En manos de un aliado

Capítulo 13: En manos de un aliado

Desde los ojos de Iris

El dolor en su pecho era insoportable, pero aún podía sentir la respiración entrecortada de Lucía a su lado. Iris no sabía si tenía tiempo para pensar. Lo único que importaba en ese momento era salvarla.

—Aguanta, Lucía… —murmuró, sus manos manchadas de sangre mientras seguía acelerando por las oscuras calles. No podía permitirse perderla, no así.

El auto rugió en la noche, tomando curvas cerradas a gran velocidad. Iris apenas podía ver por el retrovisor, su mente sólo podía enfocarse en el camino y en la vida de Lucía que se desvanecía con cada segundo que pasaba.

Finalmente, después de lo que le pareció una eternidad, Iris dobló en una calle poco iluminada, donde un edificio antiguo se alzaba ante ellas. Era una clínica discreta, una que Gael había recomendado varias veces, pero a la que Iris rara vez acudía.

Desde los ojos de Lucía

Lucía apenas podía mantenerse consciente. Sentía el ardor de la herida en su abdomen, pero la adrenalina seguía fluyendo, empujando su cuerpo a mantenerse alerta. Sentía las manos de Iris, firmes y rápidas, presionando la herida para frenar la hemorragia.

Lucía sabía que no podían perder más tiempo. Si llegaban tarde, todo estaría perdido. Su cabeza daba vueltas, pero logró enfocarse en la figura de Iris, que conducía como si la vida de Lucía fuera lo único que importara.

Desde los ojos de Gael

Gael estaba en su pequeño consultorio, revisando algunos informes médicos cuando la puerta se abrió de golpe. Iris apareció, con Lucía casi desmayada en el asiento del copiloto.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Gael, alzando la vista, pero enseguida vio las manchas de sangre en las manos de Iris y su rostro pálido de preocupación.

—Es Lucía, está gravemente herida —respondió Iris sin rodeos, saliendo rápidamente del auto y ayudando a Lucía a salir del asiento.

Gael se acercó en silencio, evaluando la situación.

—¿Cómo sucedió? —preguntó mientras la ayudaba a recostarse en la camilla de inmediato.

Iris apretó los dientes. Sabía que Gael no hacía preguntas sin razón, pero en ese momento, la urgencia era mayor.

—Nos emboscaron —respondió rápidamente, viendo cómo Gael comenzaba a trabajar. «No hay tiempo para detalles», pensó.

Gael se concentró en la herida de Lucía, limpiando cuidadosamente el área afectada mientras Iris observaba en silencio, inquieta.

—¿Estás bien, Iris? —preguntó Gael sin levantar la vista.

Iris se tensó, mirando a Gael, sorprendida por la pregunta. Sabía que él se preocupaba por ella, pero en ese momento, no quería pensar en ella misma.

—Estoy bien, sólo preocupada por ella —respondió, su voz temblorosa mientras seguía observando cómo Gael trabajaba.

Gael suspiró, claramente no satisfecho con la respuesta.

—Tú sabes que no puedes cuidar de ella si no te cuidas a ti misma, ¿verdad? —dijo, mirando a Iris con seriedad, aunque su tono seguía siendo calmado y profesional.

Iris lo miró un momento, sin saber qué responder. Sabía que tenía razón, pero también sabía que Lucía era su prioridad.

—Lo sé, Gael. Pero ahora no puedo perderla. No después de todo lo que ha pasado —dijo con firmeza.

Gael le dirigió una mirada comprensiva antes de volver a concentrarse en el tratamiento.

Desde los ojos de Lucía

Lucía sentía cómo la sedación comenzaba a hacer efecto, pero su mente seguía vagando en un mar de pensamientos borrosos. Escuchaba las voces de Iris y Gael, aunque no lograba entenderlas claramente.

De repente, una sensación extraña la atravesó: como si la estuvieran dejando ir, como si todo estuviera en manos de otras personas. La realidad comenzó a desdibujarse, pero lo que sí podía sentir era el contacto de Iris a su lado, su presencia constante.

Lucía cerró los ojos con lentitud, sintiendo el peso de su cuerpo. De repente, una sensación de desvanecimiento la invadió. La visión de Iris se volvió borrosa y, aunque intentó agarrarse de esa imagen, la oscuridad la envolvió por completo.

Desde los ojos de Gael

Gael se concentró en suturar la herida de Lucía, sintiendo el pulso de Iris a su lado. De repente, se dio cuenta de que Lucía había dejado de respirar.

Su cuerpo se tensó.

—Iris… —dijo Gael, la gravedad en su tono haciendo que Iris levantara la vista de inmediato.

Iris apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Gael comenzara a realizar la reanimación.

Gael se movió con rapidez y precisión, colocando las manos en el pecho de Lucía.

—Uno… Dos… —contó, el ritmo de sus manos constante y decidido. Pero, después de varios intentos, Lucía seguía sin responder.

—¡Lucía! —exclamó Iris, sintiendo cómo la desesperación comenzaba a apoderarse de ella.

Gael se concentró aún más, su rostro tenso.

—Vamos, Lucía, necesitamos que luches —dijo, sus ojos fijos en el monitor mientras continuaba con las compresiones.

Iris podía ver la impotencia en el rostro de Gael, y de repente sintió que algo dentro de ella se rompía.

—¡Por favor, Lucía, no te vayas! —gritó, incapaz de contener sus lágrimas.

Gael detuvo las compresiones por un segundo, sintiendo el pulso débil de Lucía bajo sus manos.

—Vamos… —murmuró, sintiendo una punzada de desesperación mientras volvía a comenzar la reanimación.

Finalmente, después de un tercer intento, Lucía dio un débil suspiro y sus ojos se abrieron lentamente.

Gael y Iris se quedaron congelados, mirándola con incredulidad.

Lucía parpadeó, su vista borrosa enfocándose en Iris.

—Iris… —murmuró, su voz apenas audible.

Iris sintió una ola de alivio y emoción.

—Lucía… —dijo, su voz temblorosa mientras tomaba la mano de Lucía entre las suyas.

Gael sonrió, aunque sus ojos aún reflejaban la tensión.

—Está viva. —La alivio y la gratitud se mezclaban en su tono mientras continuaba trabajando para estabilizarla.

Lucía, aún débil, miró a Iris, una sonrisa apenas dibujándose en su rostro.

Desde los ojos de Iris

Iris apenas podía respirar, su pecho subía y bajaba con dificultad mientras miraba a Lucía, su Lucía, despertar. La conexión entre ellas parecía volverse aún más fuerte, como si ese momento de peligro las hubiera unido de una manera que ni siquiera habían soñado.

—Te prometo que no te dejaré ir —dijo, su voz apenas un susurro mientras Lucía intentaba enfocar sus ojos.

Lucía la miró, y aunque sus fuerzas estaban al límite, logró sonreír.

—No voy a ir a ningún lado, Iris. —Lucía cerró los ojos por un segundo, el alivio inundando su cuerpo.

Iris se acercó más, casi temerosa de tocarla, como si temiera que la herida aún abierta pudiera separarlas.

—Vamos a salir de esto juntas —prometió Iris, su voz temblando mientras apretaba la mano de Lucía.

Gael observó en silencio, dejando que el momento entre ellas se desarrollara antes de volver a intervenir.

El silencio en la clínica era casi sagrado, un testimonio del vínculo que acababan de forjar

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