La Profecía Escarlata: El Despertar De La Magia

Una Mujer

Al abrir los ojos, la luz ya entraba por la ventana. Me senté en la cama y miré mi vestido hecho añicos. Me lo quité al hacerlo, noté una gran mancha de sangre en mi enagua, mi respiración se cortó y mi corazón latió con fuerza, un frío me recorrió dejándome inmóvil.

—Buenos días, princesa. —. Mientras Sara habría las cortinas del todo, Carol se acercó a mí con rapidez al verme blanca como una hoja, siguió mi mirada hacia mi ropa y dio un gran suspiro.

—No debe asustarse, mi Leidy, eres una mujer ahora. Carol prepara un baño caliente, eso ayudará con los dolores— Sara me tomó de las manos, sacándome de mi trance.

—¿Dolores? Pero yo no estoy lista para ser una mujer— la miré fijo a los ojos, ella sonrió y me regaló una sonrisa comprensiva.

—Necesitará usar este cinturón que agarra las telas y absorberá todo, usará una enagua roja que cubrirá cualquier mancha y deberá cambiarlas Seguido ¿me está entendiendo, princesa?— asentí sin contestar lo que ella siguió mientras me abrazaba a su lado llevándome a la tina.

—esto durará algunas lunas y se irá, pero volverá a ocurrir dentro del próximo ciclo lunar de aquí en adelante es algo con lo que las mujeres vivimos sangrar es nuestra manera de demostrar que somos fértiles para tener bebes su cuerpo cambiará, pero aquí estamos nosotras para acompañarla princesa—ambas damas me ayudaron a entrar en la tina de agua lavaron mi cuerpo me mantuve callada todo el tiempo, ya que lo único que quería era dormir

Recién empezó el día y desearía que terminara. Me colocaron una ropa con unas telas enrolladas y unas enaguas que llevaban muchas capas de un color rojo oscuro. Sobre él me colocaron un vestido azul oscuro de mangas largas que terminaba en un tipo de campana.

Este vestido era más largo de los que acostumbraba Carol y Sara trajeron el vestido de otra habitación ponto otros sirvientes trajeron más vestidos largos como ese y se llevaron los mío entendí el cambio, pero no me gustó la idea llevar vestidos que dejaban ver mis zapatos era señal de que aún era una niña siendo ahora una mujer debería demostrarse como si fuera mancha que todo el mundo debería ver

Sentada en mi cama mi parte íntima dolía bastante debe ser que los nervios me estaban jugando una mala broma Carol tomó algunas hojas de lavanda y me las coloco en la cintura del cinturón mientras Sara me peinaba hoy dejaron mi cabello suelto y solo sujetaron algunas mechas del frente llevándolas hacia atrás mi cabello era tan largo y rojo que casi llegaba a mis rodillas

—Debería estar alegre, mi princesa— Sara terminaba de peinar mi largo cabello

—¿Alegre? Esto no es alegre, es una tortura— Ambas chicas se rieron de mi comentario.

—Sí, lo es, pero debería estar alegre de que pasara durante la noche y no como a mí que me encontraba en el mercado comprando frutas y una gran mancha se formó a mis pies — me volví para verla a la cara, ella solo me sonrió.

—A mí me pasó durante la sena, me quedé en la silla hasta que todos salieron de ahí, tuve que tirar mi vestido y la silla— dijo Carol acercándose a mí

una vez lista Carol me coloco un collar con una pequeña piedra de Rubi en el cuello me levanté y camine hacia la puerta antes de abrirla di un gran respiro dándome ánimos mis damas me siguieron dejando cinco pasos de distancia camine por el largo pasillo me sentía algo mareada y me costaba respirar, ya que hoy apretaron aún más mi corset

Me detuve cuando llegue a las escaleras sujetándome de la pared me arme de valor y baje las escaleras encontrándome con mi madre debajo, al verme sus ojos se abrieron como un búho al notar el tipo de vestido que llevaba de inmediato supo el porqué de mi vestimenta y comenzaron a caerle lágrimas de los ojos. Me quedé mirándola algo sorprendida por su reacción de la situación.

—Mi niña, ya es una mujer —dijo por lo bajo mientras nos uníamos en un abrazo tan sincero y dulce que me llenó el corazón.

—Ven, cariño, hagamos que te preparen una infusión de hierbas para que tomes te ayuda — unimos nuestros brazos y caminamos entrelazadas con nuestras cabezas pegadas.

Nos cruzamos con varios de la familia, pero al notar mi vestido solo nos esquivaban. Para los hombres, esto solo implicaba armarse de paciencia, ya que los cambios de humor en estos días ellos los conocían muy bien, dado que mi madre era una fiera cuando no gestaba otro varón.

Llegadas a la cocina mi madre y su enorme vientre me prepararon una infusión herbal de salvia, romero y menta sabia bien, pero era algo fuerte luego de varios sorbos me relaje por completo mi madre se sentó a mi lado tomando mi mano, ambas veíamos como los criados iban de un lado al otro preparaba la sena de ese día había miles de hombres durmiendo en las habitaciones del castillo y otros en burdeles de la ciudad que pronto volverían al castillo para cenar y comenzar el viaje hacia la el norte para festejar el onomástico del primogénito y futuro rey de la ciudad de oro

Cuando terminé mi té, mi madre me acompañó al patio a dar una pequeña caminata. Ella decía que eso ayudaría a calmar mis dolores, pero sentía que eso solo lo empeoraba. Me faltaba el aire, así que volvimos de nuevo al castillo.

Al entrar, fuimos a una habitación, era de mi madre, había libros, un piano y cosas para bordar. Era la primera persona que entraba en su espacio, ni mis acompañantes entraron, era solo ella y yo

—Esta habitación es para esos días en los que no quiero que vean, solo vengo aquí. Tú puedes hacerlo, mismo si eso deseas — asentí y se fue, tomé un libro y comencé a leer.