El Precio de la Libertad

Rogelio condujo en silencio mientras llevaba a Maribel de regreso a su casa. La atmósfera dentro del auto era tensa, cargada de palabras no dichas y emociones reprimidas. Maribel permanecía con los brazos cruzados, mirando por la ventana, mientras su mente se llenaba de pensamientos de traición y venganza.

Al llegar, Rogelio estacionó frente a la mansión y salió rápidamente para abrirle la puerta a Maribel. Ella lo ignoró y caminó directamente hacia la entrada, pero él la detuvo al sujetarla suavemente del brazo.

—Maribel, tenemos que hablar dijo con voz seria.

Ella giró lentamente, cruzando los brazos con una expresión de desafío.

—¿Hablar de qué, Rogelio? ¿De cómo prefieres a esa mujerzuela en tu oficina? ¿O de cómo planeas destruir todo lo que hemos construido juntos?

Rogelio respiró hondo, preparándose para lo que sabía que sería una conversación difícil.

—Maribel, esto no tiene nada que ver con Mara. Esto es entre nosotros dos. Hace tiempo que las cosas no funcionan. Hemos intentado fingir, pero ya no hay amor. No tiene sentido seguir así confesó con un tono serio pero calmado.

Maribel lo miró incrédula, como si no pudiera creer lo que estaba escuchando.

—¿Estás diciendo que quieres separarte de mí? preguntó, con un tono frío y amenazante.

—Sí. Creo que sería lo mejor para ambos. Quiero que seas feliz, y yo también necesito serlo. Estoy dispuesto a darte la mitad de todo para que vivas cómodamente. No quiero que te falte nada, pero no podemos seguir juntos explicó Rogelio, intentando sonar razonable.

Por un momento, Maribel permaneció en silencio, procesando sus palabras. Pero luego, algo dentro de ella estalló.

—¿Me estás dejando, Rogelio? ¿Después de todo lo que he hecho por ti? gritó, dando un paso hacia él. ¿Crees que voy a permitir que me deseches como si fuera basura?

—Maribel, no es así... intentó aclarar Rogelio, pero ella lo interrumpió.

—¡Cállate! exclamó, su rostro lleno de furia. ¿Quieres saber qué pasa si me dejas? ¡Te aseguro que tu vida se convertirá en un infierno!

Rogelio frunció el ceño, confundido.

—¿De qué estás hablando?

Maribel sonrió de manera siniestra y sacó su teléfono, mostrándole un archivo de audio.

—¿Recuerdas esa noche, Rogelio? Cuando me confesaste lo que hiciste con Diana... cómo la envenenaste lentamente para que no quedara rastro... dijo, con una voz llena de veneno.

Rogelio palideció, sintiendo un escalofrío recorrerle el cuerpo.

—Maribel...

—Sí, tengo grabaciones de tu confesión. Y no solo eso continuó, disfrutando de su reacción. También tengo fotos y el frasco del veneno que usaste. Todo perfectamente guardado y listo para entregarlo a las autoridades si intentas dejarme.

Rogelio sintió cómo el suelo se desmoronaba bajo sus pies.

—¿Me estás amenazando? preguntó, con una mezcla de incredulidad y enojo.

—No es una amenaza, Rogelio. Es una promesa dijo Maribel, acercándose a él con una sonrisa helada. No voy a dejar que me humilles. Si me dejas, te aseguro que pasarás el resto de tu vida en prisión, y todo lo que tienes quedará destruido.

Rogelio apretó los puños, tratando de controlar su rabia. Estaba atrapado, y lo sabía.

—Maribel, esto no puede seguir así...

—Oh, claro que seguirá. Porque tú y yo estamos juntos, Rogelio, para siempre. Y más te vale que sigas haciendo tu papel de esposo perfecto, porque si no, estarás perdido.

Con esas palabras, Maribel se dio la vuelta y entró a la casa, dejando a Rogelio de pie, derrotado y lleno de impotencia. Por primera vez en su vida, sintió que había subestimado la crueldad de su esposa.

Mientras tanto, en su habitación, Maribel se miró al espejo, sonriendo con satisfacción. No iba a permitir que nadie, ni siquiera Rogelio, le arrebatara lo que era suyo.

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