capitulo 7

El día transcurrió con la misma pesadez de siempre, pero algo había cambiado en el aire. La presencia de Adrián, aunque aún distante, había comenzado a marcar su territorio de una manera más sutil. Julia lo sabía. No podía ignorar la tensión que emanaba de él, aunque su comportamiento parecía no dar pie a nada. Sin embargo, sus gestos, sus miradas, todo se combinaba para crear una atmósfera cargada de un magnetismo que Julia no podía dejar de percibir.

Ella estaba acostumbrada a que los hombres se inclinaran a sus pies, a que intentaran impresionarla con lujos, halagos vacíos o promesas de lo que nunca serían capaces de cumplir. Pero Adrián era diferente. No parecía necesitar su aprobación, ni su cariño. En lugar de eso, lo que buscaba parecía ser algo mucho más complejo: su resistencia. Esa constante evasión, ese rechazo, lo desarmaban de una manera que lo hacía aún más decidido a tenerla.

Y allí estaba él, una vez más, en la esquina del vestíbulo, observándola desde lejos. Esta vez no era solo una mirada distante. Había algo más profundo, como si estuviera estudiando cada uno de sus movimientos, como si la desnudara con la mirada sin necesidad de acercarse.

Julia sintió esa sensación nuevamente, esa extraña corriente entre ellos que, a pesar de su rechazo, la hacía sentirse conectada a él de una forma que no entendía. No le gustaba. No le gustaba sentirse vulnerable, y mucho menos frente a un hombre como Adrián.

Sin embargo, al pasar junto a él, sus ojos se encontraron, y por primera vez, Julia no desvió la mirada. La tensión se rompió en un instante, pero la chispa que se encendió entre ellos era imposible de ignorar.

—No sabía que te gustaba hacer todo lo contrario a lo que te piden —dijo Adrián con una sonrisa ladeada, su voz suave pero cargada de una mezcla de desafío y admiración.

Julia frunció el ceño, sintiendo un extraño calor recorrer su cuerpo. No era algo físico, sino más bien una especie de tirón emocional que la mantenía en suspenso, esperando su respuesta.

—No me gusta que me digan lo que tengo que hacer —respondió Julia con firmeza, su tono indiferente, pero sus palabras se cargaron de un mensaje implícito que solo él pudo entender. No tenía intención de someterse a nadie, y mucho menos a un hombre como él.

Adrián dejó escapar una pequeña risa, una que se sintió como una victoria. Su sonrisa se expandió de forma arrogante, pero no dejó de ser magnética. Julia podía ver en sus ojos que, a pesar de que no lo demostraba abiertamente, algo en él se estaba encendiendo. Esa resistencia de ella, ese no ceder a su poder, lo atraía más de lo que quería admitir.

—¿Sabes? Eres la única persona que he encontrado en mucho tiempo que no me teme. Eso... me gusta —dijo, acercándose un poco más, tan cerca que Julia pudo percibir el sutil perfume que emanaba de él. No era agresivo, pero sí definitivo. Como si fuera dueño de la situación, incluso cuando no lo era.

Julia lo miró sin inmutarse, pero dentro de ella, algo comenzó a tambalear. No podía dejar que Adrián tuviera el control. No podía, porque si lo hacía, perdería algo mucho más importante: su independencia. Y eso, lo sabía muy bien, era lo único que le quedaba.

—No me asustas —le dijo, manteniendo su postura, aunque algo en su voz tembló, sin que Adrián lo notara. No sabía si era por el miedo de lo que él podría hacer, o por la incertidumbre de lo que realmente sentía al estar tan cerca de él.

Adrián no respondió de inmediato. En su lugar, se quedó allí, observándola, analizando cada pequeño detalle de su rostro, sus movimientos. Era una batalla silenciosa, un juego entre ellos en el que nadie quería ceder, pero ambos sabían que algo iba a ceder tarde o temprano.

—Eso es lo que más me gusta de ti —dijo finalmente, y sus palabras resonaron en el aire, casi como una declaración. Era una confesión no de afecto, sino de una admiración profunda por la forma en que ella se mantenía firme, a pesar de todo lo que le había tocado vivir.

Al día siguiente, la rutina se repitió. Julia intentaba seguir con su vida, pero no podía dejar de pensar en la conversación con Adrián. Su presencia seguía acechando su mente, como una sombra que nunca se iba. Lo que había empezado como un simple encuentro de indiferencia se había transformado en algo mucho más complejo, algo que Julia no podía controlar.

Mientras estaba en su oficina, sus pensamientos fueron interrumpidos por la aparición de Martín, que entró con una sonrisa falsa y sus ojos de siempre: codiciosos.

—Julia, ¿te gustaría salir a almorzar? Estaba pensando que podríamos... hablar de negocios, claro —dijo, sin disimular su interés personal en ella.

Julia lo miró con frialdad. No sabía por qué Martín insistía, pero algo en él le resultaba incómodo. A diferencia de Adrián, Martín no tenía esa intensidad, esa mirada de fuego que parecía consumirla cada vez que se encontraban.

—No me interesa —respondió con dureza. Sabía que él pensaba que un simple "no" era suficiente para que se desinteresara de ella, pero había aprendido a manejar a los hombres. La mayoría no sabía lo que era un "no" real. No estaba dispuesta a ceder.

Martín, como siempre, frunció el ceño, pero esta vez no insistió. La actitud de Julia lo desconcertaba, pero también lo enfurecía. Él no estaba acostumbrado a ser rechazado, y mucho menos de esa forma tan directa.

Cuando Julia salió al final del día, allí estaba Adrián de nuevo, esperándola en la entrada del edificio. Esta vez no estaba solo. Un par de hombres lo acompañaban, pero su mirada se centró directamente en ella, sin ningún tipo de disimulo.

—¿Vas a ignorarme de nuevo? —preguntó con un tono de desafío en su voz.

Julia se detuvo un momento, analizándolo. ¿Qué quería? ¿Por qué seguía buscándola? No podía ser solo por el simple hecho de que ella le resultaba intrigante. Había algo más, algo que la hacía sentir como si estuviera atrapada en su propia red. Y no le gustaba.

—No quiero que me sigas —respondió, decidida. No podía permitir que la persiguiera más de lo necesario.

Adrián sonrió, pero esta vez no era una sonrisa arrogante. Era una sonrisa de quien sabe que ha ganado una batalla, aunque no la haya ganado del todo.

—Eso lo veremos, Julia. Eso lo veremos. —Y con esas palabras, se dio la vuelta, dejando a Julia con más preguntas que respuestas.

La guerra entre ellos recién comenzaba. La tensión era palpable, y aunque Julia intentaba mantenerse distante, la atracción que sentía por él, esa chispa de algo más profundo, comenzaba a resurgir con cada encuentro. El juego entre ambos estaba tomando una dirección inesperada, y ambos sabían que no podían dar marcha atrás.

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Comments

Verónica Zavala Hernandez

Verónica Zavala Hernandez

siento que ella se va a enamorar de él y va a desenmascarar a su madrastra a su hija de llegar y también a esetal martin

2025-01-19

0

Nini Marin

Nini Marin

pues independientemente de quien sea Adrián me parece que la quiere de bien y también protegerla digo que Julia podría seder un poco

2025-01-03

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