Traición Interna

La confianza era uno de los pilares que Sara y Renata habían establecido en su pequeño equipo de trabajo. Después de todo, NeuroLink no solo era su proyecto, sino el fruto de su esfuerzo, dedicación y sueños compartidos. Sin embargo, la traición, como una sombra sigilosa, estaba a punto de infiltrarse en su mundo.

Todo comenzó con pequeños detalles que Sara, con su mente analítica, no pudo ignorar. Un correo mal dirigido, preguntas demasiado específicas de un compañero sobre aspectos sensibles del proyecto, y la sensación persistente de que alguien más sabía más de lo que debía.

Una tarde, mientras Sara revisaba el progreso del proyecto en la oficina, Renata entró con una expresión de preocupación.

—Amiga, hay algo raro pasando dijo mientras se sentaba frente a Sara.

—¿Qué pasó? preguntó Sara, dejando a un lado sus documentos.

Renata bajó la voz, como si temiera que las paredes pudieran escuchar.

—Recibí una llamada anónima esta mañana. Dicen que alguien está intentando filtrar información de NeuroLink a uno de nuestros competidores.

El corazón de Sara dio un vuelco.

—¿Estás segura?

Renata asintió.

—La persona parecía saber demasiado. Incluso mencionaron partes del código que nadie fuera de nuestro equipo debería conocer.

Decidieron no alarmar a nadie. En lugar de eso, comenzaron a investigar por su cuenta. Sara revisó los accesos al sistema, buscando patrones sospechosos o intentos de extracción de datos. Renata, por su parte, empezó a observar más de cerca el comportamiento de los miembros del equipo.

Días después, Sara encontró algo inquietante: un registro de acceso no autorizado a la base de datos de NeuroLink desde una cuenta que pertenecía a uno de sus empleados de confianza, Saúl, un joven brillante que había sido contratado por recomendación de un colega.

—No puedo creer que sea él dijo Renata cuando Sara le mostró las pruebas.

—Yo tampoco, pero tenemos que confirmarlo antes de hacer algo.

Sara ideó un plan. Decidieron crear una información falsa pero convincente sobre un supuesto avance de NeuroLink y la dejaron deliberadamente accesible en el sistema. Era un cebo diseñado para ver si Saúl mordía el anzuelo.

Pasaron un par de días en tensión, pero finalmente, la trampa funcionó. Un competidor lanzó un comunicado anunciando una tecnología "similar" al supuesto avance de NeuroLink. El comunicado contenía detalles idénticos al cebo que habían dejado.

—Lo tenemos dijo Sara, su voz fría y decidida.

Sara y Renata convocaron a Saúl a una reunión privada. Cuando él entró, su actitud relajada y despreocupada comenzó a desmoronarse al ver la seriedad en los rostros de las dos mujeres.

—¿Qué está pasando? preguntó Saúl, intentando sonar inocente.

Sara colocó en la mesa una carpeta con los registros de acceso al sistema.

—Queríamos darte la oportunidad de explicarte antes de que tomemos medidas legales dijo con calma, aunque su tono cortante no dejaba lugar a dudas.

Saúl miró los documentos, y por un momento, parecía que iba a negarlo. Pero al final, bajó la mirada.

—No tenía elección. Me ofrecieron mucho dinero, y necesitaba pagar deudas.

Renata cruzó los brazos, furiosa.

—¿Y pensaste que vender nuestra confianza era la solución? ¿Sabes lo que esto significa para nosotras?

Saúl intentó justificarse, pero Sara lo interrumpió.

—Esto no es solo un proyecto, Saúl. Esto es nuestra vida, nuestro esfuerzo, nuestros sueños. No sé qué tipo de persona acepta traicionar a quienes confiaron en él, pero te aseguro que no toleraremos esto.

Aunque estaban dolidas, Sara y Renata sabían que debían actuar con firmeza. Despidieron a Saúl de inmediato y notificaron a sus abogados para que tomaran medidas legales contra él y el competidor que había intentado comprar la información.

Sara se quedó sola en la oficina esa noche, reflexionando sobre lo ocurrido. La traición dolía, pero también le recordaba algo importante: no todo el mundo compartía sus valores ni su visión.

Renata llegó poco después, llevando dos tazas de café.

—¿Sabes qué, amiga? Esto es una lección. Nos dolerá, pero también nos hará más fuertes.

Sara asintió, tomando un sorbo de su café.

—Tienes razón. Si algo he aprendido, es que no importa cuántas veces nos caigamos, siempre podemos levantarnos.

Renata sonrió, dándole un pequeño golpe en el hombro.

—Así se habla. Ahora vamos a seguir construyendo este imperio.

Ambas se rieron, dejando atrás el dolor y enfocándose en el futuro.

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