Amenazas y distracciones

Maribel estaba furiosa. Apenas llegaron a la mansión después de la reunión, cerró de un golpe la puerta y se volvió hacia Rogelio, sus ojos azules brillando con una mezcla de celos y rabia.

—¿Qué demonios fue todo eso, Rogelio?preguntó, cruzándose de brazos. ¿Por qué estás tan interesado en esa niña?

Rogelio, cansado de las constantes escenas de Maribel, se dejó caer en el sofá y se masajeó las sienes. Maribel, no empieces otra vez. No pasó nada. Solo estaba siendo amable.

—¿Amable? replicó ella, alzando la voz. ¡No me trates como si fuera estúpida! Te conozco mejor que nadie. Esa chica te interesa, y ni creas que lo voy a permitir.

Rogelio se levantó bruscamente, su paciencia al límite. ¿Y qué si me interesa? ¿Acaso tengo que rendirte cuentas por cada persona con la que hablo?

La pregunta dejó a Maribel sin palabras por un momento, pero pronto recuperó la compostura. Se acercó a él, sus labios curvados en una sonrisa fría.

—No me hagas recordarte, Rogelio, todo lo que hiciste por mí... Todo lo que sacrificaste para que estuviéramos juntos dijo con una voz baja pero cargada de amenaza. Mataste a Diana por mí. Arruinaste su vida poco a poco hasta que no quedó nada. Y ahora, ¿te atreves a fijarte en otra mujer?

Rogelio la miró, sintiendo cómo una sombra oscura se cernía sobre él. Sabía que Maribel tenía razón. Había hecho cosas imperdonables por ella, cosas que lo perseguían en sus pesadillas.

—Más te vale seguir siendo fiel continuó Maribel, acercándose aún más, hasta que sus rostros estuvieron a pocos centímetros. Porque si no lo haces, tendrás serios problemas conmigo.

Rogelio no dijo nada. Solo asintió con la cabeza, como un hombre atrapado en una jaula que él mismo había construido.

Mara salió de la reunión con una mezcla de emociones. Por un lado, sabía que había avanzado en su plan. Había logrado captar la atención de Rogelio, y la escena que Maribel había armado solo lo había acercado más a ella. Pero, por otro lado, necesitaba despejar su mente, salir del rol que estaba interpretando y sentirse un poco más... libre.

Era viernes, y los bares de la ciudad estaban llenos de vida. Mara eligió uno al azar, un lugar animado pero no demasiado abarrotado. Pidió una copa de vino y se sentó en la barra, dejando que la música y las luces la envolvieran.

Mientras tomaba pequeños sorbos, notó que alguien la observaba desde el otro extremo del bar. Al girarse, vio a Andrés García, con su característico aire despreocupado, apoyado contra la barra con una copa de whisky en la mano.

—¿Es coincidencia, o me estás siguiendo? bromeó Andrés, acercándose a ella con una sonrisa.

Mara levantó una ceja, divertida. Coincidencia. Pero si quieres creer que estoy siguiéndote, adelante.

Andrés soltó una carcajada y se sentó a su lado. No esperaba encontrarte en un lugar como este.

—¿Y cómo es un lugar como este? preguntó ella, jugando con su copa.

—Un lugar para distraerse, olvidarse de todo... ¿Eso estás buscando, Mara?

Mara lo miró fijamente. Había algo en Andrés que le resultaba intrigante. Era un mujeriego, sí, pero también parecía cargar con un dolor que lo hacía humano. Y en ese momento, ella estaba buscando precisamente eso: un poco de humanidad.

—Tal vez respondió, sonriendo ligeramente. ¿Y tú? ¿Qué estás buscando aquí?

—Lo mismo respondió Andrés, levantando su copa. Un poco de distracción.

Pasaron las siguientes horas conversando, riendo y compartiendo anécdotas. Mara, aunque cautelosa, permitió que Andrés se acercara más de lo que había permitido a otros hombres. Sabía que él no era alguien con quien pudiera construir nada, pero en ese momento no buscaba construir. Solo quería olvidar.

Cuando Andrés se ofreció a acompañarla a su apartamento, Mara lo consideró por un momento. Sabía que este cuerpo era virgen, pero su mente no lo era. Además, ¿qué tenía de malo disfrutar un poco?

Sin embargo, algo en su interior la detuvo. Quizás era el peso de su misión, o tal vez el recuerdo de cómo Rogelio, ese hombre había destruido su vida pasada.

—Gracias por la compañía, Andrés dijo finalmente, levantándose. Pero creo que este será el final de la noche para mí.

Andrés la miró, sorprendido pero también intrigado. La mayoría de las mujeres caían rendidas ante él, pero Mara era diferente. Esa resistencia solo lo hacía quererla más.

—Como quieras, Mara. Pero esto no termina aquí —dijo, con una sonrisa juguetona. Nos veremos pronto.

Mara salió del bar con una extraña mezcla de emociones. Había disfrutado la compañía de Andrés, pero también sabía que no podía permitirse distracciones. Su venganza era lo único que importaba.

Mientras caminaba hacia su apartamento, recordó las palabras una y otra vez : "La venganza se sirve fría". No importaba cuánto tiempo le tomara, lo lograría.

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