Capítulo 19

En la sala de reuniones, al final de la jornada laboral, Patricia estaba sentada en el sillón, sola con Caroline. Sus manos temblaban mientras sostenía un pañuelo ya húmedo por las lágrimas. Caroline, desde el otro lado, la miraba con una mezcla de preocupación e impaciencia, esperando a que comenzara a hablar.

— Yo... necesito que transfieras a Josiane a otro terapeuta. — La voz de Patricia salió entrecortada, como si cada palabra le exigiera un esfuerzo inmenso.

Caroline entrecerró los ojos, inclinándose ligeramente hacia adelante.

— Patricia, ¿qué está pasando? ¿Por qué esta petición ahora nuevamente?

Patricia bajó la cabeza, evitando la mirada de la supervisora. Apretó el pañuelo con más fuerza, como si eso fuera a ayudarla a organizar sus pensamientos.

— Porque... — Su voz falló y las lágrimas comenzaron a rodar nuevamente. Respiró hondo antes de continuar. — Porque perdí el control.

Caroline frunció el ceño, sorprendida.

— ¿Perdiste el control? ¿Qué significa eso exactamente?

Patricia tragó saliva, sintiendo la vergüenza oprimirle el pecho.

— Yo... me acerqué demasiado a la paciente. — Dudó, cerrando los ojos por un momento, antes de continuar. — Hubo... contacto físico.

Caroline se recostó en la silla, el rostro ahora más serio, pero sin demostrar juicio inmediato.

— ¿Contacto físico? Necesito que seas clara, Patricia. ¿Qué sucedió exactamente?

Patricia negó con la cabeza, las lágrimas cayendo con más intensidad.

— La abracé, pero... fue más allá de lo normal. — Su voz estaba cargada de culpa y vergüenza. No podía confesar el beso; era un peso que parecía imposible de compartir. — Estuvo mal. Perdí completamente el control, Caroline. No sé qué me está pasando.

Caroline permaneció en silencio por un momento, analizando la situación con cuidado. Cuando finalmente habló, su voz era calmada, pero firme.

— Patricia, sabes lo importante que es este contrato con el albergue, ¿verdad? No se trata solo de estabilidad financiera. Este contrato garantiza el nombre de la clínica, nuestra credibilidad con el ayuntamiento y otras asociaciones.

Patricia levantó la mirada, con los ojos rojos por el llanto.

— Lo sé, pero... ya no puedo mantener la distancia profesional. Cada sesión es un desafío y no quiero perjudicarla. Ella necesita ayuda, Caroline, y yo... yo no soy la persona adecuada.

Caroline cruzó las manos sobre la mesa, inclinándose hacia adelante con una mirada directa.

— Patricia, entiendo que te sientas emocionalmente involucrada. Pero transferirla no es una opción. — Su voz se volvió más firme. — Te has ganado su confianza. Y sabes tan bien como yo que esa confianza no es fácil de conseguir. Transferirla ahora sería como arrojarla al abismo nuevamente.

Patricia comenzó a negar con la cabeza, pero Caroline continuó.

— Y, sinceramente, no importa cómo llegaste a ella, Patricia. Lo que importa es que obtuviste resultados que nadie más logró. Conseguiste avanzar con ella de maneras que muchos terapeutas jamás soñarían.

Patricia se mordió el labio, intentando contener el llanto.

— Pero... ¿Y este sentimiento que tengo? ¿Y si eso termina perjudicándola más que ayudándola?

Caroline suavizó el tono, pero mantuvo la firmeza.

— Reprime esos sentimientos, Patricia. Si realmente quieres su bien, continúa. Como terapeuta, sabes que lidiar con nuestros propios conflictos es parte del trabajo.

Patricia respiró hondo, pero su expresión aún estaba llena de dudas.

Caroline se levantó y caminó hacia ella, colocando una mano firme en su hombro.

— Patricia, la clínica es esencial para estas personas. Es una de las pocas opciones que tienen. Y tú estás en el centro de esto. No te rindas ahora.

Patricia cerró los ojos, sintiendo el peso de la responsabilidad aumentar, pero al mismo tiempo, algo dentro de ella reconocía la verdad en las palabras de Caroline. Asintió levemente, secándose las lágrimas e intentando recomponerse.

— Disculpa la pérdida de control.

Caroline sonrió levemente, retirando la mano de su hombro.

— No te preocupes, querida. No estás sola en esto, Patricia. Si necesitas apoyo, estoy aquí. Pero no te rindas.

Patricia se levantó, todavía visiblemente afectada, pero decidida a continuar. Mientras salía del despacho, sabía que tendría que enfrentarse no solo a los desafíos de Josiane, sino también a los conflictos dentro de sí misma.

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