Sí, está muy enamorado de su prometida.

— Tienes un nuevo trabajo, debes volver al palacio cada mañana; yo me encargaré de devolverte todas las noches. — El emperador iba en el carruaje hablando con el ave; la paloma sería parte fundamental en su estrategia para conquistar a Mónica.

Al llegar al ducado, varios carruajes iban saliendo. Lo que el emperador no sabía era que en uno de esos carruajes iba la duquesa, que, al ver el carruaje del emperador, iba maldiciendo su suerte.

Cuando el emperador salió del carruaje, el duque estaba en la puerta del palacio junto a sus dos hijas: Mónica, de diesinueve años, y Luisa, de trece años.

— ¡Saludos al sol del imperio! —dijeron los tres, haciendo una elegante reverencia.

— Duque, miladies, perdonen que los este inportunando de esta manera; hay ciertos asuntos que quiero tratar con la casa ducal Mesellanas. — Mónica miraba de reojo al emperador y este también le daba pequeñas miradas furtivas. El duque al notar esa pequeña interacción y decidió intervenir.

—Majestad, acompáñame a mi despacho. — Ambos hombres se retiraron y las jovencitas fueron camino a sus aposentos.

—El emperador es un hombre impresionante. — Dijo Mónica entre susurros.

—¿Dijiste algo? — Le preguntó Luisa a Mónica.

—No. — Dijo Mónica, algo avergonzada; era la primera vez que pensaba en voz alta.

—Oye, ¿crees que el primer príncipe ya esté comprometido? — Preguntó Luisa, suspirando con la idea de casarse con su príncipe azul.

—Es lo más probable. — Dijo Mónica, tratando de que su hermana no se hiciera falsas ilusiones. El príncipe era muy caballeroso, pero a este no le gustaba interactuar con señoritas de su edad, lo que podría significar que él ya tiene un compromiso.

—Qué mal, de igual forma le preguntaré al emperador. — Dijo Luisa, emocionada; en dos años sería su debut y ella, como toda señorita noble, quería ser afortunada en casarse con el príncipe.

En el despacho, ambos hombres tomaban un trago mientras hablaban de leyes.

— Después de la sentencia de la emperatriz, haré un cambio significativo en las leyes: la edad para que las señoritas debuten será cambiada —dijo el emperador, más serio de lo normal.

— Majestad, eso le traerá problemas con la corte; ellos no aceptarían tal idea.

— Eso es lo de menos. Solo necesito la firma de los cuatro pilares para que el documento sea válido; ellos tendrán que acatar las nuevas normas.

— ¿Vino a pedir mi apoyo?

— Así es, los tres pilares restantes están de acuerdo; solo falta usted. A los quince o dieciséis años, es una edad muy temprana para el matrimonio, y muchos nobles se aprovechan de ello. Se han reportado muchos casos en los que señoritas de las edades mencionadas mueren dando a luz, o en manos de sus maridos sin tener justicia alguna, quiere erradicar a esos padres desvergonzados que venden a sus hijas por más poder. La nueva edad para que las señoritas debuten será los dieciocho, y cualquier matrimonio que se consume con jóvenes entre los once y diecisiete años que hayan nacido en el imperio, así sean llevadas a otro imperio o reino a casarse, sus familias serán severamente castigadas por no cumplir la ley.

El duque se había quedado pensando: era justo que se regularan los matrimonios. No veía a su hija Luisa casándose con un hombre de su misma edad.

— Estoy de acuerdo, cuente con mi apoyo; la casa Mesellanas lo apoyará rotundamente. — El duque estaba a favor del cambio; él tenía hijas y no quería que estas estuvieran en manos de sus maridos, y no poder hacer nada para hacer justicia.

— Siendo así, procederé a retirarme.

— Majestad, ya es muy tarde; ¿por qué no mejor nos acompaña a cenar y se hospeda esta noche en mi palacio? — El emperador había logrado lo que quería; solo estando dentro del palacio del duque podría hallar la forma de que la paloma llegara a los aposentos de Lady Mónica.

El emperador fue guiado hasta donde sería su habitación y mandó a traer la caja en donde ocultaba al ave.

Al llegar a la cena, el emperador fue guiado hasta el comedor, donde no solo estaba el duque junto a sus dos hijas, sino que también estaba el hijo mayor del duque con su esposa e hijo.

El Duque marsellana era un hombre de unos sesenta y cinco años, mientras que su hijo tenía la misma edad que el emperador: treinta y nueve años, y el hijo de este era cuatro años menor que el primer príncipe.

La cena estaba transcurriendo en total silencio, hasta que el hijo del duque, Octavio, decidió romper el silencio.

—Majestad, todo el imperio tiene una duda: ¿no habrá celebración por ganar la guerra contra el caído reino de Alcalá? —preguntó el hombre con un brillo de emoción en los ojos.

—Sí, habrá celebración, pero por otros motivos. No ganamos una guerra; no duramos años peleando para ganarla, solamente quitamos a un tirano del trono. El nuevo reino de Aurora tiene mucho que aportar al imperio; el tratado de comercio es realmente favorable para ambos —dijo el emperador con simpleza.

— Majestad, ruego perdone mi indiscreción, pero, ¿el príncipe está comprometido? —preguntó Luisa con curiosidad. El emperador pudo notar las intenciones de la jovencita, así que decidió matar sus ilusiones desde ahora.

— Sí, está muy enamorado de su prometida. El compromiso no se ha anunciado por la privacidad de ambos —dijo el emperador con una deslumbrante sonrisa, lo que incomodó un poco a Luisa.

— No pensé que dejaría que su hijo se casara por elección propia —confesó el duque.

— Mi hijo es libre de elegir a quién amar y ya lo hizo. Como padre, no me opondría a la felicidad de mi hijo y tampoco le impondría el yugo de un matrimonio arreglado. Mi hijo ama fervientemente a su prometida y yo estoy a favor de esa fantástica unión. La joven es realmente destacable, tiene un temple formidable y una belleza inigualable —el emperador sabía que estaba rompiendo el corazón de la joven y esa era la mejor opción; no quería que su pequeña cuñada guardara sentimientos románticos hacia su hijo.

Nota: Chicas, estoy agotada física, mental y emocionalmente. Me tomaré unos días para volver a escribir. Como la historia será relativamente corta, en tres actualizaciones la terminaré, si Dios lo permite. No se asusten, solo seran unos días, no meses

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