...-Día 02 de Diciembre -
...
-Siento en el pecho un océano a tu lado.
Siento una gravitación; una gravedad; atracción; un tirón hacía ti; una verdad,
¿Por qué estoy cerca y a la vez tan alejado?
Autor: ndjocu.davies
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Con los ojos cerrados y aún en un estado de somnolencia, recorrió con sus dedos la superficie dura de su escritorio. Un leve quejido escapó de sus labios al sentir las pulsaciones en sus sienes; sus párpados parecían pesados y se resistía a abrirlos, aunque el lado izquierdo de su rostro le recordaba el cansancio acumulado tras largas horas de trabajo en contacto con la madera áspera.
Con esfuerzo, levantó la cabeza y estiró los brazos en un medio círculo frente a él, buscando un poco de comodidad. Sin embargo, a medida que pasaban los minutos, el malestar se intensificaba, volviéndose cada vez más difícil permanecer en esa posición.
Tomó la decisión de levantarse de su incómodo asiento giratorio. Al bostezar, sintió la sequedad en su boca y la incomodidad de su trasero adormecido. Se frotó los ojos y, como parte de su rutina, miró la hora en su reloj: 12:30. Rápidamente, bajó su brazo, pero antes de que pudiera caer a su costado, lo levantó de nuevo, alarmado por lo tarde que era.
"¿Cómo pude quedarme dormido tanto tiempo?", se preguntó, haciendo una mueca de dolor y cansancio al observar la cantidad de trabajo pendiente a un lado de su escritorio. Su estómago rugió, recordándole lo hambriento que estaba.
Se acercó al intercomunicador con la intención de solicitar una botella de agua y algunas aspirinas para aliviar su malestar. Sin embargo, antes de enviar el mensaje, decidió cancelarlo, consciente de que los empleados estaban en su horario de descanso y su asistente probablemente se encontraba en el área, disfrutando de un momento de relajación.
Por esta razón, optó por dirigirse al restaurante donde solía almorzar. Se ajustó la ropa y aceleró el paso. Con un ligero mareo, salió de su oficina y apreció el silencio de su piso, un alivio que valoró enormemente en ese momento, especialmente con el dolor de cabeza que lo aquejaba. Tomó el ascensor y salió del edificio.
Al salir del edificio, sintió un breve soplo de aire fresco, pero este fue rápidamente ahogado por el bullicio de los transeúntes. "¡Qué frustrante!", pensó, sintiendo que su cabeza estaba a punto de estallar. Miró hacia las puertas corredizas que había dejado atrás y deseó regresar para disfrutar de ese silencio, pero un extraño ruido en su estómago lo hizo desistir de la idea.
Con un aire de urgencia, avanzó por la concurrida acera de la Av. Oriental, esquivando a los peatones mientras aceleraba el paso hacia el restaurante, donde esperaba encontrar la tranquilidad que anhelaba. Se detuvo en la acera, esperando a que el semáforo cambiara de rojo a verde.
Bufo se sentía incómodo en medio del bullicio de la ciudad, rodeado por el ruido de las conversaciones y el tráfico. Su pie golpeaba el suelo con impaciencia, ansioso por que el semáforo cambiara a verde y poder escapar de la situación.
Mientras intentaba distraerse, su atención se centró en un restaurante cercano, donde de repente reconoció a alguien. Entrecerró los ojos para confirmar su identidad: era ella, la responsable de su resaca. A través del cristal, la veía sonreír, con una postura relajada mientras sostenía delicadamente una taza de café.
No pudo evitar fijarse en sus labios, que se entreabrían para recibir el café humeante, y luego se cerraban para saborearlo. La forma en que disfrutaba de la bebida resultaba cautivadora y casi hipnótica.
Su desesperación alcanzó su punto máximo cuando la vio levantarse, tomar su cartera con delicadeza y colocarla en su antebrazo. Miró con ansiedad el semáforo, que seguía en rojo, como si el universo estuviera conspirando en su contra.
La idea de cruzar la calle entre los automóviles en movimiento cruzó su mente, pero se desvaneció cuando los vehículos finalmente se detuvieron y la luz se tornó verde. Se vio empujado por la multitud de personas que, al igual que él, deseaban atravesar el paso peatonal.
Con un último esfuerzo, comenzó a avanzar, esquivando a quienes se interponían en su camino, pero perdiendo de vista su objetivo en el proceso. Su cuerpo le pedía agua para mantenerse en pie, pero se negaba a detenerse, a pesar de que la distancia parecía interminable.
Finalmente llegó y se detuvo un momento para tomar aire frente a la puerta. Su cuerpo se sentía débil y fatigado, y el dolor de cabeza persistía. A pesar de ello, se esforzó por entrar al local y buscarla con la mirada, pero no logró encontrarla.
Deprimido por no haberla visto, se dirigió al asiento que ella solía ocupar y se dejó caer en él. Una sensación cálida lo envolvió, y una sonrisa se dibujó en su rostro. No estaba imaginando cosas; ella había estado allí, y la evidencia era el calor que aún permanecía en el asiento.
Cerró los ojos y respiró profundamente, reconociendo el aroma que lo rodeaba. Su interior se agitó al identificar la esencia del perfume. Notas de miel, pachulí, azar, jazmín, naranja amarga y frambuesa se entrelazaban en el aire. Era "Lady Million", un perfume muy apreciado entre las damas de la alta sociedad, no solo por su fragancia floral, sino también por su atractivo seductor que genera adicción.
Su momento de reflexión fue interrumpido por la mesera, quien, al acercarse, dejó su propio perfume en el aire. Michael la miró con una expresión de desdén, lo que hizo que la joven se sintiera incómoda bajo su mirada.
A pesar de su deseo de revivir la fragancia que lo había cautivado, se dio cuenta de que solo podía percibirla mezclada con el aroma de la mesera. Frustrado, decidió hacer su pedido con desinterés.
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Elizabeth Sánchez Herrera
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2024-12-03
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