Capítulo 8: Pezuñas

El pasadizo era largo. Selene, Ascensio y Kaelen corrían a través de él con el eco de sus pasos resonando en las paredes de piedra. El aire era espeso y tenso, como si el mismo castillo respirara su miedo.

Ascensio iba al frente, con los sentidos alertas, mientras Kaelen, herido pero decidido, cubría la retaguardia. Selene, en medio de ambos, sentía que sus dos mundos chocaban.

—¿A dónde nos lleva esto? —preguntó Ascensio, su voz tensa por el dolor de una herida en su costado.

—A una salida secreta detrás del bosque —respondió Selene, sin apartar la vista del camino.

Sin embargo, antes de que pudieran avanzar más, un ruido extraño se oyó detrás de ellos. Era un sonido de garras rascando la piedra, acompañado de un murmullo gutural que parecía provenir de múltiples gargantas.

—No estamos solos —gruñó Ascensio, deteniéndose para escuchar.

De las sombras, unas figuras emergieron, eran criaturas humanoides, pero deformes, como si fueran hombres lobo que no habían completado su transformación. Sus ojos brillaban con un odio primitivo mientras avanzaban hacia ellos.

Kaelen desenfundó su espada, y Ascensio dejó que su transformación parcial se apoderara de él. Sus garras se alargaron, y sus colmillos destellaron bajo la luz tenue del pasadizo.

—Lleva a Selene a un lugar seguro —ordenó Ascensio a Kaelen, sin apartar la vista de las criaturas.

Kaelen lo miró con desprecio.

—No me des órdenes, monstruo.

Selene interrumpió antes de que la discusión pudiera escalar.

—¡Basta! Ambos saben que necesitamos salir de aquí con vida. Lucharemos juntos.

Las criaturas atacaron con una velocidad sorprendente, y la batalla que siguió fue caótica. Kaelen y Ascensio, a pesar de su rivalidad, pelearon codo a codo, formando una alianza improvisada pero efectiva.

Cuando el último de los monstruos cayó, los tres estaban cubiertos de sangre.

—¿Qué eran esas cosas? —preguntó Kaelen, mirando los cadáveres con asco.

Ascensio se limpió la sangre de la cara con un movimiento brusco.

—Hombres lobo sin completar.

Selene sintió un escalofrío.

—¿Cómo sin completar?

Ascensio asintió, sus ojos oscuros y llenos de preocupación.

—Esto es solo el comienzo.

Cuando finalmente salieron del pasadizo, la luna llena seguía iluminando el bosque. Sin embargo, el alivio fue breve. Un hombre de aspecto regio y una figura delgada y andrógina los esperaban en el claro.

—Finalmente los encontramos —dijo el hombre con una sonrisa cruel.

—¿Quiénes son ustedes? —exigió Kaelen, levantando su espada con dificultad.

—Mi nombre es Eryndor —respondió, inclinando la cabeza ligeramente—. Y este es Lian. Venimos como enviados de Darius...

Lian, dio un paso adelante. Sus ojos, de un tono violeta inusual, parecían penetrar en el alma.

—Me temo que el juego aqui termina.

Con un movimiento rápido, Lian extendió la mano, y una ráfaga de energía oscura se lanzó hacia Ascensio, quien apenas tuvo tiempo de esquivarla.

La lucha que siguió fue aún más brutal que la anterior. Lian era un enemigo peligroso. Durante el combate, Selene se dio cuenta de que los ataques de Lian parecían dirigirse con precisión quirúrgica a las debilidades emocionales de sus oponentes.

Cuando Kaelen intentó enfrentarlo, Lian lo detuvo con una mirada.

—Oh, tú... —susurró Lian, sus labios formando una sonrisa que no era del todo humana—. Tu corazón está lleno de secretos, ¿verdad? ¿Qué pensaría Selene si supiera que tus sentimientos no son tan puros como pretendes?

Kaelen vaciló, y Lian aprovechó el momento para lanzarlo contra un árbol con un hechizo.

Ascensio gruñó, sus ojos ardiendo de furia.

—¡Déjalo en paz!

Lian simplemente rió, pero su risa se detuvo cuando Selene, con una valentía inesperada, lo golpeó en la cabeza con una roca.

—¡Basta! —gritó ella, poniéndose entre Ascensio y Kaelen.

Eryndor avanzó, pero antes de que pudiera hacer algo, un aullido resonó en la distancia. Era una señal.

—Esto no ha terminado —dijo Eryndor, sujetando a Lian por el brazo y desapareciendo en las sombras del bosque.

Horas más tarde, después de asegurarse de que estaban a salvo, Selene se sentó junto al fuego que habían encendido. Kaelen estaba herido pero consciente, y Ascensio vigilaba el perímetro.

—¿Estás bien? —preguntó ella a Kaelen, quien parecía perdido en sus pensamientos.

—Estoy bien —respondió él, aunque su tono no era convincente.

Selene lo miró con preocupación.

—Kaelen, ¿qué fue lo que dijo Lian sobre ti?

Kaelen apartó la mirada, su expresión tensa.

—Nada que importe ahora.

Sin embargo, Selene no podía sacudirse la sensación de que Kaelen guardaba un secreto, uno que podría cambiarlo todo.

Mientras tanto, Ascensio observaba desde la distancia. Aunque no podía oír lo que decían, la cercanía entre Selene y Kaelen lo perturbaba. Sin embargo, lo que lo preocupaba aún más era Lian. Había algo en esa figura andrógina, en sus ojos violetas, que despertaba un recuerdo enterrado en lo más profundo de su ser, algo que no podía ignorar.

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