El sol apenas comenzaba a iluminar la habitación cuando Lara abrió los ojos. Había pasado toda la noche despierta, dando vueltas en su cabeza, enfrentándose a la realidad que ya no podía ignorar. Su relación con Orlando no solo era insana, sino peligrosa. Y no era solo por ella, sino por Rashel. Su pequeña hija merecía un ambiente lleno de amor y tranquilidad, no una casa donde las discusiones y el desprecio eran el pan de cada día.
Mientras veía a Rashel dormir con su carita angelical y una ligera sonrisa, Lara tomó una decisión que, aunque difícil, era la única opción correcta. No podía permitir que su hija creciera en un entorno donde el miedo y el abuso eran normales. Se alejaría de Orlando, sin importar las consecuencias.
Cuando Orlando bajó a desayunar, encontró a Lara esperándolo en la sala. Ella estaba sentada con las manos cruzadas, pero su postura reflejaba una determinación inusual. Orlando la miró con desdén, sin notar de inmediato la seriedad en su expresión.
—Tenemos que hablar dijo Lara, manteniendo la voz firme.
Orlando bufó, dejando su maletín sobre la mesa.
—¿Otra vez? ¿Qué drama vienes a inventarte ahora?
Lara tomó aire profundamente y lo soltó lentamente, como si con ello soltara también años de frustración y dolor.
—Quiero el divorcio soltó de golpe, mirándolo directamente a los ojos.
Orlando quedó paralizado por un instante, pero luego estalló en una carcajada amarga.
—¿Divorcio? repitió, como si la palabra fuera absurda. ¿De qué demonios estás hablando, Lara?
—No puedo más, Orlando continuó ella, sin titubear. Esto no es un matrimonio, es una prisión. Nos hacemos daño, y eso no es justo para Rashel. Lo mejor para todos es que tomemos caminos separados.
La sonrisa de Orlando se desvaneció, y en su lugar apareció una expresión de ira contenida.
—¿Y quién te crees que eres para venir a decidir eso? dijo, acercándose a ella con pasos firmes. ¡Yo soy el hombre de esta casa, y aquí se hace lo que yo digo!
—No puedo seguir viviendo así insistió Lara, poniéndose de pie. Ya no te amo, Orlando. Y no voy a permitir que nuestra hija crezca viendo cómo me tratas.
Orlando se acercó más, invadiendo su espacio personal. Sus ojos brillaban con furia, y su mandíbula estaba tensa.
—¿Así que ahora te crees valiente? gruñó, alzando la voz. ¡Nadie te va a dejar ir, Lara! ¡Eres mía!
Rashel, que estaba jugando con sus muñecas en la esquina del salón, levantó la cabeza al escuchar los gritos. Sus pequeños ojos se llenaron de miedo al ver a su padre acercándose amenazadoramente a su madre.
—¡Mami! exclamó con voz temblorosa, abrazando su muñeca contra su pecho.
Orlando levantó una mano, como si fuera a golpear a Lara. Rashel, asustada, soltó un grito y salió corriendo hacia la puerta.
—¡Rashel, espera! gritó Lara, intentando alcanzarla, pero Orlando la sujetó del brazo con fuerza.
—¡Déjala, Lara! Esa niña necesita aprender a no meterse en asuntos de adultos.
Lara forcejeó, pero el agarre de Orlando era firme.
—¡Es solo una niña! gritó ella, desesperada.
Rashel, en su pequeño corazón, decidió que lo único que podía hacer era buscar ayuda. Con lágrimas corriendo por su rostro, abrió la puerta de la casa y salió corriendo sin mirar atrás.
—¡Rashel, no! gritó Lara, liberándose finalmente del agarre de Orlando y corriendo tras su hija.
Rashel atravesó el jardín con rapidez, sus pequeños pies descalzos golpeando el pavimento. Sus ojos estaban nublados por las lágrimas, y no se dio cuenta del tráfico en la calle. Cuando cruzó corriendo, un automóvil apareció de repente.
El conductor pisó el freno con fuerza, pero no fue suficiente. El impacto fue rápido, brutal. Rashel cayó al suelo, su pequeño cuerpo quedó inmóvil.
—¡No! gritó Lara con un alarido desgarrador mientras corría hacia su hija.
El mundo pareció detenerse mientras Lara caía de rodillas junto al cuerpo de Rashel. La niña no se movía, sus ojos estaban cerrados, y su carita angelical parecía dormida.
Orlando salió corriendo detrás de Lara, pero al ver la escena, quedó paralizado. En ese momento, su rostro mostró algo más que ira: una mezcla de horror y culpa.
—Rashel… murmuró, incapaz de moverse.
Lara tomó a su hija en brazos, sus lágrimas empapando el rostro inmóvil de la niña.
—No… no, mi amor, no me dejes… susurró entre sollozos, acunándola como cuando era un bebé.
El conductor salió del automóvil, llamando al 911 con manos temblorosas. Pero para Lara, todo estaba perdido. Su tesoro, su razón para seguir adelante, ya no estaba con ella.
La calle se llenó de gritos, sirenas y murmullos, pero Lara solo podía escuchar el silencio en el corazón de su hija. Orlando se acercó lentamente, pero cuando intentó tocar a Lara, ella lo apartó con furia.
—¡Esto es tu culpa! gritó, sus ojos llenos de un dolor indescriptible. ¡Si tan solo hubieras escuchado, si tan solo hubieras dejado de ser el monstruo que eres… ella estaría viva!
Orlando no respondió. Entendió, la magnitud de lo que sus acciones habían causado.
Lara abrazó el cuerpo sin vida de Rashel con fuerza, sintiendo que su alma se desgarraba en mil pedazos. Había perdido todo, y sabía que nada volvería a ser igual.
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Comments
Amelia Mirta Fernández
perder un hijo, es perder una parte de tu corazón. es sentirte partida en dos, con el se va una parte de tu vida, de tu ser, ya nada es igual. Nunca más olvidarás a ese pequeñito. 😭😢😢😢😢😢
2025-02-28
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Leticia Martinez
escritora,sabes e leido muchas novelas y tenia tiempo de no leer una donde la redacción y sincronia estuvieran bien, se ve triste tu historia la seguíre leyendo sin tropezarme con incongruencias gracias llego al tercer capítulo y ya me atrapo felicidades👏👏👏
2025-03-15
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Bella Maldonado Beltran
para mi la culpable de todo es la bruja de la madre ,y Orlando un poco hombre manipulado por la bruja ,por favor vete de esa casa sin mirar atras y trata de ser feliz tu hija lo merece .
2025-03-22
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