El Despertar De Luna: En Las Manos Del Enemigo

De Protector a Pervertido

...|| Rachel Montemayor ||...

¿Acaso eso era realmente algo de lo que sentirse orgulloso? Esa idea me cruzo por la mente y eso me molestaba más de lo que estaba dispuesta a admitir. Ethan salió de la habitación dando un portazo, y el eco resonó en mis oídos como un recordatorio de su rabia. Me quedé sentada en la cama, tratando de calmar mi respiración. La adrenalina aún corría por mis venas, pero a medida que la calma empezaba a infiltrarse en mí, también surgía el dolor.

—¿Quién se cree que es? —me pregunté en voz alta—. Sabe que se comportó como un verdadero pervertido y aún así se ofende. —Resoplé, frustrada.

¿Quién era realmente Ethan Blackwood? Un hombre que se mostraba frío, distante, calculador y arrogante. Había rescatado a una mujer de un destino oscuro y trágico, pero, ¿qué significaba eso para mí? ¿Era un verdadero héroe, o solo un nuevo tipo de opresor?

Aún temblando por la confrontación, permanecí en la cama, con los ecos de su grito retumbando en mi mente como un mantra angustiante. ¿Cómo se atrevía a invadir mi espacio así? ¡Era un pervertido! Un depredador disfrazado de salvador. La ira ardía en mi interior, y los insultos brotaban de mis labios como veneno.

—¡Maldito sea! —murmuré, eligiendo cuidadosamente cada palabra mientras trataba de apaciguar el acelerado latido de mi corazón—. ¿No puede dejar de ser tan arrogante? ¿Qué se cree, que por rescatarme tiene derecho a tocarme? ¡Es un monstruo con cara de ángel!

Las lágrimas de frustración se acumulaban en mis ojos, pero me negué a dejarlas escapar. Estaba en un lugar desconocido, rodeada de sirvientas que observaban cada uno de mis movimientos con miradas curiosas y chismosas.

Entonces, noté que las criadas aún estaban allí, inmóviles, con rostros llenos de curiosidad y sorpresa. Sin duda se habían dado cuenta de lo que había sucedido; la noticia de mi encuentro con “el hombre de corazón frío” no tardaría en correr como la pólvora por toda la mansión.

—Esto va a ser un escándalo —murmuré para mí misma, sintiendo cómo el calor de la vergüenza me subía por el rostro. Sabía que lo que había pasado no sería solo un secreto entre nosotros. Las sirvientas, con sus risitas nerviosas y murmullos furtivos, no tardarían en esparcirlo. Mi reputación ya estaba manchada, incluso en un instante de furia disciplinada.

Pero mientras revolvía mis pensamientos sobre la humillación que acababa de sufrir, algo inesperado llamó mi atención. Miré mi piel, asombrada. Las heridas que me habían atormentado, esas marcas de tortura que habían sido mis compañeras durante tanto tiempo, habían desaparecido. Cada corte, cada moretón había sanado, como si nunca hubieran existido. Era como si el tiempo hubiera retrocedido, llevándose consigo el dolor y el sufrimiento.

—¿Qué demonios...? —musité, tocando mi piel con incredulidad.

En lugar de la pesadez del dolor, ahora sentía una ligereza casi extraordinaria. Una parte de mí se preguntaba si este era el efecto del extraño poder de Ethan. Mi mente buscaba respuestas, tratando de entender cómo era posible.

—¿Podría ser que…? —empecé a pensar, pero la traición de mi cuerpo al recordar la intimidad del momento me hizo vacilar. No podía permitir que esa extraña conexión interfiriera en mi rechazo hacia él. A pesar de los efectos positivos, su comportamiento había cruzado una línea, y aunque mis heridas hubieran desaparecido, eso no significaba que lo perdonaría.

Enfurecida y confundida, me levanté de la cama. Con determinación renovada, decidí que no iba a dejar que nadie, ni siquiera el irascible Ethan Blackwood, tuviera poder sobre mí. Aunque mi cuerpo estuviera libre de cicatrices, mi espíritu seguía intacto, y estaba lista para luchar. La curiosidad y la desconfianza hacia el misterioso hombre de la mansión crecían en mí, como sombras acechando en la penumbra de mi mente. Todo esto apenas comenzaba; el juego entre nosotros dos estaba por iniciarse.

Con un último vistazo a las criadas que aún murmullaban en un rincón, decidí que no sería solo una víctima más en esta distopía. La historia de Rachel Montemayor se escribiría en mis propios términos, incluso si eso significaba enfrentar al hombre que había mantenido a raya mis emociones para protegerse a sí mismo. Había mucho más en juego de lo que ambos imaginábamos, y estaba lista para descubrirlo.