La mañana comenzó con un silencio que era tan cómodo como extraño. Elena bajó de su habitación y encontró a Damian sentado en el sofá, revisando su teléfono con una expresión seria. La luz del sol iluminaba su rostro, haciendo que por un momento pareciera casi vulnerable, como si la dureza habitual en sus facciones se hubiera desvanecido.
—¿Has dormido algo? —preguntó Elena mientras se dirigía a la cocina.
Damian levantó la vista y negó ligeramente con la cabeza.
—Lo suficiente.
—Eso no es una respuesta adecuada —murmuró ella, sirviéndose café.
Damian se levantó y la siguió hasta la cocina, apoyándose en el marco de la puerta mientras la observaba.
—Tú tampoco dormiste mucho.
Elena lo miró por encima de su taza, frunciendo el ceño.
—No es una competencia, Damian.
—Si lo fuera, seguro ganarías —respondió él con una leve sonrisa, su tono burlón aligerando la tensión.
Elena no pudo evitar sonreír, aunque rápidamente desvió la mirada para que no lo notara.
—Entonces, ¿vas a decirme cuál es tu plan ahora? —preguntó mientras se apoyaba en la encimera, cambiando de tema.
Damian cruzó los brazos y se enderezó, su semblante volviendo a la seriedad habitual.
—Mis hombres están rastreando las conexiones detrás de las fotos. Lo más probable es que quien esté detrás de esto intente contactar contigo pronto.
—¿Y mientras tanto? ¿Tengo que quedarme encerrada aquí?
Damian negó con la cabeza.
—No. Quiero que sigas con tu vida normal, pero bajo mis condiciones.
Elena arqueó una ceja, escéptica.
—¿Tus condiciones?
—Sí. Yo estaré cerca en todo momento, y no quiero que tomes riesgos innecesarios.
—¿Definir "riesgos innecesarios"? —replicó Elena con sarcasmo.
Damian la miró fijamente, su expresión tan seria que hizo que su sonrisa se desvaneciera.
—Cualquier cosa que te ponga en peligro.
Elena suspiró y dejó su taza sobre la encimera.
—Esto es ridículo.
—No, es precaución —corrigió Damian, dando un paso hacia ella—. Hay personas que harían cualquier cosa para dañarme, y ahora saben que eres mi punto débil.
Elena lo miró, sorprendida por su franqueza.
—¿Tu punto débil?
Damian no respondió de inmediato, pero la intensidad en su mirada lo dijo todo.
—No voy a dejar que te pase nada, Elena.
Por un momento, el aire entre ellos se cargó de una tensión que iba más allá del peligro en el que estaban. Era algo más profundo, más personal. Finalmente, Elena apartó la mirada y se cruzó de brazos.
—Está bien, haré lo que digas. Pero si me haces perder mi trabajo o mi independencia, esto se acaba.
Damian asintió lentamente, aceptando sus condiciones.
—Trato hecho.
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Horas después, Elena regresó a su oficina, decidida a recuperar un poco de normalidad. Aunque Damian estaba cerca, mantuvo una distancia prudente, lo que le permitió concentrarse en su trabajo sin sentir su presencia constantemente.
Mientras revisaba un contrato, Sophie entró con una pila de documentos.
—Jefa, hay algo que deberías ver —dijo, dejando los papeles sobre el escritorio.
Elena levantó la vista, intrigada.
—¿Qué pasa?
—Esos documentos vienen de una empresa que está tratando de cerrar un trato contigo. Pero al investigar, descubrí que tienen vínculos sospechosos con una red clandestina.
Elena frunció el ceño y comenzó a revisar los papeles. Cuanto más leía, más evidente era que algo no cuadraba.
—¿Estás segura de esto? —preguntó, mirando a Sophie.
—Tan segura como que necesito café para sobrevivir a este día —respondió Sophie con una sonrisa tensa.
Elena asintió, agradecida por su perspicacia.
—Buen trabajo, Sophie.
—Gracias, jefa. Por cierto, ¿quién es ese hombre que te sigue últimamente? —preguntó Sophie con una chispa de curiosidad en los ojos.
Elena sintió un leve rubor subir por su rostro, pero mantuvo la compostura.
—Es… complicado.
—Bueno, complicado o no, tiene un aspecto intimidante. ¿Es seguro tenerlo cerca?
—Es más seguro que no tenerlo —respondió Elena, su tono cortante indicando que no quería profundizar en el tema.
Sophie asintió y se retiró, dejando a Elena sola con sus pensamientos.
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Esa noche, Damian y Elena compartieron una cena improvisada en su apartamento. Aunque no era algo planeado, la situación los obligaba a compartir más momentos juntos de los que Elena habría imaginado.
—¿Siempre cocinas así? —preguntó Damian mientras observaba cómo Elena preparaba una pasta rápida.
—¿Así cómo?
—Con tanta… determinación —dijo él, una sonrisa divertida curvando sus labios.
Elena rodó los ojos.
—Es una cena, Damian, no un contrato millonario.
—Aún así, me impresiona tu dedicación.
Elena dejó escapar una risa suave, sorprendida por su comentario.
—Tienes un concepto extraño de lo que significa dedicación.
Damian no respondió de inmediato. En lugar de eso, la observó en silencio, como si estuviera intentando descifrar algo en ella.
—Eres diferente a cualquiera que haya conocido —dijo finalmente.
Elena se detuvo por un momento, sorprendida por sus palabras.
—¿Eso es un cumplido?
—Es un hecho —respondió Damian, su tono firme pero cálido.
Elena sintió un leve rubor en sus mejillas, pero rápidamente desvió la atención hacia la comida.
—Deberías probar esto antes de seguir diciendo cosas raras.
Damian rió suavemente y aceptó el plato que ella le ofreció.
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Después de la cena, ambos se acomodaron en el sofá, disfrutando de un raro momento de calma. Damian revisaba su teléfono mientras Elena hojeaba un libro, pero la cercanía entre ellos era innegable.
—¿Siempre estás tan alerta? —preguntó Elena, rompiendo el silencio.
Damian levantó la vista, sorprendido por la pregunta.
—Es parte del trabajo.
—Debe ser agotador.
—A veces lo es, pero vale la pena.
Elena lo miró, intrigada por su respuesta.
—¿Qué significa eso?
Damian se inclinó hacia ella, sus ojos oscuros llenos de intensidad.
—Significa que haré lo que sea necesario para proteger lo que me importa.
Elena sintió cómo su corazón se aceleraba ante la sinceridad en su tono. Quería responder, pero las palabras no llegaban. En cambio, el silencio entre ellos habló más de lo que cualquier conversación podría haber dicho.
Finalmente, Damian se levantó y recogió los platos de la cena.
—Deberías descansar, Elena. Mañana será un día largo.
Ella asintió lentamente, incapaz de apartar la mirada de él mientras desaparecía en la cocina. A pesar de todas las complicaciones, no podía negar que la presencia de Damian estaba empezando a sentirse menos como una carga y más como una protección que no sabía que necesitaba.
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