Los celos de Daniel.
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Narra Daniel Montenegro
El lunes por la tarde, de vuelta en la empresa, el ambiente estaba más tenso de lo normal. El motivo tenía nombre y apellido: el señor Franco. A pesar de los desaires de Rachely, ese hombre no dejaba de insistir con una persistencia que estaba colmando mi paciencia.
No me considero un hombre chismoso ni entremetido, pero cada vez que veía a Franco acercarse a ella con su sonrisa babosa y sus comentarios fuera de lugar, no podía evitar que los nervios me carcomieran. Era como si un fuego se encendiera en mi pecho, uno que no sabía si provenía de los celos o de la rabia. Probablemente, ambos.
Esa tarde, Raúl me llamó a su oficina para discutir algunos detalles importantes del proyecto de expansión que teníamos entre manos. Entré, tratando de mantener mi semblante tranquilo, pero apenas cerré la puerta, solté:
—Raúl, ¿puedo preguntarte algo?
—Adelante. —Me miró con curiosidad, dejando a un lado los documentos que revisaba.
—¿Qué opinas del señor Franco? —pregunté, tratando de sonar casual, aunque el tono en mi voz me delató.
Raúl frunció el ceño al escuchar el nombre y dejó escapar un suspiro pesado.
—¿Por qué lo preguntas? —respondió con cautela.
—Porque ese hombre no deja de rondar a Rachely. Y sinceramente, no me agrada. —Mi voz salió más firme de lo que esperaba.
Raúl se quedó en silencio por un momento, pero su expresión hablaba por sí sola. También estaba molesto. Como el hermano celoso que siempre ha sido, y más aún, como el hombre que prácticamente crió a Rachely desde que tenía meses, entendía perfectamente mi preocupación.
—Ese tipo no me gusta desde que lo conocí. —Su tono era seco, pero cargado de significado. —Siempre he sido protector con Rachely, y te aseguro que no voy a permitir que alguien como Franco se le acerque demasiado.
Sentí un alivio inmediato al escuchar sus palabras. No estaba solo en esto.
Justo cuando íbamos a seguir hablando, la puerta se abrió de golpe, y allí estaba ella: Rachely Villalobos, con el rostro enrojecido y una expresión que mezclaba furia y frustración.
—¡No puedo más! —exclamó, cruzando los brazos con fuerza. —Ese odioso hombre no me deja en paz.
Raúl y yo nos miramos, sabiendo exactamente de quién hablaba.
—¿Qué pasó ahora? —preguntó Raúl, tratando de mantener la calma.
—¡Que cada vez que me lo encuentro, tiene que decirme algo estúpido! “Qué bonita estás hoy, Rachely.” “Ese color te queda precioso, Rachely.” ¡Es insoportable!
Traté de ocultar mi sonrisa al verla tan alterada, pero por dentro, me sentía satisfecho. Ella también lo encontraba irritante, lo que significaba que mis celos no eran en vano.
Raúl se levantó de su silla y caminó hacia ella, colocando una mano en su hombro.
—No te preocupes, Rachely. Voy a hablar con él. Esto se termina hoy.
Ella lo miró sorprendida, pero asintió con firmeza.
—Gracias, Raúl. De verdad, ya no lo soporto.
Cuando salió de la oficina, Raúl me lanzó una mirada significativa.
—Voy a dejarte a ti el placer de espantarlo.
Una sonrisa de complicidad se dibujó en mi rostro. Franco no sabía con quién se estaba metiendo.
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Comments
Ernestina Puerto
a defender lo que es suyo🤣🤣🤣🤔🤔🤔🤔🤔☺️ aunque no ha pedido nada😂😂😂
2025-01-02
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