Heridas del pasado.

Lara estaba sentada en la sala de la casa de Rafael, sosteniendo una taza de té que apenas había tocado. Su hermano la observaba desde el otro extremo del sofá, con la mirada preocupada. Sabía que algo muy grave había pasado para que su hermana regresara después de tantos años de silencio, pero no quería presionarla.

Sin embargo, Lara sabía que no podía seguir guardando todo lo que había vivido. Era como una herida abierta que nunca cicatrizaría si no empezaba a hablar.

—Rafael... dijo al fin, rompiendo el silencio.

Él levantó la mirada, esperando pacientemente a que ella continuara.

—Hay muchas cosas que no sabes. Muchas cosas que... no quería admitir, ni siquiera a mí misma.

Rafael se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en sus rodillas.

—Tómate tu tiempo, Lara. Estoy aquí para escucharte.

Ella respiró hondo, intentando encontrar las palabras.

—Mi matrimonio con Orlando fue hermoso durante el primer año, pero después fue un infierno comenzó, con la voz temblorosa. No solo era él... también su madre, Gloria. Desde el momento en que me casé, ella se metió en todo. Criticaba cómo cocinaba, cómo me vestía, cómo criaba a Rashel. Orlando nunca hizo nada para defenderme. Siempre decía que debía respetar a su madre, que ella solo quería lo mejor para nosotros.

Rafael frunció el ceño, apretando los puños con fuerza.

—¿Y tú? ¿Por qué lo permitiste?

Lara lo miró, con lágrimas en los ojos.

—Porque lo amaba, Rafael. Creí que con el tiempo cambiaría, que aprendería a poner límites. Pero nunca lo hizo. Y yo... fui perdiendo fuerzas, hasta que dejé de luchar.

Hubo un momento de silencio incómodo antes de que Lara continuara.

—Pero todo empeoró después de que Rashel nació. Gloria se entrometía más que nunca, diciendo cómo debía criarla, qué debía darle de comer, incluso qué debía enseñarle. Y Orlando... simplemente lo permitía y si yo decía algo a su madre, él me agredía.

Rafael negó con la cabeza, intentando controlar su enojo.

—¿Y nunca pensaste en dejarlo antes?

—Lo pensé muchas veces, Rafael. Pero cada vez que intentaba hablar con Orlando, él me convencía de quedarme. Decía que me amaba, que Rashel necesitaba a sus padres juntos... y yo, por mi hija, lo soporté todo.

Lara bajó la mirada, observando la taza de té que sostenía entre las manos.

—Hasta que ocurrió lo peor.

Rafael se tensó al escuchar esas palabras. Sabía que se refería a Rashel, pero no quería interrumpirla.

—El día que Rashel murió... todo cambió continuó Lara, con la voz quebrándose. Orlando y yo estábamos discutiendo. Yo le había pedido el divorcio, y él se negó. Estaba furioso, y... casi me golpea. Rashel lo vio todo. Mi pequeña... ella salió corriendo de la casa, asustada.

Rafael cerró los ojos, como si al hacerlo pudiera alejar el dolor de las palabras de su hermana.

—Ella... cruzó la calle sin mirar. Un auto la atropelló. Murió al instante.

Lara rompió a llorar, y Rafael se levantó de inmediato para abrazarla.

—Lara... lo siento tanto murmuró, con la voz llena de emoción.

—No fue culpa del hombre que la atropelló dijo ella, entre sollozos. Fue culpa mía y de Orlando. Mi culpa por no haber tenido el valor de irme antes y buscar ayuda. Por haber permitido que Orlando me controlara, que su madre se metiera en nuestras vidas.

Rafael la sostuvo con fuerza, pero no dijo nada. Sabía que en ese momento, lo único que podía hacer era estar allí para ella.

Cuando Lara logró calmarse un poco, continuó:

—Orlando está siguiendo el caso del hombre que atropelló a Rashel. Yo ya declaré todo lo que pasó ese día, pero no me importa la sentencia que le den. Él no tuvo la culpa. Fue un accidente... el verdadero culpable somos los dos Orlando y yo...

—No, Lara. No digas eso interrumpió Rafael, con firmeza. Tú no eres la culpable. Orlando y su madre te manipularon durante años. No puedes cargar con toda la responsabilidad.Y el que atropello a Rashel es culpable indirectamente.

—¿Y qué más da, Rafael? respondió ella, con los ojos llenos de lágrimas. Rashel no va a volver. Ninguna sentencia, ningún castigo cambiará eso.

Rafael tomó las manos de su hermana entre las suyas.

—Lara, lo que te pasó es una tragedia, pero no puedes dejar que te consuma. Tienes que seguir adelante, por ti misma.

Ella asintió, aunque en su interior no estaba segura de cómo hacerlo.

—Dices que Rashel no va a volver, y tienes razón continuó Rafael. Pero ¿sabes qué? Ella vivirá en ti, en tu memoria, en tus recuerdos. No permitas que su pérdida sea en vano. Usa ese dolor para ser más fuerte, para reconstruir tu vida.

Lara lo miró, tratando de encontrar consuelo en sus palabras.

—Es fácil decirlo, Rafael... pero no sé si soy capaz de hacerlo.

—Claro que lo eres. Eres mi hermana, y siempre has sido más fuerte de lo que crees. No estás sola, Lara. Estoy aquí para ayudarte, y no pienso dejar que te hundas.

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