20 | Leonel
22 Capítulo 21 | Lucia
23 Capítulo 22 | Leonel
24 Capítulo 23 | Lucia
25 Capítulo 24 | Leonel
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27 Capítulo 26 | Leonel
28 Capítulo 27 | Lucia
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30 Capítulo 29 | Lucia
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32 Capítulo 31 | Lucia
33 Capítulo 32 | Leonel
34 Capítulo 33 | Lucia
35 Capítulo 34 | Leonel | Parte 1
36 Capítulo 34 | Leonel | Parte 2
37 Capítulo 35 | Lucia
38 Capítulo 36 | Leonel
39 Capítulo 37 | Lucia | ¡Final?
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41 Capítulo 2 | Lucia
42 Capítulo 3 | Leonel
43 Capítulo 4 | Lucia
44 Capítulo 5 | Leonel
45 Capítulo 6 | Lucia
46 Capítulo 7 | Leonel
47 Capítulo 8 | Lucia
48 Capítulo 9 | Leonel
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