Capítulo 11

El humo empieza a invadir toda la cocina. El olor a quemado, penetrante y extraño, me hace darme cuenta de que algo no está bien. Escucho los gritos de Lee Know, y en un segundo, mi corazón se detiene.

No sé qué hacer. Solo veo a mi madre en la cocina, cubierta con las manos en la cara, pero el pánico me paraliza.

Felix y Lee Know se mueven rápidamente; yo solo me quedo ahí, observando, sin saber cómo reaccionar. Jeongin parece igual de perdido que yo, mientras el resto de los chicos buscan qué hacer.

Mi madre… ¿qué está pasando con ella? Mi cabeza da vueltas mientras veo a Felix buscar algo; toma el extintor y, con la calma que no entiendo, apaga el fuego. Mi madre parece fuera de sí, sus ojos están vacíos, y todo el caos no deja de crecer.

No puedo respirar.

—Está bien, señora Yang, está todo bien —dice Felix, pero sé que las palabras no son suficientes.

Mi madre no escucha, no entiende. Observo todo en cámara lenta y con suma lejanía.

Mis músculos están entumecidos, mi garganta seca.

Mi cuerpo está en shock, y mis pensamientos, dispersos. Chris está a mi lado, tratando de calmarme, pero no lo logro.

Mi mente está a mil por hora. ¿Por qué? ¿Por qué mamá haría eso?

Solo veo a los demás moverse de un lado a otro sin entender mucho. Chris hace una llamada. Al terminar, me guía suavemente a un sofá donde me sienta.

Los chicos se encargan de limpiar toda el área, como un equipo eficiente liderado por Lee Know.

Los observo con ojos vacíos mientras caminan aquí y allá buscando cortinas nuevas y artículos de limpieza.

Una eternidad más tarde, Chris llega con el doctor, y la señora mamá es examinada rápidamente.

El diagnóstico es conciso y aniquilador.

—Es una crisis —dice el doctor, y la palabra se me queda pegada en la garganta—. La demencia ha empeorado. Necesita descanso y su medicación.

Asiento sin comprender, pero la verdad es que ni siquiera sé qué siento en este momento.

Las manos me empiezan a picar y a temblar, por lo que decido llevarlas a mi espalda para esconder mi angustia.

El médico se va después de dejar todo claro, y los chicos terminan de limpiar. Todo queda limpio, a excepción de algunas manchas negras, como si nada hubiera pasado.

Pero el aire sigue cargado.

—¿Quién va a cuidar de ella? —pregunta Jeongin, mirando a mi madre, más como un reclamo para sí mismo, y el vacío se abre aún más en mi pecho.

La pregunta me taladra.

—Yo lo haré, he dejado mi trabajo —digo de golpe, y domina el silencio.

Me miran extrañados. No sé cómo lo hicieron, pero mis palabras caen con todo el peso del mundo.

—¿Qué? —pregunta mi hermano, sorprendido, pero yo no puedo detenerme.

Un nudo se instala en mi garganta, se me dificulta tragar saliva, y las ganas de salir corriendo de este lugar me invaden, pero tomo una bocanada de aire y continúo.

—Lo dejé. Porque mi mamá… estaba mal —digo, mentalizándome para no llorar.

La habitación se queda en silencio, mientras mi cuerpo tiembla. Jeongin está cerca, pero no puedo mirarlo. Me siento pequeña, perdida.

La verdad sale como si fuera una herida abierta que no puede dejar de sangrar.

Creo que todos aquí sabían lo importante que era mi trabajo para mí, y lo difícil que fue pasar las entrevistas para ser contratada. Ser diseñadora web siempre fue mi pasión desde que descubrí la carrera a mis dieciocho.

—¡¿Quiere decir que tú sabías que tan mal estaba mamá, y no me lo dijiste?! —grita Jeongin, asustándome.

—No, espera —intento explicarme.

—Mamá se ha puesto en peligro de muerte —dice angustiado mientras se toma el cabello.

—Mamá nunca había llegado a esto, te lo juro —digo mientras la voz se me quiebra.

—No sé por qué siempre me ocultas cosas —dice con tono amargo, decepcionado.

Sus palabras me calan y me escuecen en lo profundo del pecho. En primer lugar, porque la culpa me carcome; hay tantas cosas de mí y de esta casa que él no conoce, y, en segunda, porque tampoco se ha involucrado lo suficiente en esta casa.

Antes de que alguien pueda decir algo, Chris interviene.

—No te preocupes, Jeongin. Aún no tenemos que irnos. Todos podemos quedarnos.

Todos quedan pasmados por la seguridad en el tono de Chris. Al final, es el líder de la banda, y su voz tiene un peso significativo, si no que absoluto.

Sus palabras son como un ancla que me hace sentir que no estoy sola. Aún hay algo de paz, en medio de todo este caos.

Los chicos empiezan a hablar entre ellos, pero yo no escucho. Mi mente me trae de vuelta a las últimas palabras de mi hermano, y el coraje me invade.

—Si tan solo quisieras enterarte de qué pasa, lo harías —digo en tono frío—. Me voy a mi cuarto.

Me giro rápidamente para dirigirme a mi habitación, sin esperar reacciones.

Me alejo de todos y me encierro. El sonido de las voces se apaga lentamente, y mi mente comienza a escribir todo lo que he callado por tanto tiempo. El diario está allí, esperándome.

“Cuando Jeongin (mi hermano) decidió dedicarse a ser aprendiz para convertirse en idol, fue como si todo el mundo en esta casa supiera qué hacer.

Fue la inspiración suficiente para que mi padre decidiera trabajar hasta el triple para apoyar el sueño de su hijo; mi madre se dedicó a administrar ese dinero, construyó esta enorme casa donde él pudiera regresar todas las veces que quisiera.

Todos parecían vivir para él, mientras tanto yo no sabía qué hacer; me sentía sola, y con cada logro de Jeongin me sentía más miserable.

Claro que estaba feliz por él, pero envidiaba la facilidad con la que él supo cuál era su pasión y cómo logró inspirar a mis padres, mientras que yo solo recibía las migajas de su atención y caras de decepción.

Un día deduje que también quería ser idol, pero mis padres me miraron con desaprobación.

`—No te preocupes, ya nos hicimos a la idea de que no te gusta estudiar, y, ¿ser idol?’ —me dijo mi padre con una expresión de desdén—. Eso solo sirve para poner en catálogo a las mujeres, y, de todas formas, tú te casarás. Solo pedimos a Dios que lo hagas con una persona importante y decente’

Lo dijo tan decidido que no pude refutar, me sentí tan humillada y avergonzada.

Jeongin no sabe de todo esto, porque si lo supiera, no sé cómo reaccionaría.

Es tan difícil y doloroso decepcionar a tus padres, que te comparen constantemente y, al mismo tiempo, saber que tu hermano (al que tratan mejor y con el que te comparan) no tiene la culpa, y capaz ni enterado está de lo que pasa cuando él no está.

Estos meses han sido difíciles. Tuve que renunciar a mi trabajo porque la demencia de mi madre ha empeorado, y mi padre no deja de trabajar (aunque perfectamente podría retirarse).

Contratar a alguien es una opción que en un momento se intentó, pero no salió nada bien.

Mi madre solo está tranquila cuando alguien cercano la cuida; puede estar feliz y casi normal cuando están mi hermano, mi papá, los chicos y yo.

De ahí en fuera, cualquier otro individuo parece su peor enemigo”.

Cuando empiezo a escribir, las palabras salen solas.

Mis recuerdos se transforman en frases dolorosas que no puedo dejar de decir. ¿Cómo fue que llegamos a esto?

Mientras escribo, siento que las horas pasan. La habitación está oscura, pero no importa.

Escribo, porque es lo único que puedo hacer ahora.

De repente, escucho un golpe suave en la puerta.

—¿Areum? —la voz de Chris llega desde afuera.

Me quedo quieta. No sé si quiero verlo, no sé si quiero hablar.

—Traje chocolate caliente. Sé que no es mucho, pero tal vez te ayude —dice en tono tranquilizador y dulce.

Me quedo callada por un momento, pero luego, tras pensarlo, me levanto y voy hacia él, ayudándolo a pasar, para después tomar una de las dos tazas de chocolate humeante que trae.

—Gracias —digo sumamente agradecida y conmovida por el gesto.

Chris sonríe, y por un instante, el caos se disuelve, aunque sea solo por un momento. Es todo lo que necesito ahora: un poco de calma en medio de tanto desorden.

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