Una escena

El CEO nota que ella se ha quedado sin palabras y no lo mira a los ojos, e inevitablemente piensa es sus respuestas a través de correos. Allí la consideró impertinente y atrevida, nada comparado a esta chica tímida y silenciosa, así que tiene dos opciones; la primera sería que alguien más contestó por ella o que directamente, es pura palabrería. Sin embargo, está equivocado y prontamente lo verá.

Él siempre fue tranquilo, desde su niñez; sin embargo, Soledad cambió con el paso del tiempo y las adversidades. La rubia fue criada con amor y muchos esfuerzos por parte de su madre, la cual llevaba en sus hombros el peso de una casa y ser madre soltera. Aunque, su propia hija al crecer, vivió su vida, se equivocó, sufrió y cambió su amorosa personalidad por una más fuerte y, hasta cierto punto, grosera.

Soledad no piensa las respuestas que "diplomaticamente" debería dar, directamente da su venenosa opinión, sin importar cómo le caerá a las personas de su alrededor. Es demasiado sincera, tanto que a veces duele; y sus consejos, más que eso serían crueles palabras que golpean como puños de boxeador.

Y si bien, no le gusta la violencia física, no es de las que niegan un golpe cuando siente que la otra persona lo merece; más si buscan su propia medicina.

En fin, Esteban cree que la chica de los correos puede ser otra, sin saber que la rubia, interiormente, está maldiciendo ese asqueroso día.

—He leído su hoja de vida— avisa él volviendo al tema principal de su visita.— Me causa... curiosidad— dice con una sonrisa ladina, casi burlesca— sus estudios.

—¿Qué es lo gracioso?— cuestiona Soledad sonando tosca, sin poderlo evitar, ya que nota su mueca.

— Gastronomía y Fisioterapeuta no van con los Negocios Nacionales e internacionales —menciona.

—Es cierto—asiente—, como Uruguay y Colombia tampoco tienen mucho que ver y no se mezclan, a menos que sea en deporte o amistades virtuales— alza una ceja retadora y continúa— ¿Qué lo hizo venir aquí?

Ahí, justo ahí tiene a esa misma mujer que sarcásticamente y burlonamente le recordó que no le envió un día y hora para su entrevista laboral. Esta misma rubia que está de brazos cruzados es la que le ha mostrado su pequeño error sin vergüenza; y que ahora, lo está atacando para defender su pasado estudiantil.

— Tengo a una excelente vendedora que me recomendó venir— responde con sus manos unidas sobre el escritorio —, ya que es al país extranjero que más exportamos productos.

— Veo que...— Soledad se inclina un poco, acercando su cuerpo al escritorio, pero una mujer interrumpe su entrevista o pelea.

—¡¿ME HAS ABANDONADO EN COLOMBIA POR ESTA FEA?!— grita una pelinegra con acento colombiano.

Soledad se levanta de su asiento a la defensiva, para que esa loca mujer no la tome desprevenida en un posible ataque, mientras que el CEO frota su frente con frustración.

—¿Qué haces aquí, Dulce?— cuestiona él con tranquilidad, sabiendo que no le debe explicaciones a nadie. Menos a una mujer con la que ha compartido una cama muy pocas veces.

—¡¿CÓMO ERES CAPAZ DE PREGUNTAR ESO?!— vuelve a gritar furiosa— ¡¿QUIÉN ES ESTA?!— señala a la rubia despectivamente.

— Repito una vez más, ¿qué haces en este país? — exige una respuesta.

— Me dejaste sola en mi departamento.

—Es donde vives. Adopta un perro— le responde— No te pedí que vinieras y no puedes hacerme escándalos.

—Soy tu...

—No eres nadie en mi vida. No pongas títulos que no mencioné, ni ofrecí—dice duramente haciéndola llorar.

Dulce es una mujer de 30 años. Pelinegra de rulos y ojos oscuros. Es bonita sí, pero demasiado inmadura. Todavía se le puede considerar una niña de papá que no conoce la palabra trabajar, ya que su progenitor le mantiene sus gastos diarios, le compró un auto y un departamento, al que van dos empleadas para su limpieza y una cocinera.

Soledad, sin quererlo, está presenciando una escena digna de película, donde una ingenua y urgida mujer, persigue y ruega la atención de un hermoso hombre; un empresario pelinegro y ojos verdes, con un cuerpo, aparentemente, de infarto; rico y poseedor de un acento hipnótico.

—¿Ella es mejor que yo?— cuestiona Dulce con indignación— Mírala, es de la vida fácil.

—Debería ofenderme por tus últimas palabras, pero en pocos minutos has demostrado que estás por debajo de mí. — la rubia se defiende y se dirige a Esteban— Señor, ¿puedo venir mañana?

—Sí, señorita González. Lamento este problema— responde sinceramente.

— Me debe una compensación — bromea con una linda sonrisa que es correspondida, agarra sus cosas y se detiene frente a la pelinegra— No existirá una segunda ofensa...— baja un poco la voz y continúa— , porque la próxima vez te bajo los dientes. — amenaza dejando a Dulce sorprendida.

La sonrisa de Soledad se ensancha con maldad y se retira con la cabeza en alto, sabiendo que tal vez no obtendrá el puesto de trabajo, pero lo importante para ella misma es que no ha dejado, ni dejará que la denigren e insulten.

—¿Escuchaste?— cuestiona la pelinegra a Esteban, todavía dentro de la oficina, a solas.— Esa salvaje quiere golpearme.

—No sé qué dijo, pero deberías estar feliz de que no lo haya hecho hace unos minutos. —asegura— Te has comportado como una niña a la que le han quitado su juguete y te recuerdo por décima vez que ¡NO SOMOS ABSOLUTAMENTE NADA! —grita enojado— Vuelve a Colombia y no me esperes. Haz tu vida. — ordena.

—Esa mujer te ha alejado de mí— señala hacia afuera, hablando de Soledad.

—Será mi nueva secretaria.— excusa—Vete o llamo a seguridad.

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LECTORES, RECUERDEN QUE NO HAY DÍA EXCLUSIVO PARA LAS ACTUALIZACIONES 😬 LAMENTO LA TARDANZA, PERO ESTO PASA CUANDO A SU AUTORA LE DA UN ATAQUE DE LOCURA Y PUBLICA TRES NOVELAS AL MISMO TIEMPO🤣

En fin, en redes deja foto de Dulce... @tgautora o Batichica TG Escritora 🖤

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