La Venganza de Jorge

Jorge siempre había sido un hombre acostumbrado a obtener todo lo que deseaba: dinero, poder, atención. Pero detrás de esa fachada de seguridad y arrogancia se ocultaba un niño herido que nunca pudo perdonar a su padre, Rodrigo López, por la muerte de su madre. Durante años, había alimentado un resentimiento latente hacia él, ocultándolo tras una máscara de indiferencia. Sin embargo, ese rencor ahora se transformaba en algo más punzante: Sara.

Sara, esa mujer a quien había subestimado, humillado y desechado como una insignificancia, ahora lo despreciaba con la misma intensidad con la que su padre la admiraba. Verlos juntos en los eventos de la alta sociedad era como una daga que se clavaba más profundo en su ego. Jorge no podía evitar imaginarse a su padre como un ridículo "viejo rabo verde", persiguiendo a una joven que podría ser su hija. Y peor aún, Sara, con su creciente éxito y confianza, había osado rechazarlo. Ese desprecio encendió una ira que no estaba dispuesto a soportar.

En su elegante departamento, con las luces de la ciudad reflejándose en los ventanales, Jorge tamborileaba los dedos contra el escritorio, observando las noticias sobre NeuroLink en la pantalla de su computadora. Los avances del proyecto, liderado por Sara y Renata, eran destacados en todos los medios. Cada titular era un recordatorio de que Sara estaba ascendiendo, el odio le corroe el corazón.

Golpeó el escritorio con tal fuerza que derramó su whisky. Sus ojos destellaron con celos y odio.

—¿Cómo se atreve? murmuró entre dientes, apretando el puño.

Jorge sabía que atacar a Rodrigo directamente dar un paso en falso. Pero Sara posiblemente era su punto débil, su talón de Aquiles. Si lograba derribarla, no solo lastimaría a su padre, sino que también demostraría que nadie podía superarlo a él.

Con una sonrisa fría y calculadora, Jorge tomó el teléfono y marcó un número.

—Emilio, necesito un favor dijo con voz baja, casi susurrante.

Del otro lado de la línea, Emilio, un empresario oportunista y sin escrúpulos, respondió con curiosidad:

—¿Qué clase de favor, López?

Jorge dejó escapar una carcajada seca.

—Quiero que te acerques a dos mujeres sus nombres son: Sara y Renata. Hazte pasar por un inversor interesado en NeuroLink. Gánate su confianza y consigue toda la información que puedas sobre el proyecto. Todo.

Hubo un breve silencio antes de que Emilio respondiera con una risa cómplice.

—Parece que tienes asuntos pendientes con esas mujeres.

—No es solo un asunto. Esto es personal.Mas con Sara García, quiero verla caer, Emilio. Quiero que se dé cuenta de que no es intocable.

Mientras tanto, Sara y Renata trabajaban incansablemente en NeuroLink. El proyecto estaba atrayendo la atención de inversores, y las primeras ventas ya habían superado sus expectativas. Sara sentía que, estaba alcanzando un nivel de éxito que le permitiría dejar atrás su pasado. Sin embargo, no podía imaginar que Jorge ya estaba moviendo sus piezas.

Una tarde, Sara recibió un correo de Emilio, presentándose como un empresario interesado en colaborar con su proyecto. Renata, siempre escéptica, leyó el mensaje con atención y arqueó una ceja.

—No sé, Sara. Este tipo suena demasiado perfecto. Ya sabes lo que dicen: cuando algo parece demasiado bueno para ser verdad...

Sara sonrió, tratando de calmarla.

—Lo sé, Renata, pero no podemos desconfiar de todos. Igual, tomaremos precauciones antes de firmar algo.

Renata suspiró, todavía con dudas, pero dejó que Sara tomara la decisión.

Días después, Emilio se reunió con ellas en un café exclusivo de la ciudad. Su carisma y conocimiento del sector tecnológico fueron suficientes para impresionar a Sara, pero Renata no dejó de observarlo con recelo. Cada palabra de Emilio parecía calculada, como si supiera exactamente qué decir para ganarse su confianza.

Cuando regresaron a su oficina, Renata cruzó los brazos, claramente frustrada.

—Sara, este tipo no me gusta. Hay algo en él que no encaja.

Sara rió, intentando tranquilizarla.

—Renata, no te preocupes. No vamos a darle acceso a información sensible sin antes asegurarnos de que sea confiable.

Pero lo que ninguna de las dos sabía era que Emilio ya estaba trabajando para Jorge, y que cada paso estaba calculado para llevarlas a una trampa.

Mientras tanto, Rodrigo observaba con atención los movimientos de su hijo. Aunque no sabía exactamente qué tramaba, su instinto le decía que Jorge no se estaba acercando a Sara con buenas intenciones. Durante una cena en la mansión, Rodrigo decidió confrontarlo.

—Jorge, he notado tu repentino interés en NeuroLink dijo con voz firme, mirándolo directamente a los ojos.

—¿Debería preocuparme?

Jorge, acostumbrado a esconder sus intenciones tras una máscara de encanto, sonrió con aparente inocencia.

—¿No puedo interesarme en un proyecto tan prometedor? Además, parece que tú también estás bastante involucrado con Sara.

Rodrigo frunció el ceño, claramente molesto.

—Espero que recuerdes que Sara no solo es una socia valiosa, sino también una mujer con mucho potencial. No permitiré que nadie intente dañarla, Jorge. Ni siquiera tú que eres mi hijo.

Jorge mantuvo su sonrisa, pero por dentro ardía de rabia. No podía soportar que su padre defendiera a Sara de esa manera.

—Por supuesto, padre. Todo lo que hago es por el bien de la familia.

Pero mientras Rodrigo intentaba proteger a Sara, Jorge seguía moviendo sus fichas desde las sombras, acercándose cada vez más a su objetivo. El juego de traiciones estaba en marcha, y el final prometía ser explosivo.

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