Las explosiones retumbaron en el puerto, iluminando el cielo con destellos anaranjados y rojos. Los hombres de Kenny el Rojo, desorientados por el estruendo, comenzaron a correr en todas direcciones. Desde su posición en los túneles, Daniel escuchó los gritos y el caos que se desató en el campamento pirata.
—Funcionó— murmuró Dalia con una sonrisa apenas perceptible.
—Claro que funcionó— respondió Kora con desdén. —Es lo único que esos dos saben hacer: causar problemas.—
Daniel ignoró el comentario de Kora y señaló hacia la salida del túnel. —Es nuestra oportunidad. Vamos.—
Salieron con sigilo, encontrando menos resistencia de la esperada. Dalia lideró el grupo con determinación, mientras que Kora mantenía una expresión de desdén mezclada con expectativa. Daniel, por su parte, intentaba mantener la compostura, aunque no podía evitar sentir que estaba completamente fuera de lugar.
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El combate en el puerto
Mientras avanzaban hacia la plaza principal, las figuras de Doria y Uriel destacaban entre el humo y los escombros. Doria, con una sonrisa confiada en el rostro, desarmaba y neutralizaba a los hombres de Kenny con movimientos fluidos y precisos.
—¡Vamos, chicos! ¿Es todo lo que tienen?— gritó, derribando a otro hombre con un golpe rápido.
Uriel, por otro lado, usaba su ingenio para mantener a los piratas a raya, utilizando herramientas improvisadas para desarmarlos y dejarlos fuera de combate.
Cuando el último hombre cayó, Dalia se acercó a ellos con calma, dejando un rastro de enemigos inconscientes a su paso.
—Fácil. Ni siquiera tuve que usar mi aura— dijo, limpiando una gota de sudor de su frente.
Daniel, que había llegado en ese momento con Josh, frunció el ceño.
—¿Aura? ¿Qué es eso?— preguntó, confundido por sus palabras.
Dalia lo miró con una mezcla de incredulidad y desconfianza. —¿Es una broma, Steven? Tú más que nadie deberías saberlo.—
Daniel intentó disimular su confusión. —Claro, claro. Sólo… fue curioso escucharlo ahora.—
Doria, que había estado observándolo con atención, entrecerró los ojos. —Desde ayer que volviste, estás actuando extraño. Ya no pareces tú.—
Antes de que pudiera responder, un estruendo llamó su atención. Kenny el Rojo había salido de su escondite, blandiendo una espada enorme con hojas dentadas.
—¡Malditos intrusos! ¿Creen que pueden entrar a mi ciudad y salirse con la suya?— rugió, avanzando hacia ellos.
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El enfrentamiento con Kenny el Rojo
Daniel sintió cómo el miedo lo invadía al ver la imponente figura del pirata. Nunca había peleado en su vida, y mucho menos contra alguien como Kenny. Miró rápidamente a su alrededor, buscando una solución.
—¡Dalia! ¡Arresten a Kenny!— ordenó, intentando sonar firme.
Dalia lo miró con sorpresa. —¿Arrestarlo? ¿Así de simple?—
—Sí. Hazlo. Ahora.—
Dalia frunció el ceño, pero obedeció. Se adelantó con pasos seguros, desenfundando su espada mientras Kenny cargaba contra ella.
El enfrentamiento fue breve pero intenso. Kenny, a pesar de su tamaño y fuerza, no pudo igualar la destreza y velocidad de Dalia. Con un movimiento calculado, desarmó al pirata y lo derribó, inmovilizándolo con un simple giro de su muñeca.
—Patético— murmuró mientras le colocaba unas esposas improvisadas.
Kenny, furioso, escupió al suelo. —¡Malditos traidores del Consejo! ¡Esto no se quedará así!—
Dalia lo ignoró y lo levantó de un tirón, entregándoselo a Daniel.
—Aquí tienes, “Capitán”.—
Daniel asintió, intentando mantener la compostura mientras Kenny lo miraba con desprecio.
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El regreso al Consejo
De regreso en Marine, el grupo fue recibido como héroes. Los habitantes se alinearon en las calles para aplaudirlos mientras llevaban a Kenny esposado hacia el edificio del Consejo. Daniel se sentía abrumado por la atención, mientras que Josh, a su lado, parecía disfrutar del momento.
—Esto es… algo más— murmuró Daniel.
—Bienvenido al mundo de los héroes, Capitán Steven— respondió Josh con una sonrisa burlona.
Al llegar al Consejo, entregaron a Kenny a las autoridades, quienes lo escoltaron hacia una celda reforzada. El líder del Consejo se acercó a Daniel con una expresión de aprobación.
—Buen trabajo, Capitán Steven. Una vez más, ha demostrado por qué es uno de los mejores entre nosotros.—
Antes de que Daniel pudiera responder, el hombre hizo un gesto a uno de sus asistentes, quien se acercó con un cofre lleno de monedas de oro.
—Como recompensa por su servicio, el Consejo le otorga diez millones de monedas de oro. Úselas sabiamente.—
Daniel abrió el cofre y sus ojos se agrandaron al ver la cantidad de monedas brillantes en su interior. No podía creerlo.
—¿Esto es… para mí?— preguntó, atónito.
El líder del Consejo frunció el ceño ligeramente. —Por supuesto. ¿Acaso no es por esto que hacemos lo que hacemos?—
Doria, que había estado observando la interacción, lo miró con desconfianza.
—Definitivamente no eres el Steven que conocí. ¿Desde cuándo te sorprendes por algo como esto?—
Daniel intentó recuperar la compostura. —Es sólo que… me había olvidado de cuánto podía ser.—
Doria no parecía convencida, pero no dijo nada más.
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De vuelta en el barco
Más tarde, en La Tetera del Mar, el equipo celebró su éxito. Uriel contaba emocionado cómo había logrado sabotear las defensas de los piratas, mientras que Dalia permanecía en silencio, observando a Daniel con una mezcla de curiosidad y sospecha.
Kora, por su parte, se limitaba a observar desde un rincón, como si esperara el momento perfecto para causar problemas.
Daniel, aún desconcertado por todo lo que había ocurrido, se sentó en la cubierta, mirando el cofre de oro que ahora era su responsabilidad.
Josh se acercó y se sentó a su lado.
—Bueno, Capitán, parece que lo estás haciendo bien.—
Daniel suspiró. —No tengo idea de lo que estoy haciendo.—
Josh sonrió. —Bienvenido al club.—
Mientras ambos se reían, Daniel no podía evitar preguntarse cuánto tiempo podría mantener esta fachada antes de que todo se viniera abajo. Pero por ahora, tenía una misión cumplida, un equipo que confiaba en él y un mundo completamente nuevo por descubrir
Doria se le acercó al lado pidiendo a Naou o sea Josh qué dejará hablar a solas con el capitán
--¿Qué tienes Steven?, antes eras el hombre con el cual yo me sentía protegida, ese día antes de que te fueras a esa misión dijiste que te ibas a retirar-- dijo Doria
--Lo siento no quiero hablar-- dijo Daniel levantándose porque no sabia que decir
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