Los hombres de blanco

¿Y tú qué vela tienes en el entierro?, le preguntó Xavier muy molesto.

Yo soy el esposo de Mireya

Te equivocas, el esposo soy yo, dijo Xavier.

Bueno, tengo entendido que ustedes llevan muchos años separados.

Separados, tú lo has dicho, pero ella y yo estamos casados por la iglesia y por todo.

Bueno, eso ya no cuenta, ya pasaron muchísimos años.

Claro que sí cuenta, amigo, que yo sepa no nos hemos divorciado.

Eso es lo de menos, inmediatamente iniciaremos la demanda de divorcio.

Todos entraron a un pequeño restaurante para hablar.

Manuel le contó todo lo que había pasado, porque Mireya se lo había contado antes de estar juntos.

¿Fuiste capaz de regalar a nuestra hija?

Te juro que en ese momento no me sentía nada bien, dijo Mireya en su defensa.

Es que tú nunca te sentías bien, siempre andabas haciendo escándalo por todo.

Pero tienes que entenderme, Xavier, no estaba bien de la cabeza no era mi intención regalarla, simplemente no me sentía nada bien.

Debiste habérmelo dicho yo te hubiera entendido y te hubiera apoyado, pero en lugar de eso decidiste irte.

Te estuve buscando por 14 años, pero tú decidiste esconderte muy bien para que nunca te encontrara.

Pues bien, necesitamos a encontrar a nuestra hija.

Nosotros contratamos a un investigador privado, pronto dará con ella, dijo Manuel muy seguro de sí mismo.

¿Y en cuanto a lo del divorcio?, preguntó Xavier que ya le andaba por casarse con Silvana.

Pero Silvana tenía otros planes, ella no quería casarse con Xavier.

No te apresures por divorciarte, mi amor, yo así estoy bien. Llevamos muchos años juntos, ¿para qué quieres casarte ahora?

Xavier vio a Silvana con cara de asombro, yo creí que querías casarte conmigo.

Después hablamos de eso, por ahora lo que importa es que encontremos a tu hija.

Yo digo que si unimos fuerzas tal vez pronto aparezca Josefina, fue la opinión de Manuel.

Tienes razón, dijo Xavier, eso es lo más importante.

Perdóname, Xavier, yo no quería abandonarte, ni a Josefina. Yo sé que hice mal, pero no estaba en mis cinco sentidos.

Bueno, lo hecho, hecho está, ya no hay tiempo para lamentaciones, hay que seguir adelante.

.

.

Josefina veía a su madre consumirse por el alcohol. Y a su padre que cada día llegaba más tarde, y a veces tardaba hasta dos días para volver a casa.

Ya se estaba acostumbrando a eso, Marlene siempre estaba con ella, casi que se había criado con ella.

Marlene seguía buscando a Mireya, pero ella no aparecía por ningún lado.

Isabel se había convertido en una piltrafa humana. De aquella mujer elegante y fina ya no quedaba ni la sombra.

Igual y Juan, al verla en ese estado ya no quería acercarse.

Él siempre procuraba tener todo en orden, pero con su esposa así, ya no le daban ganas de volver. Se había buscado otra mujer, y estaba pensando internar a Isabel en una clínica para borrachos, divorciarse de ella y luego casarse con su amante. Pero para eso se necesitaba tiempo.

Josefina veía muy mal a su madre Isabel, y por más que quería sacarla de ese vicio era casi imposible, porque Isabel no ponía nada de su parte.

Ándale, mamá, vamos a que te bañes y te arregles, por favor.

Déjame en paz, mocosa, tu padre no me quiere por tu culpa. No sé en que momento se me ocurrió adoptarte, no vales la pena.

¡Mamá!, ¿por qué me hablas así?, soy tu hija, la que tú elegiste. Yo no tengo la culpa de nada.

Ay, ya cállate, como pudo, Isabel se levantó y se fue a trompicones a su cuarto.

Josefina se limpió una lágrima que amenazaba con caer de sus ojos.

Así fue como se empezó a juntar con las tres chicas de la "Santa Muerte", ella sabía que no estaba bien, pero fuera de Marlene no tenía a nadie más.

Josefina no volvió a la escuela, Marlene trataba de hacerla entrar en razón, pero ella no entendía razones.

Mamá Marlene, para qué quiero una carrera si a mi madre no le importa.

Pero a mí sí me importa, mi vida, tú vales mucho y no mereces estar así. Por favor, no dejes que nadie te opaque ni te diga que no vales.

Josefina se abrazó a Marlene llorando, y ella enjugó sus lágrimas.

.

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Una semana después, unos hombres vestidos de blanco se llevaron a Isabel; Josefina no pudo evitarlo y fue a buscar a Marlene.

Ella de inmediato acudió...

¿Qué está pasando?, ¿por qué se la llevan?

Son órdenes del esposo de la señora. Es por su bien, ella se está consumiendo en vida, fue la respuesta del paramédico.

Sin que se pudiera hacer nada, Isabel fue conducida a la ambulancia.

Josefina solo lloraba por lo bajo, lo malo es que Juan no daba señales de vida.

Josefina se quedaría sola en esa casa hasta que volviera su padre.

Josefina, puedes quedarte en mi casa en lo que regresa tu padre, así no estarás sola.

Gracias, mamá Marlene. Yo creo que sí te tomo la palabra.

Pues, vámonos de una vez, la cocinera hizo una comida deliciosa, ¿tienes hambre?

Sí, me rugen las tripas.

¡Josefina!, ¿qué expresiones son esas?, jajaja.

Jajaja

Gracias al apoyo de Marlene, Josefina siguió estudiando, ya estaba por salir de la secundaria.

Varios días después Juan llegó acompañado de Socorro, su amante.

Mira, aquí vivirás de hoy en adelante, esta es mi casa.

Gracias, mi amor y, ¿vives solo?

No, está Josefina, pero con ella no hay problema.

¿Quién es Josefina?

Mi hija, pero ella hará lo que yo le diga.

Pues eso espero, no quiero discutir con niñas bobas.

No te preocupes, te prometo que no tendrás problemas.

Pues vamos a la alcoba, entonces, a Socorro ya le andaba por acostarse con Juan.

Ambos entraron a la alcoba, y después de eso, ya no existía nada ni nadie.

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