16 de Abril 2024

Bitácora del Inspector Héctor Ramírez

El día comenzó con la noticia de que Aurelio Morales, el mecánico que días atrás se presentó en la estación, había sido nombrado oficialmente como consultor externo para el caso. La decisión, tomada directamente por mis superiores, no fue fácil de digerir para algunos miembros del equipo. Incorporar a un civil, y más aún a alguien que admitió estar familiarizado con prácticas esotéricas, generó murmullos de descontento. Sin embargo, después de semanas sin avances significativos, cualquier ayuda parecía mejor que continuar a ciegas.

Aurelio llegó temprano a la estación. Vestía como siempre: una camisa sencilla y sus botas desgastadas. Se presentó con calma, saludando con cortesía a quienes lo miraban con recelo. Traía consigo un cuaderno viejo de tapas de cuero y una bolsa pequeña que, según explicó, contenía herramientas y textos antiguos que podrían ayudarnos a interpretar los símbolos encontrados.

—No estoy aquí para hacer magia ni para convencerlos de nada extraño. Solo quiero ayudar a que encuentren a esas personas antes de que sea demasiado tarde —dijo en su tono habitual, pausado y tranquilo.

Lo primero que hicimos fue repasar los casos abiertos. Aurelio se mostró especialmente interesado en las marcas encontradas en el cuerpo de Mariana Gómez y en el pecho de Santiago Herrera.

—Este símbolo no es común. La estrella, por sí sola, podría significar muchas cosas, pero la frase en latín… Mox Perveniet. Eso no es casualidad. Alguien está dejando un mensaje, y no es para ustedes, sino para alguien o algo más —dijo, trazando con precisión el símbolo sobre una hoja en blanco.

Su explicación, aunque aún difícil de asimilar, despertó nuevas preguntas. Según Aurelio, las prácticas a las que hacía referencia tenían raíces muy antiguas, vinculadas con rituales de transición o invocación.

—Esto no es algo que una persona haga por simple diversión o maldad. Quienquiera que esté detrás de esto está siguiendo un propósito, una serie de pasos que probablemente aún no han terminado.

La conversación tomó un giro inquietante cuando Clara preguntó directamente:

—¿Qué propósito?

Aurelio guardó silencio por un momento antes de responder:

—No puedo asegurarlo, pero podría ser un intento de romper un límite, de conectar nuestro mundo con algo que no pertenece aquí.

El escepticismo en la sala era palpable. Sin embargo, no podía negar que sus palabras tenían un peso que resonaba con los pocos indicios que habíamos reunido.

Por la tarde, decidimos realizar un análisis más detallado de los nombres en la lista encontrada. Aurelio sugirió buscar patrones en sus fechas de nacimiento, ocupaciones o cualquier otro dato que pudiera conectarlos más allá de la aparente casualidad. Clara y yo pasamos horas revisando registros, mientras Aurelio estudiaba con detenimiento el cuaderno viejo que traía consigo.

Fue él quien primero notó algo que habíamos pasado por alto: los nombres parecían estar organizados siguiendo un orden específico. No era alfabético ni cronológico, sino algo más complejo.

—Esto podría estar relacionado con la posición de las estrellas o con fechas clave dentro de estas prácticas. Necesitaría tiempo para analizarlo más a fondo —dijo, mientras hacía anotaciones rápidas en su cuaderno.

La tensión creció cuando recibimos un reporte sobre un hallazgo en las cercanías de San Cristóbal de las Casas: una pequeña capilla abandonada, en cuyo interior habían encontrado marcas similares a las vistas en los casos previos. Clara y yo decidimos ir a investigar, y Aurelio insistió en acompañarnos.

Al llegar, la atmósfera era sofocante. El lugar, cubierto de polvo y telarañas, parecía haber estado deshabitado durante décadas. Sin embargo, en el centro del piso había un círculo tallado con precisión, rodeado por inscripciones en latín que coincidían con la frase encontrada en los cuerpos.

—Esto no es un mensaje cualquiera. Es un ritual incompleto —murmuró Aurelio, mientras examinaba las marcas.

Aunque mi instinto me decía que no confiara completamente en él, no podía ignorar que parecía entender lo que estábamos enfrentando. La capilla no ofreció más pistas inmediatas, pero algo en mi interior me decía que este lugar sería clave para entender lo que estaba ocurriendo.

De regreso a la estación, Clara expresó en voz alta lo que muchos de nosotros sentíamos:

—¿Y si Aurelio sabe más de lo que dice?

No respondí. El tiempo diría si este hombre era realmente nuestra mejor opción o si nos estaba guiando hacia algo que aún no comprendíamos. Mientras tanto, cada paso que dábamos parecía llevarnos más lejos de la lógica y más cerca de un terreno que ninguno de nosotros estaba preparado para enfrentar.

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