La rabia seguía ardiendo en su pecho mientras Diana, ahora Mara, miraba el periódico una y otra vez. La foto de Rogelio sonriendo con Maribel Miller era un recordatorio cruel de su traición, del hombre que juró amarla pero que, en cambio, la había destruido. Sin embargo, esta vez no era la mujer ingenua que creyó en sus mentiras. Esta vez, ella tenía la ventaja.
Él pensaba que estaba muerta aunque ella literalmente murió.
Ese pensamiento le dio fuerzas. Se puso de pie en su pequeña habitación, el crujido de la madera bajo sus pies apenas era audible. Sabía que para destruir a Rogelio no bastaba con venganza impulsiva. Tendría que ser metódica, estratégica. Tenía que atacarlo donde más le doliera: su reputación y su riqueza.
Pero primero, necesitaba información.
Al día siguiente, Diana regresó al café con un plan en mente. Su interacción con Andrés García la había dejado intrigada. Había algo en su mirada, una mezcla de arrogancia y peligro, que le decía que no era un hombre común. Si lograba ganarse su confianza, tal vez podría usarlo para su propósito.
Como si el destino escuchara sus pensamientos, Andrés llegó esa mañana. Lucía impecable, con un traje a medida que resaltaba su figura. Al verla, sonrió como si la hubiera estado esperando.
—Mara saludó con una inclinación de cabeza. ¿Ya pensaste en lo que te dije la última vez?
Ella alzó una ceja, fingiendo no entender.
—¿Y qué fue lo que dijiste?
—Deberías sonreír más. La vida es demasiado corta para estar siempre tan seria.
Diana soltó una risa seca.
—Tal vez la tuya es corta. La mía aún tiene mucho por hacer.
Andrés la miró con curiosidad, como si intentara descifrar el enigma que representaba. Después de unos segundos, se inclinó hacia ella.
—¿Sabes qué? Me gustas, Mara. ¿Qué tal si te invito a cenar?
Diana dudó por un instante. No confiaba en Andrés, pero podía sentir que él tenía recursos que podrían serle útiles. Además, no tenía nada que perder.
—De acuerdo. Pero tú eliges el lugar, y asegúrate de que valga la pena.
Andrés sonrió, complacido.
—Te recojo esta noche a las ocho.
Esa tarde, Diana hizo lo mejor que pudo para prepararse. No tenía dinero para ropa nueva, pero logró arreglar el vestido negro que había conseguido en el centro comunitario. Con un poco de maquillaje prestado, realzó sus rasgos y, cuando terminó, apenas reconocía a la mujer que la miraba desde el espejo roto de su habitación.
Ya no era una indigente. Era una mujer renacida, lista para jugar el juego.
Andrés llegó puntual en un auto deportivo que brillaba bajo la luz de la luna. Al verla, sus ojos se encendieron con una mezcla de admiración y deseo.
—Sabía que había algo especial en ti dijo mientras le abría la puerta.
Durante el trayecto, Andrés intentó sacarle conversación, pero Diana respondía con cautela. Prefería observarlo, estudiar cada uno de sus gestos y palabras. Era un hombre seguro de sí mismo, acostumbrado a conseguir lo que quería. Y aunque eso podía ser peligroso, también significaba que sería predecible en ciertos aspectos.
Llegaron a un restaurante exclusivo en el centro de la ciudad. Las miradas se volvieron hacia ellos cuando entraron, pero Diana no se dejó intimidar. Caminó con la cabeza en alto, recordando cómo solía moverse en estos ambientes cuando era Diana Johnson.
—Impresionante, ¿verdad? comentó Andrés mientras se sentaban.
—He visto mejores respondió ella con una sonrisa fría.
La cena transcurrió entre bromas y conversaciones superficiales, pero Diana estaba concentrada en otra cosa. Necesitaba saber quién era Andrés realmente. Aprovechó un momento en el que él salió para atender una llamada para observar su cartera, que había dejado sobre la mesa. Abriéndola rápidamente, encontró una tarjeta de presentación:
Andrés García (Consultor Financiero)
Al regresar, Andrés la encontró sosteniendo la tarjeta, pero lejos de molestarse, sonrió con arrogancia.
—¿Ya investigándome? Eso me gusta.
—Solo quería saber si valía la pena perder mi tiempo contigo respondió ella, guardando la tarjeta en la mesa con un movimiento deliberado.
Andrés soltó una carcajada.
—Te aseguro que lo vale.
Cuando Andrés la dejó en su edificio esa noche, Diana tenía más preguntas que respuestas. ¿Qué tipo de "consultor financiero" llevaba un estilo de vida tan extravagante? Había algo más en él, algo que estaba decidida a descubrir.
Mientras subía a su habitación, sus pensamientos volvieron a Rogelio. Sabía que él no tardaría en notar que alguien estaba intentando mover piezas en su contra. Necesitaba ser cuidadosa, pero también rápida.
Esa noche, mientras miraba por la ventana rota de su habitación, Diana hizo un juramento. No solo recuperaría lo que era suyo, sino que también se aseguraría de que Rogelio sintiera el mismo dolor que él le había causado.
Y si Andrés podía ser útil en ese proceso, no dudaría en usarlo. Después de todo, en la guerra y la venganza, no había lugar para los sentimientos. O al menos, eso era lo que Diana quería creer.
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Comments
Estela Maris Trejo
solo espero escritora que está historia no caiga en lo mismo que tantas , en verdad como dicen vulgarmente quiero ver sangre que ese Rogelio pague , y que ella por favor no caiga en su cama como tantas otras historias que al final la protagonista se acuesta con quién tanto daño le a echo y la venganza no llega nunca . vuelvo a repetir quiero ver sangre en esta historia ojo por ojo no ?? es mi opinión /Left Bah!//Right Bah!//Pooh-pooh//Pray//Coffee/cafecito de por medio le doy por ahora un /Good/
2025-04-07
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VásGa Nbeth
wow no pensé que esto se estaría poniendo interesante, voy a darle una oportunidad a esta novela. 😊
2025-03-25
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Amelia Mirta Fernández
me gusta mucho el comienzo, promete una trama importante e intrigante.
2025-04-01
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