El silencio del castillo en ruinas es casi tangible, roto solo por el susurro del viento entre las grietas de las paredes. La luz de la luna penetra débilmente a través de las ventanas cubiertas de polvo.
Por primera vez en décadas, el cuerpo de una esbelta mujer reposa en la cama de la habitación principal, sus heridas limpias y vendadas, cuidadas con la mayor delicadeza que aquel hombre casi salvaje podía proporcionar
Aria se despierta en una cama destartalada, cubierta con un manto raído pero limpio. Al intentar moverse, una punzada de dolor le recorre el costado, haciéndola gemir, al caer, varias costillas se fracturaron, le dolía incluso respirar. Su torso está vendado, y las heridas que había sufrido parecen haber sido limpiadas. Mira a su alrededor confundida
Murmurando pregunta -¿Dónde estoy...? ¿Quién hizo esto?-
Se incorpora con esfuerzo y observa la habitación. El mobiliario está cubierto de polvo, pero los vendajes en su cuerpo son recientes, lo que significa que no lleva tanto tiempo allí. Una bandeja con un cuenco vacío descansa sobre una mesa cercana
-Esto no tiene sentido. ¿Quién podría haberme ayudado en este lugar olvidado?-
Se pone de pie con dificultad, tanteando su pierna para confirmar que su daga sigue en su lugar, bien atada. Avanza hacia la puerta, que cruje al abrirse.
El pasillo que encuentra está iluminado por la tenue luz de la luna, y las paredes están cubiertas de enredaderas que se retuercen como si estuvieran vivas. Los escalones de piedra desgastados llevan al nivel inferior, donde un eco de voces apenas audibles la detiene
Susurros lejanos: "No debería estar aquí..."
-¿Quién está ahí? ¡Muéstrense!-
La respuesta es el crujido de una puerta cerrándose a lo lejos. Aria desenfunda su daga, avanzando con cuidado hacia el sonido, ahogando los gemidos de dolor y los jadeos de su respiración
Al entrar en el salón principal, el lugar la deja sin aliento. Las columnas están cubiertas de musgo, pero aún conservan grabados intrincados que relatan historias antiguas. En el centro de la sala, un enorme retrato llama su atención. Representa a una familia real: un hombre y una mujer majestuosos, y entre ellos, un joven príncipe verdaderamente apuesto
“Él... es él. Es el mismo hombre que vi en las leyendas. Pero esto fue hace décadas. ¿Cómo puede ser...?" Pensó
Una ráfaga de viento cierra la puerta detrás de ella con un golpe ensordecedor. Aria gira rápidamente, con la daga lista.
-¡Sal de donde estés! Sé que no estoy sola.-
Un gruñido bajo, resuena desde las sombras del techo abovedado. Dos ojos brillantes la observan desde la oscuridad.
-¿Por qué has venido a estas tierras humana?-
-¿Quién eres? ¿Eres tú el… el príncipe?- preguntó temerosa
La figura desciende lentamente, revelando a una bestia de proporciones imponentes. Sus garras relucen bajo la luz de la luna, y su rostro mezcla rasgos humanos y animales.
-Me llamaron príncipe una vez... antes de que esta maldición me consumiera. Ahora no soy más que una sombra de lo que fui. Responde a qué viniste, te advertí en el bosque y no escuchaste, no estaré salvandote siempre mocosa imprudente-
"Así que él era el encapuchado..." Aria respondió con firmeza -Si eres la fuente de esta maldición, entonces terminaré con tu sufrimiento aquí y ahora. A eso he venido, así que facilítame el trabajo, animal asqueroso-
Se lanza hacia Kael con la daga, pero él la detiene con facilidad, sujetándola por la muñeca. La fuerza de su agarre le hace soltar la hoja, que cae al suelo con un eco metálico. Aria sin razonar coherentemente había decidido iniciar una pelea en cuyas condiciones físicas no ganaría
-Ja! ¿De verdad crees que no lo he intentado? Esta maldición no se romperá con una simple hoja, cazadora.- Con fuerza, clavó la hoja de la daga en su pecho, justo en su corazón
Aria jadeando preguntó -¿Qué quieres decir? ¿Estás loco?
-Porque no puedo morir, aunque lo desee. Esta maldición no es solo un castigo; es un tormento eterno.-
Aria retrocede, mirando la sangre correr, mientras evalúa al extraño ser frente a ella. Sus ojos muestran desesperación y furia contenida.
-Si lo que dices es cierto, ¿por qué no me mataste mientras estaba inconsciente? Así ya no tendrías que salvarme más-
-Porque no soy un monstruo, a pesar de lo que aparento. Y porque quizás tú puedas ayudarme-
-¿Qué me hace diferente de los demás que han venido antes?-
-Ellos buscaban gloria o riquezas. Tú... no pareces estar aquí por eso. Pero dime, y no lo volveré a repetir ¿qué te trajo a este lugar olvidado?-
-Eso no es asunto tuyo.-
-Tal vez no, pero tu destino está ligado al mío ahora. Si decides irte, el bosque te reclamará. Y si te quedas, quizás pueda ofrecerte una salida-
Aria se cruza de brazos, mirando a Kael con una mezcla de temor y curiosidad. Finalmente, guarda la daga y suspira.
-Está bien. Habla. ¿Qué necesitas de mí?- No importaba si era algo imposible, mientras pudiera permanecer ahí para recuperar su fuerza y acabar con esa bestia
-Esta maldición no es simple. Fue creada con magia oscura y alimentada por el sufrimiento. Para romperla, debemos encontrar los fragmentos de poder que la sostienen. Pero no puedo hacerlo solo. Te pagaré por tus servicios-
-¿Y por qué debería ayudarte?- Igual lo ayudaría, pero quería saber si aquel animal la engañaba
-Porque si lo logras, me liberarás... y tú también podrás irte de este lugar con vida.-
Un silencio tenso llena la sala. Aria finalmente asiente, aunque su expresión sigue siendo de desconfianza.
-No confío en ti, pero aceptaré este trato. Por ahora.-
-Eso es suficiente. Por ahora. Descansa, para que te recuperes. Debes entender que lo que diré a continuación es una orden: No salgas de la habitación o morirás en las garras de alguna bestia o sombra-
Kael se da la vuelta sin esperar afirmación y atraviesa la puerta adentrándose en las sombras, Aria observa el retrato una vez más, preguntándose si realmente puede confiar en él y si es realmente el príncipe del retrato o solo la bestia maldita que acabó con su familia.
Aria regresó a la cama, no era para nada cómoda, pero al menos tenía un lugar donde pasar la noche mientras sanaban sus heridas. En el sillón viejo de madera, vislumbró sus maletas, se acercó con calma y buscó las posiciones que le había entregado Lord Dan, con eso sanaría más rápido. Un destello brilló con la luz de la luna, un afilado cuchillo antigüo que prometía acabar con la bestia al tocar su corazón. Lo usaría cuando pudiera moverse con destreza.
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Comments
Teresa Moran Guerrero
Está mal que siga pensando en acabar con la bestia, si este mas bien la salvó de morir, la curó y le da donde vivir
2025-02-20
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