El silencio del dolor...

Orlando se sentó en la sala de su casa, rodeado de un silencio que parecía devorar cada rincón. Después de tantos años, no tenía a Lara ni a Rashel allí, y el dolor de su ausencia era insoportable. Las palabras de Lara resonaban en su mente como un eco repititivo: "Esto se acabó".

Mientras luchaba con su propia culpa y confusión, la puerta principal se abrió abruptamente. Era su madre, Gloria, quien, como de costumbre, entró sin tocar, arrastrando consigo su aire de autoridad.

—¡Orlando! exclamó, cerrando la puerta con fuerza. Me enteré de todo lo que pasó con esa mujer. ¡Te dije que no era buena para ti desde el principio!

Orlando levantó la mirada, su rostro pálido y agotado. No tenía fuerzas para discutir, pero el simple sonido de su madre criticando a Lara lo irritó profundamente.

—Mamá, no empieces dijo con voz baja pero firme.

Gloria, ignorando su tono, continuó hablando con la misma actitud altanera de siempre.

—Sabía que esto pasaría tarde o temprano. Esa mujer nunca fue digna de ti, Orlando. Era una mala esposa, siempre quejándose, y una madre terrible. Mira lo que pasó con la pobre Rashel...

Al escuchar mencionar a su hija, Orlando sintió cómo la ira se apoderaban dentro de él. Apretó los puños, intentando controlar el temblor en sus manos.

—¡No te atrevas a hablar de Rashel! le gritó, levantándose de golpe del sofá. ¿Qué sabes tú del dolor que estoy sintiendo?

Gloria dio un paso atrás, sorprendida por la reacción de su hijo. Nunca lo había visto alzarle la voz de esa manera. Pero, fiel a su carácter, no se dejó intimidar.

—¿Cómo te atreves a hablarme así? replicó, con los brazos cruzados. Soy tu madre, Orlando. Si me hubieras escuchado desde el principio, nada de esto habría pasado.

Orlando soltó una risa amarga, sacudiendo la cabeza.

—¿Escucharte? repitió, incrédulo. Mamá, ¿te das cuenta de lo que dices? Durante todos estos años, tú no hiciste más que meterte en mi matrimonio, criticar a Lara y tratarla como si fuera menos que nada. ¿Y sabes qué es lo peor? ¡Que yo lo permití!

Gloria frunció el ceño, claramente molesta.

—Porque ella no era suficiente para ti, Orlando. Yo solo quería lo mejor para ti.

Orlando la miró con una mezcla de furia y desilusión.

—¿Lo mejor para mí? dijo, con la voz quebrándose. ¿Es eso lo que piensas? ¡Arruinaste mi matrimonio, mamá! Siempre te metiste en nuestra vida, siempre menospreciaste a Lara, y yo fui un cobarde por no defenderla.

Gloria intentó interrumpir, pero Orlando levantó la mano, exigiendo silencio.

—No terminé dijo, con firmeza. Lara soportó tus críticas, tus humillaciones, tus constantes interferencias, y yo me quedé callado. ¿Sabes lo que eso hizo? La destruyó. Y ahora que ella se va, que mi hija está muerta, que estoy solo, ahora veo claramente el daño que te permití causar.

Gloria bufó, como si todo lo que decía Orlando fuera una exageración.

—Ay, por favor, Orlando. Esa mujer nunca fue buena para ti. Mira, de hecho, ya tengo en mente a alguien que sería una esposa ideal. Es hija de una amiga mía, educada, de buena familia, y...

—¡Basta! gritó Orlando, alzando la voz como nunca antes lo había hecho con su madre. ¿Te escuchas a ti misma? ¡Mi matrimonio se destruyó y mi hija murió hace poco tiempo, y tú estás aquí hablándome de otra esposa como si Lara y mi hija fuera un objeto reemplazable!

Gloria lo miró, boquiabierta, incapaz de creer que su hijo le estaba hablando de esa manera.

—Orlando... yo solo quiero lo mejor para ti balbuceó, intentando suavizar su tono.

Pero él ya no estaba dispuesto a escuchar.

—Si realmente quisieras lo mejor para mí, habrías apoyado mi matrimonio en lugar de destruirlo. Pero ya es tarde, mamá. Perdí a mi hija, perdí a mi esposa, y ahora entiendo que todo esto es en parte por tu culpa... y por la mía.

Gloria intentó decir algo más, pero Orlando levantó una mano para detenerla.

—Quiero que te vayas, mamá dijo, con un tono definitivo. Necesito tiempo para pensar, y no puedo hacerlo contigo aquí, metiéndote en mi vida como siempre lo has hecho.

—Orlando, no puedes hablarme así protestó Gloria, indignada. Soy tu madre.

—Y yo soy un hombre que necesita espacio respondió él, con firmeza. Por favor, vete.

Gloria lo miró fijamente, como si intentara encontrar las palabras adecuadas para hacer que cambiara de opinión. Pero finalmente, con un bufido de frustración, se giró y salió de la casa, cerrando la puerta de un portazo.

Orlando se dejó caer en el sofá, agotado tanto física como emocionalmente. Sintió que su vida era un fracaso. Había enfrentado a su madre, y aunque eso le daba una pequeña sensación de alivio, no podía ignorar su culpa con su esposa.

El rostro de Lara apareció en su mente, junto con las palabras que ella le había dicho en el hospital. "Lo único que me tenía atada a ti era mi hija". Esa frase lo había destrozado, porque sabía que era verdad. Durante años, había sido ciego al dolor de Lara, permitiendo que su madre la destruyera poco a poco.

Ahora, estaba solo, enfrentando las consecuencias de sus errores. Y aunque una parte de él quería luchar por recuperar a Lara, sabía que probablemente era demasiado tarde.Orlando comenzó a preguntarse si realmente era capaz de cambiar, o si ya había perdido todo lo que importaba.

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