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La biblioteca de los Donnelly es la más extensa que he visto en mi vida, y como por arte de magia, he sido capaz de leer cada texto que toman mis manos, digo siempre me gustaron los idiomas, y si fui en mi otra vida capaz de vivir en la frontera franco-suiza es porque hablaba cuatro idiomas… pero esto es otro nivel, digo, ni el chino o el árabe tienen símbolos como estos, es realmente fascinante…

Lamentablemente sé que estoy en una novela, pero quiero saber qué tanto se parecen las leyes de la física y la materia en este lugar donde hay magia y, sobre todo, si puedo aprovecharlas para salir de aquí.

Según me explicó Emily no todos en este mundo poseen magia, especialmente la manifiestan personas nobles, pero eso no quiere decir que haya plebeyos sin ella. Eso sí, cuando alguien con magia es detectado, se mide la intensidad de su maná y si es muy fuerte se le ofrecen mejores oportunidades de crecimiento (es decir, una educación y trabajo), pero si no, solamente se les deja pues se tiene la idea de que conforme crezcan su maná se perderá.

Cuando le pregunté a Emily si yo poseo magia, me comentó que eso lo tengo que hablar con el Duque, lo que me hace pensar que no, y sinceramente no lo creo porque no recuerdo que se mencionara en la pinchurrienta novela en la que me encuentro.

Hasta donde he averiguado, estamos a menos de un año del inicio de la historia, pero mi personaje ya ha acosado lo suficiente al principucho ese, que lo que tiene de guapo lo tiene de idiota, solo sabe gritar y el primer paso para que siga viva en este mundo será el romper el maldito compromiso, que, aunque no se ha terminado de concretar ya es considerado casi un hecho.

Además, los personajes ya están en la escuela y conocieron a la protagonista, así que lo primero que debo hacer es hablar con el Duque sobre este tema y después a vivir como me plazca… bueno, casi.

Estaba en eso cuando la puerta se abrió y el guapísimo Duque entró… Dios se nota que este hombre fue tallado a mano porque está… que me lo quiero comer… es muy alto, de cabello oscuro, ojos de un azul intenso, sus facciones son muy masculinas y su cuerpo está muy bien formado, se nota que siempre hace ejercicio… lástima que sea el padre de este cuerpo… de lo contrario… digo, en mi vida real tenía casi 30 años…

Duque: Preciosa he regresado (abriendo los brazos) ¿cómo te sientes? ¿Has logrado recordar algo?

Diana: [Me estoy enamorando… qué ganas de abrazarlo y darle una buena… no, no, no, tranquilízate, Alessandra] (Sin moverse de su lugar) He estado muy bien, muchas gracias por su interés. Pero no he logrado recuperar ningún recuerdo, así que he estado leyendo para informarme sobre las cosas a mi alrededor…

El Duque se acerca y le quita el libro de las manos y se da cuenta de que es un texto que ni él ha logrado leer pues está escrito en un idioma antiguo. El libro ha pasado de generación en generación en su familia, aunque hace mucho tiempo se perdió la capacidad de su lectura.

Duque: (Visiblemente nervioso) ¿Estabas… leyendo esto?

Diana: Sí, es muy interesante… algún problema.

Duque: Vamos a mi despacho, necesitamos hablar… Edgar lleva té y pastelillos a mi oficina, (volteando a ver a Diana desconcertado) mi hija y yo tendremos una larga charla.

Una vez en la oficina.

Duque: Edgar, déjanos solos y que nadie nos interrumpa, no importa lo que pase, nadie puede entrar hasta que yo lo diga.

Edgar: Como ordene señor.

Mientras Edgar cierra la puerta, el Duque comenzó a recitar palabras extrañas y una especie de domo brillante verde se formó a nuestro alrededor.

Duque: Listo, este domo nos permitirá hablar libremente sin que nadie nos escuche… Así que dime niña… ¿quién eres y dónde está mi hija?

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