Duque, yo solucionaré esto con esa mujer.

— ¿Crees que esa mujer te querrá de verdad? Si yo, que soy tu madre, no lo hago, ¿crees que ella lo hará? Solo mira lo horrendo que eres. En cuanto esa mujer tenga sus propios hijos, te echará de lado; ella solo hace un teatro para quedar bien con los presentes y estar al lado de tu padre, no porque te quiera. Nadie nunca te querrá —dijo una mujer altiva, con desprecio. Daba gracias de que el niño no se parecía en nada a ella; en realidad, nunca quiso tenerlo, pero el niño se aferró tanto al vientre de su madre que tuvo que llevar el embarazo a término. el niño nació con una mutación que cambió el pigmento de uno de sus ojos, y su cabello era igual de blanco que el de la madre de Benjamín, que era originaria del reino Wit, por lo cual la mujer lo odió más.

La mujer era hermosa, tenía el cabello tan negro como la noche, pero estaba maquillada excesivamente y su vestido era tan extravagante que el calor que hacía en el ducado la cocinaría como papa hervida.

— Cállate, Marina, no tienes por qué hablarle así a mi hijo. Retírate, no tienes nada que hacer aquí —dijo Benjamín, furioso.

Adanis entendió que esa mujer era la exesposa de Benjamín.

— Papá, ¿es cierto lo que ella dice? —dijo el pequeño entre lágrimas.

— Claro que es cierto —dijo la mujer, disfrutando de las caras desencajadas y la molestia de los presentes.

— Mi amor, mami Adanis solucionará esto. Tápate las orejitas un momento, ¿sí? —El niño asintió ante la indicación y tapó sus orejitas. Benjamín abrazó a su hijo protectoramente; esto se pondría muy feo. Lo mejor era que no viera lo que pasaría. Pensó en sacarlo de ahí, pero el niño no se quiso mover del lugar; él quería esperar a su mami Adanis.

— ¿Cómo demonios entró esa mujer a mi ducado? —preguntó el duque, molesto, a sus guardias. Vivían estaba con mala cara y a él no le gustaba ver a su esposa molesta.

— Señor, dijo que era la hermana del novio, y no vimos problemas en dejarla pasar —dijo un guardia arrepentido, sujetando a la mujer para sacarla. Los duques lo estaban asesinando con la mirada; temía por el castigo que recibiría.

— Duque, yo solucionaré esto con esa mujer. Teo, suéltala; quiero ver de qué está hecha —dijo Adanis con una mirada afilada.

— Escúchame bien, Marina: que seas la exesposa de mi esposo no te da el derecho de aparecerte ante mí y hablarle a mi hijo de esa manera. Te recuerdo que renunciaste a todo lo que tenía que ver con mi esposo y mi hijo cuando te divorciaste, apenas diste a luz al niño, para ser la zorra de un noble casado —dijo Adanis con desagrado, a lo que la mujer frunció el ceño y miró a Benjamín.

— No pretendía quedarme con un soldado de quinta, a vivir una vida miserable llena de precariedad —dijo la mujer con frialdad.

— ¿Entonces qué haces aquí? ¿Vienes a intentar arruinar la felicidad del hombre que en realidad amas? Porque el hecho de que seas la meretriz de un noble no quiere decir que lo ames; solo disfrutas de las migajas que te da, como un perro debajo de la mesa de su señor. Pero veo que solo estás celosa porque Benjamín se volvió a casar y esta vez con alguien superior a ti. — La mujer guardó silencio, pero las últimas palabras de Adanis la enfurecieron. ¿Cómo podría esa chiquilla ser superior a ella?

— Haré de sus vidas una miseria. Benjamín nunca será feliz. En cuanto sea la concubina del próximo duque Mesellanas, me las pagarán una a una. — Dijo la mujer con orgullo. Adanis pensó que la mujer daría pelea, pero solo era una desubicada, nada de qué preocuparse.

— Así que eres la concubina que mi hermano quiere meter al ducado. Lamento informarte que, aunque mi padre muera, ninguna meretriz entrará a nuestra familia; mi padre odia a las meretrices y tiene reglas muy extrictas—dijo Mónica con severidad, a lo que la mujer se sorprendió y esta vez sí prestó atención a quienes estaban a su alrededor, dándose cuenta de que todos eran personas de suma importancia.

— No puede ser...

— Soy la doncella de la archiduquesa, amiga personal de la duquesa de Vitaly, y conozco a la primera señorita de la casa Mesellanas, así como a varias nobles destacadas. No te atrevas a volver a pararte cerca de mi familia o me veré en la obligación de hundirte en lo más profundo de la miseria —dijo Adanis sin perder la postura, pero la mujer trató de darle una bofetada, a lo que Adanis reaccionó rápido, esquivando y metiéndole el pie para que cayera al suelo.

— Adanis, ve con tu familia; yo me encargo de esta mujer —dijo Cloy, quien ya tenía una especie de sartén en la mano. Todos estaban incrédulos ante la rapidez de la pequeña pelirroja.

— Teo, ayúdame a arrastrarla; seguro está pesada —dijo Cloy mientras el guardia mientras arrastraba a Marina. Tenía compasión por la mujer; Cloy era de temer.

— Mi cielo, ya puedes escuchar, ¿estás bien? —le preguntó Adanis a su hijo mientras le quitaba las manitas de las orejas.

— Sí, mami, estoy bien —dijo el niño, refugiándose en los brazos de Adanis.

— Gracias por aceptarnos —le dijo Benjamín, abrazándolos a ambos.

Benjamín tenía veinticinco años; se había casado a los diecisiete, muy enamorado. Aunque eran de clase baja, él se esmeraba para que a su familia no le faltara nada. Sin embargo, cuando su esposa por fin se embarazó a los dos años de estar casados, comenzaron los problemas. Ella quería una mejor vida y, aunque Benjamín se esforzaba, para ella nunca era suficiente.

En cuanto dio a luz, Marina pidió el divorcio. El sacerdote los divorció porque la mujer alegó que no quería saber nada del niño y que tenía un amante. El sacerdote quiso llevarla a prisión por adulterio, pero Benjamín solo pidió que su hijo fuera solo de él y que la mujer no tuviera derecho alguno. Aún así, el sacerdote la encarceló, pero misteriosamente quedó libre a las pocas horas.

Benjamín luchó solo durante cinco años por su hijo, para que esa mujer viniera a arruinar su felicidad y la de su hijo. Que Adanis se haya fijado en él era un completo privilegio; ella era tan hermosa y sublime que nunca pensó que lo voltearían a ver, y menos porque él tenía un hijo y una gran cicatriz en su rostro que, a su parecer, le quitaba lo atractivo, sin contar que Adanis, a pesar de ser plebeya al igual que el, tenía mucha influencia entre las nobles y eso le atemorizaba un poco.

Adanis, por su parte, estaba ideando un plan para darle una lección a esa mujer por haber hecho llorar a su pequeño hijo. Desde que vio al niño, le robó el corazón; aunque el acercamiento no fue nada fácil, ya que el niño era muy desconfiado. Sin embargo, ella, con amor y paciencia, pudo entrar en su corazón.

La noche de bodas fue muy tranquila; ellos prefirieron dormir junto al niño, ya que necesitaban calma después del desagradable momento que vivieron. En otro momento, podrían disfrutar de la pasión.

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