Capitulo 15

El día había amanecido con un brillo especial. Aliert, desde la ventana de su habitación del hospital, observaba cómo los primeros rayos del sol tocaban los edificios de Zúrich y sentía que el aire estaba más claro, casi como si el mundo fuera consciente de que algo importante estaba por suceder. Aquella leve mejoría en su salud le había dado el permiso para pasar un día fuera del hospital, aunque esta vez era diferente: la silla de ruedas era ahora su compañera inseparable, y aunque aceptaba esa realidad, un peso de nostalgia se aferraba a su pecho.

Cuando Daniel lo vio salir por la entrada principal del hospital, su expresión se iluminó de inmediato. Sin decir nada, caminó hacia él y, con una sonrisa sincera, tomó las manijas de la silla de ruedas y comenzó a empujarla suavemente. Ambos reían, hacían bromas sobre las pequeñas imperfecciones de la acera y cómo Aliert se sentía como "un rey en su trono rodante". Aunque sus palabras eran ligeras, la calidez de ese momento tenía un significado especial que ambos comprendían sin necesidad de expresarlo.

Recorrieron las calles de Zúrich, deteniéndose de vez en cuando para contemplar escaparates de tiendas, o simplemente para observar a la gente pasar. Aliert veía la vida continuar en movimiento a su alrededor: niños jugando en los parques, parejas caminando de la mano, amigos riendo en las esquinas. Todo parecía tan lleno de energía, tan lleno de futuro, y él se encontraba allí, observándolo desde una silla de ruedas. Sin embargo, tener a Daniel a su lado hacía que esa tristeza quedara en un segundo plano, dejándole disfrutar de cada segundo.

Se dirigieron a un parque tranquilo que bordeaba el lago. Los árboles altos proporcionaban una sombra refrescante, y la brisa suave se sentía como un susurro que calmaba el alma. Daniel aparcó la silla de ruedas en un rincón y se sentó en el césped junto a él. Ambos miraron el agua en silencio, como si el lago estuviera contándoles un secreto antiguo y ellos fueran los únicos que podían escucharlo.

—Daniel... —Aliert comenzó a decir en voz baja, rompiendo el silencio. Su mirada estaba fija en el lago, pero sus pensamientos eran profundos y difíciles de expresar—. No sé bien cómo decir esto.

Daniel giró la cabeza, mirándolo con una atención que lo hacía sentirse completamente comprendido.

—Puedes decirme lo que quieras, Aliert. —Su voz era suave, llena de un cariño incondicional.

Aliert respiró hondo, tratando de mantener el control de su voz. Las palabras que llevaba guardando durante tanto tiempo se amontonaban en su pecho, y le costaba sacarlas sin sentir que se desbordaría.

—Desde que te conocí… has sido algo más que un amigo para mí —admitió, su voz temblando ligeramente—. Has estado aquí, incluso cuando yo mismo he querido rendirme, y no sé qué habría hecho sin ti.

Daniel tomó la mano de Aliert y entrelazó sus dedos con delicadeza. El contacto era reconfortante, lleno de una ternura que Aliert jamás había sentido antes. Se quedó sin palabras al verlo, hasta que escuchó la voz de Daniel, apenas un susurro.

—Aliert… yo también siento algo muy fuerte por ti. No pensé que esto podría pasarme, pero tú… tú has cambiado todo. —Daniel buscó su mirada, y los ojos de ambos se encontraron en una conversación silenciosa—. Lo único que quiero es estar contigo y que tú lo sepas.

Sin pensarlo, Daniel se acercó, y Aliert cerró los ojos cuando sintió sus labios tocar los suyos en un beso suave, lento, lleno de significado. El tiempo pareció detenerse en ese instante, y ambos comprendieron que lo que compartían era algo que iba más allá de palabras o promesas. Era un amor que, a pesar de las circunstancias, se había fortalecido en la adversidad.

Pasaron el resto del día de un lado a otro, tomando fotos, compartiendo sonrisas y risas, y comentando sobre los lugares que algún día visitarían, aunque ambos sabían que quizá no tendrían el tiempo. Finalmente, cuando la tarde comenzaba a caer, se dirigieron a una pequeña cabaña junto al lago que Daniel había reservado para ellos. En el interior, una mesa estaba dispuesta con una sencilla cena que ambos compartieron entre bromas y miradas furtivas. La velada fue perfecta en su simplicidad: jugaron a las cartas, hablaron de sus sueños y rieron como si no existiera un mañana que los limitara.

Al regresar al hospital, Aliert sentía la necesidad de compartir con su familia lo que había sucedido. Sabía que, aunque su situación era complicada, aquella felicidad genuina que sentía era algo que sus padres y su hermana merecían entender.

Esa noche, cuando estaban sentados en su cuarto, Aliert miró a sus padres con una mezcla de nervios y determinación.

—Papá, mamá… —empezó a decir, buscando el valor para continuar—. Hoy ha sido un día especial. He pasado tiempo con Daniel y… bueno, quería que supieran que él es muy importante para mí. Lo quiero, y él también siente lo mismo.

Camille, su madre, permaneció en silencio, mirándolo con una mezcla de sorpresa y emoción. Al escuchar las palabras de su hijo, su expresión se suavizó. Se acercó a él, tomó su mano y la sostuvo con fuerza.

—Aliert… no hay nada que nos haga más felices que verte sonreír. Si Daniel es quien te hace sentir así, entonces estaremos aquí para apoyarte —dijo, y sus ojos brillaban de emoción contenida.

Thomas, su padre, asintió lentamente, como si aquellas palabras tardaran en asentarse en él. Finalmente, se acercó y le acarició el hombro, con una expresión de amor incondicional.

—Sabemos que las cosas han sido difíciles, hijo. Solo queremos que seas feliz, y si Daniel es parte de esa felicidad, entonces también es parte de nuestra familia.

La emoción en el pecho de Aliert era abrumadora. Los abrazó, sintiéndose más comprendido y amado de lo que hubiera imaginado. Entonces, sintió una pequeña mano sobre su hombro; era Karla, quien lo miraba con una sonrisa divertida.

—Entonces… ¿ese es mi cuñado oficial ahora? —bromeó, levantando una ceja—. Y díganme, chicos… ¿han decidido si adoptarán un perro o un gato en el futuro? Porque, Aliert, un perro necesita espacio, y no sé si Daniel es más de gatos…

Aliert soltó una carcajada, agradecido por la ligereza que Karla aportaba a cada momento.

—Todavía estamos trabajando en los detalles, Karla —dijo, riendo—. Pero bueno, si seguimos así, quién sabe…

Esa noche, la habitación se llenó de risas y palabras de amor. Por un momento, Aliert sintió que, pese a todo, había algo que valía la pena en medio de su lucha. Estaba rodeado de amor, tanto de su familia como de sus amigos, y aunque su camino era incierto, en ese instante, se permitió sentirse agradecido y feliz.

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1 Dedicatoria
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22 Capitulo 21
23 Capitulo 22
24 Capitulo 23
25 Capitulo 24
26 Capitulo 25
27 Capitulo 26
28 Epílogo
29 Extra 1 El Primer Encuentro
30 Extra 2 Un lazo eterno
31 Extra 3 Camille y Thomas
32 Extra 4 Aliert
33 Extra 5 Lazos Silenciosos
34 Extra 6 Los primeros Años
35 Extra 7 Lune, Estar y acompañar
36 Extra 8 La Carta Olvidada
37 Extra 9 Risas del Viento
38 Extra 10 Karla
39 Extra 11 Sanando una herida
40 Extra 12 Una vida que nunca fue
41 Historia Secundaria: Capitulo 1
42 Historia Secundaria: Capitulo 2
43 Historia Secundaria: Capitulo 3
44 Historia Secundaria: Capitulo 4
45 Historia Secundaria: Capitulo 5
46 Historia Secundaria: Capitulo 6
47 Historia Secundaria: Capitulo 7
48 Historia Secundaria: Capitulo 8
49 Historia Secundaria: Capitulo 9
50 Historia Secundaria: Capitulo 10
51 Historia Secundaria: Capitulo 11
52 Historia Secundaria: Capitulo 12
53 Historia Secundaria: Capitulo 13
54 Historia Secundaria: Capitulo 14
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58 Historia Secundaria: Capitulo 18
59 Historia Secundaria: Capitulo 19
60 Historia Secundaria: Capitulo 20
61 Historia Secundaria: Capitulo 21
62 Extra 1: Una Nueva Vida
63 Extra 2: Un legado eterno
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