CAPÍTULO 05

Yaneli permaneció sentada junto a la ventana, contemplando la oscuridad que se adentraba cada vez más. La lluvia golpeaba insistentemente contra los cristales, acentuando la sensación de soledad y haciendo más grande su miedo.

Al llegar a la central camionera de la ciudad del Guadalajara, ella baja del camión con algo de miedo, realmente no sabía que hacer o a donde iba a ir, era su primera vez en la ciudad y en sus recuerdos lo que había escuchado de ese lugar no era nada bueno; sus padres y su esposo, siempre se quejaban de la inseguridad de la ciudad, de lo mala que era la gente y sobre todo de la contaminación.

La central camionera era un lugar grandísimo y ella se sentía abrumada, realmente no sabía qué hacer, ni a donde ir, el miedo la invadió, la inseguridad, sentía que no iba a poder y desesperada se va a donde vendían los boletos dispuesta a comprar un boleto de regreso, sentía que su valor hasta ahí había llegado.

Por un momento sus sentimientos negativos la hicieron desear regresar a casa, hasta pensó en lo que le diría a Antonio para que la perdonara. Ver a tanta gente yendo de un lado a otro y el lugar tan enorme, la hicieron sentir la peor inseguridad de su vida; sentía que no iba a poder estar sola, no podía estar sola en esa vida, sabiendo que sus padres la odiarían.

Se fue a la taquilla, pero lo hizo con desesperación sin ver por donde caminaba, estaba tan desesperada, temblando de miedo, que solo quería regresar a su casa, aunque eso significaran golpes y ser castigada, pero no quería estar sola en ese lugar tan grande, con gente que podría lastimarla peor de lo que hacía Antonio.

Al no ver por dónde caminaba, terminó chocando con una mujer y su hijo. Las dos terminaron en el suelo; ella se había golpeado las manos y sus rodillas al caer, quería levantarse rápido, pedir disculpas, pero en ese momento escuchó la voz de un hombre furioso decir. — ¿Qué no se fija por dónde camina? Lastimo a mi esposa y a mi hijo.

Qué gente más irresponsable. Debería separar a la gente con educación y a la gente salvaje como tú mandarla a otro lado; tiene que disculparse con mi esposa por haberlos lastimado.

Yaneli se levanta aturdida y no tanto porque se haya goleado, sino por los gritos y reclamos de ese hombre, aunque lo que hacía peor ese momento era el llanto del niño, como los reclamos de la mujer, que se podía ver era una déspota alzada, como la hermana de Antoni.

Ella realmente sí había pensado en disculparse, pero al escuchar los reclamos y los gritos de la pareja, se molestó; lo que había pasado no era para que se pusieran de esa manera, pensó quedarse callada, pero al escuchar tantos gritos y reclamos, su orgullo, su dignidad, la hizo decir. — Es suficiente, no más gritos, esto fue un accidente que no lo vieron.

Creo que no hace falta hacer un escándalo de esto, las dos terminamos en el suelo y lastimadas, no es justo que me esté gritando, reclamando por algo que ella pudo evitar; quiero aclarar que si yo la hubiera visto la hubiera esquivado, pero creo que personas como ella se creen dueñas de las calles y las cosas no son así, al caminar en público las dos personas tenemos responsabilidad de ver por donde vamos, si alguien va distraído, la otra puede verlo.

Yo le pido disculpas por no haber caminado con responsabilidad, pero también requiero a una de ustedes, por gritarme de esta manera, ofenderme sin razón; señor, creo que tener un poco de humildad no es malo y no tiene que ser tan grosero con las personas que están a su alrededor.

La mujer se puso histérica con lo que escuchó y levantó la mano para abofetearla. Por un momento Yaneli miró todo en cámara lenta, pensó en cerrar los ojos para aceptar su golpe, pero algo dentro de su ser, no la dejó, no quería seguir agachando su cabeza ante nadie.

Ella no supo lo que le pasó, pero un valor, un coraje y la necesidad de no volver a ser pisoteada, la hizo sostener la mano de esa mujer; molesta, la mira a los ojos mientras sostenía sus manos y enfurecida le dice. —No se atreva a ponerme una mano encima, porque no respondo de mí, hágame el favor de retirarse y dejarme en paz.

La mujer jala su mano y pensó en tomarla del cabello, quería hacerla pagar por su altanería, pero en ese momento, sin que las dos se dieran cuenta, la gente del lugar los había rodeado, los murmullos de los mirones se hacían presentes, haciendo un gran escándalo.

En el momento en que la mujer iba a empezar a golpearla, una señora de mediana edad, se metió en medio de las dos y molesta, dijo. — Señora, debería controlarse, que no mira el escándalo, esto es malo para su persona, sin mencionar que está dañando la imagen de la jovencita, que ya se disculpó, pero usted parece más bien que lo que quiere es que se humille y eso no va a pasar.

La mujer no quería controlarse, pero los murmullos de la gente y los malos comentarios en su contra hicieron que el esposo de la mujer la tomara del brazo y furioso dijera. — Vámonos, es suficiente, de estar con esta gente sin educación, recuerda que no somos gente verdulera, que discute con gente sin razón.

El hombre sacó a la mujer de ahí.

Yaneli los observaba, incrédula. Aquel enfrentamiento, insignificante para muchos, había desencadenado una transformación en ella, procesando lo que acababa de ocurrir. Ese pequeño enfrentamiento había sacudido su mundo.

Era como si una chispa hubiera encendido una llama dentro de ella, despertando un coraje que desconocía: la adrenalina la inundaba, haciéndola sentir invencible.

En ese momento, comprendió que podía forjar su propio camino, que no necesitaba la aprobación de nadie para ser feliz. Había dejado de ser un mero objeto y se había convertido en su propia protagonista.