Capítulo 10 Partiendo de Lirio

Muy temprano ya me encontraba en el carruaje que me llevaría al reino donde se encontraba el portal, me acompañaban el escuadrón de soldados de mi padre y soldados del reino de Lirio escoltándome para evitar que intentaran dañarme, al igual que Román me acompaña dado que tienen buena relación con los monarcas de aquel reino.

—Estoy bien, solo estoy un poco triste, pronto se me pasará, debo ser fuerte por mis hermanos —le dije a Badru, que se acurrucó en mi regazo restregando su cabeza en mis manos—. Lamento hacerte pasar por tantos problemas, Badru.

El viaje era pesado y más en esta situación, nos deteniamos cada cierto tiempo para descansar y comer, así como también para alimentar a los caballos. Román siempre me acompañaba y me decía cosas graciosas para no pensar en mi dolor.

—¿Cómo estás? —preguntó Román.

—Estoy bien, gracias —respondí—. Solo estoy un poco cansada.

Rápidamente pasó el tiempo y llegamos al reino vecino. Ahí nos recibieron los Reyes junto a sus hijos. En cuanto mi primo pidió usar el portal, los Reyes accedieron. Cuando supieron el porqué, me dieron las condolencias y ofrecieron su apoyo al imperio.

—Lo sentimos mucho por tu pérdida —dijo el Rey—. Estamos aquí para ayudarte.

—Gracias —respondí—. Solo necesito llegar al imperio lo antes posible.

Era un nuevo día y me encontraba frente al portal con todos los soldados listos para partir. Me despedía de los Reyes agradeciéndoles su ayuda, también de Román quien quería acompañarme, pero no se lo permití.

—Cuida bien de Cataleya, por favor —le pedí a Román—. Y gracias por todo.

—No hay problema —respondió Román—. Estaré aquí por si necesitas con quien hablar, solo envía cartas.

Entre al portal junto a los soldados que me acompañaban y, al cruzar, me encontré en la ciudad cercana al reino vecino del imperio.

Pedimos alojamiento en una posada y colocamos el ataúd de mi padre en el carruaje, custodiado por los mejores soldados.

Al llegar a la habitación, me senté en la cama y dejé a Badru en ella. Saqué ropa para darme un baño y poder dormir algo.

Sabía que nos esperaba un viaje de 5 días en carruaje para llegar al Imperio, así que debía descansar lo que pudiera. No podía permitirme detenerme en algún pueblo para descansar; mi objetivo era llegar lo más pronto posible.

Después de ducharme, me subí a la cama para poder dormir. Cuando Badru me sintió, se acurrucó a mi lado.

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Le pedí a Obeth no hacer paradas y que lo mejor sería intercambiar los caballos cada cierto tiempo, esto acortaría más el viaje y estaríamos llegando en 2 días al imperio. También le pedí que enviara al mensajero con una carta para mi tío abuelo, en ella le avisaba que estaba por llegar iba en camino por el reino vecino.

Llevábamos dos días viajando y me sentía muy cansada, pero ya estábamos llegando al Imperio Zandell, nuestro hogar.

—Padre ya estamos llegando a casa, te prometo que traeré a madre y a Cataleya de regreso para estar todos juntos —dije susurrando.

La ciudad del Imperio Zandell estaba sumida en un silencio sepulcral. Las calles, normalmente llenas de vida y actividad, estaban vacías y oscuras. La noticia de la muerte del Emperador había llegado hacía días, y la ciudad aún estaba de luto.

Pero hoy era un día diferente. Hoy, la princesa Calypso, de solo 13 años, regresaba a la ciudad junto al ataúd de su padre. La multitud se había reunido en las calles y plazas para recibir a la joven princesa y rendir homenaje al difunto Emperador.

El carruaje de Calypso se detuvo en la entrada de la ciudad. La princesa, vestida de negro y con el rostro serio, se asomó por la ventanilla para ver la multitud que la esperaba. Badru, su fiel compañero, estaba sentado a su lado.

El ataúd del Emperador, cubierto con la bandera imperial, estaba colocado en un carruaje separado, rodeado por los soldados más leales del Imperio.

La multitud se mantuvo en silencio mientras el cortejo fúnebre avanzaba hacia el palacio imperial. Calypso descendió del carruaje y se acercó al ataúd de su padre. Se detuvo un momento, con la cabeza baja, y luego se dirigió a la multitud.

—Queridos súbditos del Imperio Zandell —dijo la princesa con voz firme—, he regresado para honrar la memoria de mi padre y para asumir mi papel como vuestra futura soberana.

La multitud estalló en aplausos y vítores, pero Calypso levantó la mano para pedir silencio.

—Mi padre fue un gran líder y un justo gobernante —continuó—. Prometo seguir sus pasos y proteger y servir al Imperio Zandell con todo mi corazón.

La multitud se inclinó en señal de respeto y lealtad. Los soldados y los consejeros imperiales se acercaron a Calypso para jurarle lealtad y prometer su apoyo.

Mientras el cortejo fúnebre continuaba hacia el palacio, la ciudad comenzó a llenarse de lágrimas y susurros. La princesa Calypso, con solo 13 años, había demostrado una fuerza y una determinación que inspiró a todos los que la rodeaban.

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Calypso se sentó en el trono del palacio imperial, rodeada por sus consejeros y soldados más leales. A pesar de su juventud, la princesa demostró una determinación y una claridad que impresionó a todos.

—Quiero que se preparen los funerales de mi padre para mañana —dijo Calypso—. Quiero que sea un entierro digno de un emperador.

—Sí, princesa —respondió el consejero principal—. ¿Dónde deseas que se realice el entierro?

—En el Jardín de los Ángeles —dijo Calypso—. Era su lugar favorito en el palacio.

El Jardín de los Ángeles era un lugar hermoso, lleno de flores y árboles exóticos. Era un lugar donde el Emperador solía pasear con su familia y reflexionar sobre los asuntos del Imperio.

—También quiero que se envíen emisarios a seguir con la búsqueda de mi madre —continuó Calypso—. Quiero que se centren en el Océano del Reino de Lirio. Es el último lugar donde se supo de ella.

—Sí, princesa —respondió el consejero—. Enviaré a nuestros mejores marineros y exploradores para buscar en las islas y costas del Océano de Lirio. También pediré ayuda a los marineros del Reino de Lirio para que nos ayuden en la búsqueda.

—Quiero que busquen en cada isla, en cada puerto y en cada rincón del océano —dijo Calypso—. No podemos rendirnos. Debemos encontrarla y traerla de regreso a casa.

Los consejeros y soldados asintieron en acuerdo. Sabían que la búsqueda de la Emperatriz sería difícil, pero estaban dispuestos a hacer todo lo posible para cumplir con la orden de la princesa.

—También quiero que se preparen los documentos necesarios para mi coronación —dijo Calypso—. Quiero que sea una ceremonia sencilla, pero digna de un emperador.

—Sí, princesa —respondió el consejero—. Nos aseguraremos de que todo esté listo para la coronación.

Calypso se levantó del trono, rodeada por sus consejeros y soldados. Sabía que tenía un largo camino por delante, pero estaba lista para asumir el desafío.

—Vamos a hacer que el Imperio Zandell siga siendo grande —dijo Calypso—. Vamos a hacer que mi padre esté orgulloso de nosotros.

La habitación se llenó de aplausos y vítores. La era de la princesa Calypso había comenzado, y todos estaban listos para seguir su liderazgo.

Aunque ella no quería ser Emperatriz tomó la decisión por el bien de sus hermanos y el Imperio, Cataleya estaba en coma y Arslan es un niño aún, y no puede dejar el puesto vacío por mucho tiempo, razón por la cual decidió tomar el trono, si en algún momento Cataleya quiere el puesto, ella lo cederá sin ningún problema.

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