Capítulo 8 Aying traviesa

—¿porque ese hombre terminó así? Acaso hay algún asesino, no esto no puede quedar así debo decir a la emperatriz —pensó Anna.

Cuando estaba apunto de usar su poder una pequeña mano lo detuvo.

—¡detente! Nani hay que ver quién es la persona que hizo esto—habló avanzando al frente,

—¡si así lo desea!

El pajarito que volaba en el cielo se dirigió hacia Aying entrando en su cuerpo.

—¡maestra si me necesita solo hableme!

Aying asintió avanzando nuevamente hacia el frente.

Una figura vestida de rosa está observando al hombre que ha muerto.

—¡este tipo no sirve de nada! ¿Cómo es posible? Es uno de los mejores en batalla incluso fue entregado por el propio santo—murmuró mordiéndose las uñas con fuerza.

—¡hermana mayor! ¿Quién eres? ¿Porque ese hombre trató de atacarnos?

La voz lechosa hizo que la joven vestida de rosa entrara en razón, levantó la mirada con una expresión asustada sostuvo la mano de la niña que viste de rojo carmesí.

—¡Lo siento tanto! Es mi guardián por alguna razón se volvió loco, no entiendo porque trata de atacarlos, quise que se detuviera aún así fue en vano ¿pequeña hermana me culpas?—le preguntó sosteniendo su mano.

En ese momento Aying podía sentir como miles de serpientes subían por su cuerpo tratando de matarla con su veneno más puro.

—¡lo siento! No te conozco, no sabía que tu guardián era el culpable—lo dijo mientras se soltaba de su agarre.

Anna avanzó al frente mirando a la joven hizo una reverencia—¡Saludos a la sacerdotisa Emilia!

—¿sacerdotisa?—se preguntó a sí misma mirando a la joven de rostro hermoso angelical.

La joven sonrió de manera orgullosa hasta que su mirada terminó sobre Aying con una expresión condescendiente la juzgó—¡veo que hay personas que no tienen educación!

—¡maestra la has oído! Esta mocosa te está humillando es más quiere verte avergonzada frente a su estatus, déjeme salir la golpearé.

—¡no! No podemos hacer nada precipitado, su estatus no parece simple—resonó en su mente con tanta calma.

Los hermosos ojos azules de Aying recorrieron a la joven vestida de rosa su apariencia es muy hermosa como la un ángel incluso su aura es tan noble a pesar de observarla no sintió celos en absoluto por su increíble apariencia siendo tan joven.

—¡hermana mayor! ¿Cuántos años tienes?—le preguntó sin rodeos.

Las manos de la joven que se mantienen firme se movieron con elegancia sus ojos almendrados miraron con lástima a Aying, levanto su mirada sin mirarla esta vez le respondió con tanto orgullo en su corazón—¡tengo 11 años!

—¡Eres más vieja que yo!

—¡tu!—titubeó la joven dejando al lado su orgullo al escuchar las palabras “más vieja” hizo que no pudiera evitar sentirse humillada—¡una mocosa pequeña! Me ha humillado ¿quién soy yo? Soy la hermana mayor del gran santo elegido por los dioses, todos me alaban por esa razón y por estar en una familia tan noble ¿cómo puede?—respiro profundamente aguantando las ganas de matarla hasta que de repente las camisuras de sus labios se levantaron—¡una niña pobre se va a casar con su alteza el príncipe heredero! ¿A caso eso no es una broma? Pero está bien pequeña después de todo personalmente te cuidaré, ya que como la futura emperatriz cuidaré de las concubinas de mi futuro esposo—se burló.

Aying frunció el ceño sin mostrar una sonrisa falsa—¡concubina! Así que es eso, la emperatriz nunca dejaría que fuera la futura princesa heredera ¡Realmente desea algo que yo tengo! Aún que esta chica siniestra no se compara con la emperatriz ¿porque no le doy una lección?—lo pensó.

El silencio en el salón del comedor se hizo inminente esto dejó con arrogancia a la joven pesando que la hecho llorar.

—¡hermana mayor! Tienes algo en tu vestido ¿te lo quito?—preguntó Aying.

—¿Qué está tramando?—pensó la joven al ver que Aying avanzó de manera muy inocente con las manos detrás de su espalda.

Una pequeña mano tocó el vestido rosado al siguiente instante una fuerza débil envolvió el cuerpo de la joven.

—¿porque no puedo moverme?—murmuró sintiendo su cuerpo inmóvil.

—¡hermana mayor! ¿Qué te sucede?—preguntó con curiosidad girando a su alrededor.

Anna no ayudó a la joven solo se quedó mirando sin atreverse a ser nada.

Los ojos llenó de ira se posaron sobre Aying es como si tratara de quemarla con una sola mirada

—¿Qué me has hecho?—habló casi gritando.

—¡nada! ¡Hermana mayor! ¿Porque me culpas? Solo te pregunté si sucede algo—las lágrimas en su ojos se derramaron por su mejillas rosadas.

Los puños de la joven se apretaron con fuerzas parecía que estaba apunto de atravesar su carne.

—¿qué está sucediendo?—resonó una voz arrogante.

El aire en el comedor se volvió imposible de respirar como una fuerza poderosa que lo impide, la joven vestida de rosa sintió como estaba apunto de morir que jadeó de dolor incluso Anna estaba sintiendo que la muerte se le acerca.

—como el príncipe heredero ¿puede tolerar tales humillaciones en mi palacio?—preguntó la voz majestuosa hasta revelar a un joven quien lleva un traje negro extraordinario.

Antes de que el príncipe heredero mostrara su entrada extraordinaria se detuvo sintiendo como su cuerpo se estremecía de sorpresa al ver a la pequeña niña que lleva un vestido rojo carmesí adornado con varias rosas del mismo color lo que aún más le sorprenden es que se mantiene firme sin sufrir la presión de su poder sobrenatural.

—¡Este príncipe, Esta mocosa!—Lo pensaron al mismo tiempo.

Aying levantó la mirada un poco más alto para ver al joven de 13 años quien se había acercado.

—¡eres interesante niña!—respondió fríamente pero con un toque de interés.

—¡no me llamo niña! “Soy Aying, Aying”—exaltó con determinación.

Una pequeña hermosa figura no muy lejos al ver esta escena mostró signos de celos.

—¿porque? Su alteza me prometió que siempre sería la persona con la que se casara en el futuro que la niña no vale la pena, después de todo es una pobre ¿porque le interés ahora? ¡No, yo debo ser la única en su corazón, tengo que matarla hoy—lo pensó, apretó nuevamente su puño con fuerza al ya no sentir la presión se levantó disponiéndose a caminar hacia el príncipe heredero con una expresión lastimera.

—¡Emm! ¿Cómo es que terminaste así?—le preguntó mirando con atención como su atuendo y cabello estaban hechos un desastre.

—¡hermano príncipe, me siento tan mal! A pesar de todo esto no culpes a la hermana menor—sollozó cayendo al suelo.

Las palabras de Emilia hicieron que el príncipe heredero mirara a Aying antes de que la pequeña Aying tuviera tiempo de refutar una mano delgada sostuvo su cuello apretando con fuerza.

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