CAPÍTULO TRES: PROHIBICIÓN ANCESTRAL 2DA PARTE

≈NAOMI≈

¿Has visto a la nueva?

¿Qué hace una humana aquí?

Dicen que es la ahijada del Alpha. ¿Sientes su aroma? ¡Apesta!

Fueron algunos de los tantos comentarios que escuché, después de salir de la secretaria con mi plan de estudios. Vaya bienvenida…

—¿Está todo bien? —Me pregunto Mariel de camino a nuestra primera clase.

—Si —mentí, obviamente leyendo las asignaturas que impartía el instituto.

Y no, simplemente no había forma de que me entrara en la cabeza como era posible que existieran tales cosas…

Historia sobrenatural, herbolaria y medicina, comunicación espiritual, estrategias de liderazgo y defensa, astrología y rituales lunares, alquimia y hechizos elementales ¡¿Qué mierda es esto?! No podía dejar de preguntarme.

Papá me había educado en casa con cosas diferentes, Lengua, Matemáticas, Historia, Ciencias sociales y naturales, incluso física y psicología, pero esto…esto sin duda estaba fuera de mi alcance.

¿Enserio voy a aprender a hacer… hechizos? Ni que fuera una bruja de verdad. Me mordí la lengua, por un momento temí que Mariel pudiera escucharme.

[…]

Mi primera clase fue de todo menos tranquila.

El aula estaba atestada de murmullos y risas sobradoras de los estudiantes, que parecían no tener el menor interés en el contenido de la clase, sino en mí, el bicho raro. Pero lo que realmente exacerbó mi incomodidad fue el momento en que el profesor de Historia, Roberto Gutiérrez, un treintañero de aire sombrío, esbelto, de cabello corto y cubierto en canas, decidió hablar de su especie.

Mientras recorría el aula, observé cómo su mirada se desplazó fijándose en cada estudiante, provocando que los murmullos se sustituyeran por silencio.

Así, fue como conocí que los hombres lobos, en su forma original, habían sido perseguidos y masacrados por mi especie. Para los humanos, ellos eran considerados una abominación y una amenaza del diablo que debía ser eliminada. Pueblos y ciudades completas fueron destruidas para erradicarlos. Familias enteras de diferentes manadas, se dispersaron a lo largo y ancho del continente con la intención de escapar, sin embargo, solo fue cuestión de tiempo para que los encontraran. Una vez que eran capturados, eran encarcelados, torturados y degollados para luego exhibir sus cabezas como trofeos en el arco de cada urbe.

Si pensaba que ello era lo peor, estaba muy lejos de serlo. Las mujeres humanas que se relacionaban con ellos corrían un destino mucho peor. Si, no solo eran marginadas y amedrentadas, eran violadas incontables veces y luego las desmembraban vivas, por partes, para echar su cuerpo a la hoguera.

Llegado un momento, el profesor me miró directamente y me preguntó si tenía conocimiento de todo esto. No salió una sola palabra de mi boca. Lo más fácil habría sido ser honesta y admitir que no tenía ni puta idea sobre el tema. Sin embargo, me preocupaba que eso pudiera ofenderlo, no solo a él, sino también al resto de la clase.

Por fortuna, él me dio la espalda y continuó explicando cómo los humanos casi los llevaron al borde de la extinción, obligándonos a esconderse y a ocultar su verdadera naturaleza para poder sobrevivir hasta el día de hoy. —Claro que ahora la historia es diferente —se burló indirectamente —En la actualidad los humanos, son seres inferiores que prevalecen gracias a la conmiseración de la diosa luna y a la de nuestra especie —cerro, provocando risas entre los estudiantes.

—Dado que la clase está muy avanzada para usted, señorita Hold, le sugiero que investigue ahora mismo en la biblioteca las consecuencias a largo plazo de la persecución de los licántropos y nuestra historia. ¿Quién se postula para ayudarla con su plan de estudios?

Mariel fue la primera en levantar la mano, sonriéndome con entusiasmo. El profesor no tardo en negar con la cabeza.

—Aprecio mucho su disposición señorita Mariel, pero su participación en esta clase es necesaria para las actividades que tenemos planificadas. Espero que comprenda.

Mariel, frunció el ceño y bajó la mano bufando mientras el resto de la clase nos observaba en silencio.

—¿Señorita Bell? —le propone el profesor, Úrsula se niega rápidamente. —Disculpe profesor, pero como futura Luna, no se me está permitido descuidar mis estudios.

El profesor asiente y continúa caminando por el salón, mientras Úrsula me mira y me dedica una sonrisa socarrona.

—Vamos ¿Quién será el valiente de esta clase? ¿Nadie? — Insiste el profesor, mirando a todos los estudiantes. Silencio es lo único que se escucha hasta que el profesor se detiene frente al pupitre de Demian —Joven White. —Demian contrae la mandíbula y le dedica una mirada filosa.

—No. —responde en seco provocando las risas de todos los demás.

—De acuerdo, —dice girándose sobre sus pies, volviendo a su escritorio—Dado que no hay ningún voluntario señorita Hold, deberá ir a la biblioteca por sus propios medios y estudiar por su cuenta. —Profesor — lo interrumpe nuevamente Mariel levantando la mano —¿Puedo acompañarla? Ella no conoce…

—No. La señorita Hold debe acostumbrarse a desenvolverse sola en esta institución. No necesita una guía turística para llegar a la biblioteca.

—No te preocupes, preguntare en preceptoria como llegar. —le digo con una sonrisa guardando mis cosas.

—Tan pronto termine la clase, te alcanzo en la biblioteca. —me susurra Mariel apenada. Asiento con la cabeza mientras me cuelgo la mochila al hombro y salgo del salón.

Al salir no tenía idea de qué camino tomar. Traté de recordar por dónde había venido cuando llegué al instituto, pero mi memoria de mosquito no ayudaba en nada. Al final, decidí regresar sobre mis pasos, esperando encontrarme con la preceptoria o alguna señal de ella. Sin embargo, eso no ocurrió. Caminando por uno de los corredores me crucé con un grupo de estudiantes al que quise preguntarles dónde quedaba la biblioteca, pero algo en sus miradas me detuvo. Opté por seguir caminando, para darme cuenta que, al cabo de un momento, estaba completamente perdida.

Tres pasillos diferentes se extendían frente a mí y en ninguno de ellos había algún tipo de letrero o señal que me indicara dónde demonios estaba parada. Comencé a sentirme un poco ansiosa, siquiera sabía si era capaz de llegar de nuevo al salón.

—¿Estás perdida humana? —dijo una voz tomándome por sorpresa.

Al darme la vuelta, reconocí que era uno de los muchachos que antes me había cruzado.

 —Si, estoy buscando la biblioteca. —admití, pero tan pronto como lo dije acabe por arrepentirme. Los ojos del estudiante me miraban con tal desprecio, que comencé a retroceder instintivamente cuando comenzó a acercarse.

 —Me da curiosidad, ¿nadie quiso acompañarte? —dijo sonriéndose de lado —No, claro que no. Nadie en esta institución le diría a una “inmunda escarlata” que su vida peligra —se respondió así mismo en voz alta. Mis pasos se tornaron cortos, cautelosos. Temía hacer un movimiento en falso y que se me viniera encima.

—Por favor, no me hagas nada.—supliqué levantando las manos. Fue en vano, su sonrisa se tornó ligeramente torcida, malevolente, lo que acabó por asustarme más. Mis piernas comenzaron a temblar, mis ojos se cristalizaron, no sabía qué hacer ni a dónde ir, “estoy perdida” pensé, me tenía acorralada. Sus ojos comenzaron a mutar de color, sus pasos se volvieron sigilosos y calculados, las palabras de Demian resonaron en mi cabeza “No te alejes mucho Caperucita, o te convertirás en el almuerzo de algún lobo”. Tenía razón.

Su cuerpo cedió ligeramente, cerré los ojos y temblé cuando posó su mano en mi hombro, volteándome de espalda con un golpe brusco contra la pared. Los latidos de mi corazón se descontrolaron, sentí su respiración volverse más profunda y su aliento en mi cuello. Grite cuando sus manos parecieron convertirse en garras y desgarró mi camisa provocándome un corte en la espalda. Deseé la muerte, pensé en reunirme con papá, no sucedió.

De repente, un estrepitoso gruñido y la percepción de un choque me sobresaltó. Abrí los ojos justo a tiempo para presenciar una feroz lucha entre dos lobos. Uno era grisáceo, el otro blanco como la nieve, como el pequeño lobo de mis sueños.

El lobo blanco, con un movimiento preciso, lastimo al otro en una rápida embestida. Con un salto diestro, el lobo blanco alcanzó sus patas traseras y en cuestión de centésimas de segundos lo hirió con una gran mordida. El grisáceo aulló de dolor, retrocediendo y dejando tras de sí un gran charco de sangre que se expandió por el corredor. El blanco no mostró piedad, continuo una y otra vez atacándolo a pesar de que los aullidos del otro parecían suplicar clemencia.

Al final, en un último intento, el lobo grisáceo logró escapar lanzándose a través del ventanal, haciendo estallar los vidrios como una onda expansiva. Cerré los ojos por instinto, intentando cubrirme con las manos.

Cuando volví a abrirlos me quedé paralizada, si no me había matado el otro lobo lo haría este.

El lobo blanco, cubierto de sangre comenzó a acercarse a mí, mostrándome sus afilados dientes y soltando un gruñido espantoso. No hay mucho que pueda acotar después de eso, de un momento a otro, todo se tornó borroso y negro…

[…]

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