Capítulo 2 | Leonel

La cafetería está atestada de gente.

La fila para la comida es tan larga que busco a alguien conocido para colarme. En la mesa que suelo sentarme, se encuentran los tres idiotas que se hacen llamar mis amigos: Charles, Will y Alex.

 Doy una ojeada a la fila una vez más y vislumbro un familiar color de cabello. Estoy a punto de echarme a andar, cuando siento una mano enredándose en mi muñeca.

Me giro sobre mis talones y me topo de frente con una chica. Es casi tan alta como yo, su cabello rubio teñido cae sobre su pronunciado escote; sus ojos verdes están maquillados con colores oscuros, y el color rosa de sus labios resalta la blancura de su piel. Sé que la conozco, pero no puedo recordar su nombre.

— ¿Qué tal tus vacaciones, Leonel? —su voz suena tan sugerente que reprimo una sonrisa. Me encojo de hombros y le dedico mi sonrisa más encantadora.

 —Estuvieron de lo más aburridas, ¿las tuyas? —pregunto cortésmente.

 Su mirada se ilumina por completo antes de morder su labio inferior y murmurar—: Jodidamente malas. Te extrañé un mundo.

 Los recuerdos se agolpan en mi memoria a una velocidad impresionante. Ella en la fiesta del campeonato el año pasado, ella besándome, ella en mi cama durante tres días…

Mi sonrisa se ensancha y acaricio su mejilla con el dorso de mi mano. —Oh, cariño. Sobre eso… —me acerco a ella, sólo un poco, pongo un mechón de cabello detrás de su oreja y susurro para que sólo ella pueda escucharme —, ha sido un error. No quiero nada serio con nadie por el momento. Tú sabes, el campeonato está a punto de comenzar una vez más, y esta vez, no pienso perder. Necesito estar concentrado.

 No le miento. Todo lo que le digo es verdad, no quiero una relación, necesito concentrarme en el campeonato y no voy a permitir que nada se interponga entre mi meta y yo.

Veo su rostro transformándose en una mueca de disgusto y decepción. —Pero creí que…

 —Escucha, cariño —la interrumpo—, lo siento. Pero yo no tengo relaciones serias. Lamento que creyeras lo contrario.

 Antes de que pueda responder, me giro sobre mis talones y avanzo hacia la chica que vi con anterioridad. Estoy ansioso por tener a Lucia Hale entre mis brazos, cuando de pronto, la veo…

La chica del Chevelle está ahí, a pocos metros de distancia, colocando comida en una bandeja. Su cabello es más oscuro de lo que recordaba, sus pestañas maquilladas casi cubren sus ojos, su nariz pequeña y delicada le da un aspecto infantil y entonces, me encuentro caminando hacia ella. ¿Qué demonios estoy haciendo?...

 —Hola, virgen —murmuro contra su oreja y ella da un respingo. La satisfacción de provocar eso en ella me hace querer sonreír, pero lo reprimo.

 Ella se gira y me mira durante una fracción de segundo, antes de hacer una mueca de desagrado. ¡Malditas sean sus muecas!, ¡Me encantan!

 —Seré un caballero contigo y pagaré tu desayuno —digo sacando la cartera de mi bolsillo trasero.

 —Puedo pagar mi comida, gracias—dice girándose sobre sus talones. Yo sonrío con irritación—. Ve a ser caballeroso con otra persona.

 —Escucha, ¿Lucia, cierto? —Digo, a pesar de que no he podido olvidar su jodido nombre—, la cosa está así: no me gusta que me digan que no. Pónmelo sencillo y coopera. Prometo que vamos a divertirnos mucho.

Sólo estoy fanfarroneando. No soy tan idiota. Sólo quiero molestarla. Ella se vuelve hacia mí y me encara con una ferocidad que me toma desprevenido. No estoy acostumbrado a que me reten. Nunca; nadie se atreve a retarme.

—Escucha, Louis —dice y aprieto mi mandíbula, ¿no recuerda mi nombre? —, la cosa está así: estás acostumbrado a tener lo que deseas, cuando lo deseas y como lo deseas; pero yo no soy así. A mí no me apetece cumplir cualquiera de tus caprichos. Así que, por favor, déjame en paz.

Tengo que hacer acopio de toda mi fuerza para no estallar. Estoy hirviendo del coraje, quiero golpear algo con mucha fuerza en este momento, pero aprieto los puños y tomo una respiración profunda.

Le dedico mi mejor sonrisa y asiento. —De acuerdo. Te dejaré en paz…

 —Gracias —me interrumpe.

 — ¡Pero! —digo, y capto su atención antes de que vuelva a girarse. Noto las miradas curiosas que empiezan a dirigirse hacia nosotros—, tienes que salir conmigo. Sólo una vez. Una cita, sin compromiso alguno.

 Ella me observa y yo la observo a ella. Sus ojos marrones son más expresivos y grandes de lo que recuerdo, su boca es pequeña y mullida… Besable. Su piel morena clara hace resaltar sus delicadas facciones y, por un momento, me quedo sin aliento. Es la niña más bonita que he visto en mi vida.

 No es guapa. No es ardiente. No es hermosa… Es bonita. Hay algo en ella la hace bonita. Su mirada expresiva, la forma que toman sus pómulos cuando sonríe, su desastroso cabello… Algo en ella, la hace destacar. ¿Cómo no me di cuenta de esto anoche?...

— ¿Crees, de verdad, que yo quiero salir contigo?

 Mis ojos viajan hasta sus labios, los cuales reprimen una sonrisa, y la miro a los ojos una vez más. —Creo, de verdad, que deberías saber que yo no invito a salir a nadie. Yo no tengo citas, ni relaciones, ni todas esas cosas que les gustan a ustedes, las chicas. ¿Qué es lo peor que podría pasarte?, ¿Qué desperdicies un par de horas de tu tiempo con un idiota como yo?, prometo comportarme y no volver a molestarte después.

 ¿Por qué, en el infierno, estoy haciendo esto?, ¿Qué está mal conmigo?, ¿Le estoy rogando a una chica para que salga conmigo?, ¡Maldita sea, Leonel Alvarez, eres un imbécil!

Veo la duda en su mirada y mi ansiedad crece. Sus ojos se clavan en los míos y contengo el aliento. Mi corazón se dispara en latidos irregulares. ¡Al jodido demonio con Margaret!, Lucia Hale tiene que ser mía. Tengo que robarle un maldito beso. ¡Tengo! Qué. Robarle. Un. Maldito. ¡Beso!

—Me han hablado sobre ti —dice y un hoyo se forma en la boca de mi estómago. Quiero preguntar qué le han dicho, quiero que me diga quién se lo ha dicho y quiero ir a golpear a esa persona. ¿Por qué no dejan de meterse en mi vida?

—Todo lo que te digan es mentira —miento, pero noto que ella no me cree. Una punzada de decepción alcanza mi pecho.

— ¿Estás a la defensiva? —su pregunta me saca de balance una vez más.

 — ¡No! —espeto y ella alza las cejas con incredulidad.

 — ¡Ya dile que sí y muévanse de la jodida línea! —grita una voz al fondo de la fila.

Ni siquiera miro cuando alzo mi mano derecha y le dedico una seña obscena. — ¿Sales conmigo? —vuelvo a preguntar y esta vez tengo miedo de su rechazo. ¿Por qué tengo tanto miedo de escuchar un: ¿no?...

 — ¿Me dejarás en paz?

 —Te doy mi palabra.

 —No estoy segura de que seas un hombre de palabra —hace una mueca, y quiero plantar mis labios donde los suyos se fruncieron.

 —Lo soy —afirmo. De verdad lo soy. Soy un hombre de palabra. Seré un hijo de perra, un imbécil y un mujeriego, pero tengo palabra. La tengo.

 Suspira, como si estuviera tomando la decisión más difícil de su vida y quiero golpear a quien sea que le haya dicho cualquier cosa sobre mí. —De acuerdo —dice finalmente—. Me gusta la comida mexicana y la puntualidad. Vivo en el edificio Gamma, te veo el sábado a las ocho en el estacionamiento de donde vivo. Si llegas un solo minuto tarde, no iremos a ningún lado.

Una sonrisa se filtra por mis labios y asiento. — ¡Señor, sí, señor! —hago una seña militar y ella rueda sus ojos, reprimiendo una sonrisa—, te veo el sábado, Lucia.

Me giro sobre mis talones y me echo a andar por la cafetería, intentando lucir despreocupado, cuando en realidad estoy eufórico. Lucia Hale va a ser mía. Tiene que serlo.

~*~

Estoy bañado en mi propio sudor. Concentro toda mi atención en el saco frente a mí y golpe con mucha fuerza. Una, dos, tres, cuatro, cinco veces, con ritmo…

Los nudillos me duelen, mis pulmones arden con cada bocanada de aire que inhalo, mis piernas tiemblan debido al esfuerzo físico y gruño, exigiéndole aún más a mi cuerpo.

El metal pesado ruge en mis orejas por los auriculares de mi reproductor y sigo el ritmo pesado de la batería.

La recuerdo. Recuerdo su sonrisa, sus manos en mis mejillas, su cabello color caramelo rozando mi cara, la presión de sus labios sobre los míos, la forma de sus curvas bajo mis dedos, su voz cantarina y angelical… Sus labios sobre los de otro jodido chico, sus manos en los hombros de alguien más, sus ojos mirándolo a él…

Golpeo con furia el saco y grito con impotencia y frustración.

Más recuerdos me golpean. La sangre en mis nudillos, los gritos desesperados de ella, la cara hinchada del hijo de puta debajo de mi cuerpo, mis gritos de rabia, la ira estallando desde lo más profundo de mí ser.

Gruño de nuevo y golpeo el saco con más fuerza.

Recuerdo la celda de la delegación, la mirada aterrorizada de mis papás, los gritos del padre del hijo de puta, las amenazas, el dolor emocional, el llanto, el peso sobre mis hombros, el juicio, las fotografías de la cara destrozada del chico, el informe médico, el coma del pobre diablo… Su muerte…

La mirada horrorizada de mi madre, la frustración en mi padre, el odio en los ojos de ella… Y, finalmente, la orden de restricción.

Yo lo maté. Yo lo maté… Por ella. Ella me jodió la vida. Ella me jodió la existencia. Ella me hizo una mierda.

Golpeo tan fuerte, que el saco sale del gancho que lo sostiene y golpea la duela del gimnasio. Mis manos tiemblan, mis ojos están llenos de lágrimas, lágrimas que no derramo. Nunca las derramo. Mi respiración es agitada y entrecortada, y me odio. Me odio por lo que hice. Me odio por no saber controlarme…

—Vas a romperte una muñeca si sigues golpeando de esa forma sin guantes —la voz familiar a mi espalda me hace suspirar, intentando tranquilizarme.

—Deja de meterte en lo que no te importa —espeto sin despegar la mirada del saco.

—Leonel, si sigues exigiéndote de esa forma, vas a acabar con tu cuerpo. No vas a tener oportunidad alguna en el campeonato de este año.

Me giro y encaro a Colton, mi compañero de equipo. Ambos entrenamos con el mismo instructor. Ambos participamos en la misma categoría. Yo siempre adelante, él siempre pisándome los talones.

Yo siempre el segundo lugar en los campeonatos de boxeo, Colton siempre en tercero. Al inicio no me agradaba. Al principio, ni siquiera podía mirarlo. Ahora, se ha convertido en algo parecido a un amigo.

—Es todo tuyo —digo señalando al saco en el suelo.

Colton sonríe y niega con la cabeza. —Vete a casa, ‘backbreaking'.

Me limito a mostrarle mi dedo medio por burlarse de mi apodo de pelea y sonrío.

—Y tú vete a la mierda, ‘snake’ —me burlo de vuelta.

—Después de ti —me grita mientras me alejo.

—No cuentes con ello —grito con una sonrisa en el rostro, sin embargo, no puedo dejar de sentirme como una verdadera mierda.

Lo único que deseo en este momento es ahogarme en alcohol y no pensar más en esto. No torturarme una vez más… Lo único que deseo es encontrar a otra maldita mujer y pretender que es ella. Pretender que es la chica que me jodió la existencia.

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14 Capítulo 14 | Leonel
15 Capítulo 15 | Lucia
16 Capítulo 16 | Leonel
17 Capítulo 17 | Lucia [Primera parte]
18 Capítulo 17 | Lucia [Segunda parte]
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35 Capítulo 34 | Leonel | Parte 1
36 Capítulo 34 | Leonel | Parte 2
37 Capítulo 35 | Lucia
38 Capítulo 36 | Leonel
39 Capítulo 37 | Lucia | ¡Final?
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42 Capítulo 3 | Leonel
43 Capítulo 4 | Lucia
44 Capítulo 5 | Leonel
45 Capítulo 6 | Lucia
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