Capítulo XI Turbulencia

Una vez en el avión, Veronica se sentó a mi lado; parecía una niña asustada. “¿Te dan miedo las alturas?”, pregunte curioso.

“No, ni que fuera una niñita para tener miedo”, contesto con seguridad.

“Ok, solo preguntaba”, respondí volteando a ver por la ventana.

El avión empezó el despegue y como en todo vuelo al principio hay una pequeña turbulencia, Veronica me tomo fuerte de la mano y cerró los ojos, en su rostro se reflejaba el miedo, pero sentir su suave mano sobre la mía fue una sensación única. Este momento fue mágico; al menos para mi.

Después de pasar la turbulencia el avión se estabilizó y Veronica abrió los ojos dándose cuanta de mi mirada sobre ella.

“Lo siento”, se disculpo soltando mi mano.

“No te disculpes, soy tu esposo y mi deber es estar para protegerte siempre”, respondí con sinceridad.

“Gracias”, fue todo lo que respondió volviendo a la mirada a sus manos.

Yo le volví a tomar la mano y la sostuve durante todo el vuelo, se sentía tan cálida que no quería dejarla nunca. Llegamos al destino, ella miró por la ventana y sus ojos se abrieron por el asombro.

“¿Donde estamos?”, pregunto mirando por la ventana.

“Es mi regalo de bodas. Se que necesitas descansar y que mejor que una isla privada donde solo estemos los dos. Aquí nadie nos va a molestar”, respondí ayudándola a soltar su cinturón.

“Pensé que iríamos a un viaje de negocios”, comentó aún sin creer lo que estaba viendo.

“Trabajaré desde aquí; tú dedícate a disfrutar”, respondí mientras bajábamos del avión.

Un auto todo terreno ya nos estaba esperando para llevarnos hasta la casa que estaba cerca de la playa. Este lugar sería ideal para relajarse y descansar después de estas dos semanas.

Subimos al auto y conduje un corto trayecto hasta llegar a la casa de la playa. “Espero no te moleste quédate unos días aquí conmigo, necesito el aire fresco para poder pensar”, comente tratando de llamar la atención de Veronica.

“No te preocupes, se que tienes tus propios asuntos, además todo se ve espectacular”, dijo con una sonrisa que la hacía lucir hermosa. Era la primera vez que la veía sonreír genuinamente, en este momento no estaba forzada por la situación.

Sonreí de vuelta al verla más relajada, quería poder cuidarla, pero su propio enemigo era yo mismo. Al llegar a la casa le hice un pequeño recorrido por las áreas comunes de esta.

“Aquí tenemos la sala, como puedes ver la casa no es muy grande, pero si acogedora, por acá está la cocina. En las mañanas vendrá Marta y nos atenderá durante el día y por las noches ella se va a una pequeña casa que está a unos cuantos metros de esta. En la parte superior se encuentra la habitación es bastante amplia así que nos podemos acomodar”. Tras decir esas palabras tome de la mano a Veronica y la lleve hasta la que sería nuestra habitación, note que su cuerpo se puso tensó a medida que íbamos subiendo las escaleras. Al llegar al último escalón caminamos por un pequeño pasillo hasta detenernos frente a una puerta, la abrí dejando al descubierto una enorme habilitación cin paredes pintadas de blanco, las cortinas eran beig en el centro de la habitación había una gran cama con sábanas blancas caminamos hasta la ventana que tenía vista al más y pude observar como sus ojos brillaron a ver el espectáculo que había frente a nosotros. El mar azul parecía que se unía al azul del cielo, si lo mirabas fijamente parecían uno solo.

“¡Es muy hermoso!”, exclamó sonriendo.

“Nada es tan hermoso como tu”, comente sin pensar.

Ella volteó a verme sorprendida por mi comentario, nuestras miradas conectaron, mi corazón empezó a latir más rápido, tenía tantas ganas de besarla estaba haciendo un gran esfuerzo para contenerme.

“Si lo deseas puedes ir a darte un baño y cambiar tu ropa, en el clóset tienen todo lo que vas a necesitar”, le dije en un tono bajo.

“Gracias, te voy a tomar la palabra”, le indique donde estaba el baño y el clóset, mientras ella se aseaba le pedí a Marta que preparara la cena, pues estaba empezando a oscurecer y ella ya debía retirarse a su casa.

Cuando paso un tiempo prudencial fui hasta la habitación y encontré que Veronica ya se había cambiado de ropa. Había escogido algo cómodo para estar en casa.

“Ya casi está la cena, si quieres descansa un rato en lo que yo me alisto para bajar”, sugerí entrando al baño.

Me quede en la ducha por poco tiempo, pensaba que Veronica debía tener hambre, ya que durante la recepción no ingerio muchos alimentos. Salí del baño asumiendo que ella estaba dormida, pero para mi sorpresa no fue así. Cuando me vio salir sus ojos se abrieron imagino que se sorprendió ver solo llevaba una toalla envuelta en mi cintura.

“Pensé que dormías”, dije mientras me secaba el cabello.

“No pude dormir, imagino que por el cansancio”, respondió ella evitando verme.

“Me voy a cambiar para que bajemos a cenar”, dije caminando al armario.

Ella se sentó al borde de la cama y me miro con esos ojos azules que me hipnotizan, no pude contenerme más y cambié la dirección de mis pasos hacia ella, me puse a su altura y sin pedir permiso bese sus suaves labios. Mi sorpresa fue que ella respondió a mis beso con la misma suavidad. Mis manos empezaron a recorrer su delicado, pero bien formado cuerpo. Con lentitud la fui posando sobre las suaves sábanas blancas, por un instante nuestras miradas se cruzaron y vi en sus ojos algo que nunca antes había visto en una mujer, era como si todo esto fuera nuevo para ella.

“¿Si quieres me detengo?”, susurre a su oído.

“No es necesario, yo también quiero esto”, sus palabras me sorprendieron, pues hasta hace unas horas ella me odiaba. ¿Qué habrá cambiado me pregunte.

Me aleje de ella y me senté al borde de la cama, no quería obligarla a nada que ella no quisiera, pero para mi sorpresa ella se sentó a horcajadas sobre mis piernas y empezó a besarme. Estaba confundido con lo que estaba pasando. Se notaba que no tenía experiencia en esto, pero aún así lo intento.

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