La madrugada avanzaba mientras Valeria regresaba a la ciudad, guiada por las llaves que su madre le había dejado. El primer destino era el Banco Nacional, una institución que nunca habría imaginado como parte de esta intrincada red. Había algo en aquella clave, en la etiqueta desgastada que acompañaba a la llave, que la hacía sentir que su madre la guiaba en cada paso.
Al llegar al banco, Valeria no podía evitar el nerviosismo. El edificio era imponente, y la sola idea de ingresar con una llave antigua que quizá ya nadie reconocería le provocaba un nudo en el estómago. Sin embargo, la determinación venció al miedo, y se dirigió al área de depósitos.
—¿Puedo ayudarte? —preguntó una recepcionista, mirándola con cortesía.
—Sí… estoy buscando una caja de seguridad. Creo que la cuenta pertenece a… —Valeria dudó por un momento— a Sofía Dmitriev, mi madre. Tengo la llave.
La recepcionista examinó la llave y, tras dudar unos instantes, asintió. —Claro, por aquí.
Valeria siguió a la mujer hasta una bóveda al fondo del banco. Cada paso la acercaba más a los secretos que su madre había escondido. La recepcionista la dejó frente a la caja de seguridad, y cuando estuvo sola, Valeria insertó la llave, liberando la cerradura. Contuvo el aliento mientras levantaba la tapa.
Dentro de la caja, encontró varios documentos sellados, pero lo que llamó su atención fue un cuaderno de tapa oscura, desgastado, que parecía llevar décadas guardado. Lo tomó con cuidado y comenzó a hojearlo. Ahí estaban, página tras página, las confesiones de su madre, las conexiones que Sofía había descubierto, y las pruebas de un negocio oscuro que involucraba a algunas de las personas más poderosas de la ciudad.
Había nombres que reconoció al instante: Marco y otros empresarios de renombre, políticos y figuras influyentes. Todos ellos parecían estar conectados en una red de tráfico de influencias, sobornos y corrupción. Había nombres de empresas y bancos offshore, así como códigos que, supo de inmediato, correspondían a cuentas secretas.
Pero una página en particular capturó su atención. Era una fotografía pegada en el cuaderno, una imagen antigua de su madre junto a un hombre que Valeria no había visto antes. El título sobre la imagen decía “A.G.” y, debajo, unas palabras escritas a mano: “El verdadero motivo.”
Valeria sintió un escalofrío al leer aquellas palabras. ¿Podría ser ese hombre el verdadero motivo por el que su madre había huido, el origen de toda esta red de mentiras? Todo lo que creía saber estaba siendo cuestionado, y ahora más que nunca deseaba respuestas.
Sin embargo, su concentración se rompió cuando escuchó pasos cerca. Cerró rápidamente el cuaderno, guardando todo en su bolso, y salió de la bóveda. Su corazón latía con fuerza mientras se dirigía a la salida del banco, cuidando de no llamar la atención.
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Horas después, Valeria se encontraba nuevamente en la cabaña, analizando los documentos con calma. Jihoon seguía desaparecido, y el temor por su seguridad crecía en ella. Tenía que encontrarlo y contarle todo lo que había descubierto. Decidió enviarle un mensaje cifrado, utilizando un código que ambos habían establecido en caso de emergencia.
Mientras esperaba una respuesta, continuó revisando el cuaderno. Las palabras de su madre parecían llevarla de la mano, revelando piezas de un rompecabezas que Valeria desconocía. Pero una entrada en particular la dejó sin aliento: hablaba sobre un grupo clandestino conocido como “El Círculo de la Sangre”, una organización secreta que supuestamente controlaba a los políticos y empresarios desde las sombras. Su madre mencionaba que había descubierto la existencia de esta organización cuando trabajaba como asistente de un alto funcionario.
Era imposible procesar la magnitud de lo que leía. El Círculo de la Sangre era responsable de desapariciones, muertes encubiertas y chantajes. Cada persona en la lista de su madre parecía estar de alguna manera relacionada con esta organización, y ella, por haber descubierto sus secretos, se había convertido en una amenaza que debía ser silenciada.
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Horas después, recibió un mensaje en su teléfono: “Cabaña. Medianoche.”
Sabía que el mensaje provenía de Jihoon. Al caer la noche, Valeria esperaba en la cabaña, con los documentos bien guardados y lista para contarle todo lo que había descubierto. Pero al abrir la puerta, encontró a Jihoon en un estado de agotamiento, con el rostro tenso y visiblemente golpeado.
—¿Qué te pasó? —preguntó alarmada, ayudándolo a entrar.
—Marco no va a dejarnos en paz, Valeria. Apenas logré escapar, pero él sabe que tienes algo valioso, y no se detendrá hasta obtenerlo.
Valeria asintió, consciente de que el peligro estaba cada vez más cerca.
—Jihoon, descubrí algo importante. Mi madre estaba investigando algo llamado “El Círculo de la Sangre”, una organización que parece controlar todo desde las sombras. Y creo que mi madre murió por este secreto.
Jihoon la miró, asimilando la gravedad de sus palabras. —Eso significa que estamos lidiando con personas dispuestas a todo. Si decidimos seguir adelante, no habrá vuelta atrás.
Valeria tomó su mano, sintiendo la fuerza y la vulnerabilidad en él. —Lo sé. Pero ya no puedo huir. Esto va más allá de mí, Jihoon. Mi madre sacrificó su vida para exponer la verdad, y no voy a detenerme ahora.
Ambos se miraron, conscientes de que habían cruzado un umbral del que ya no podían regresar.
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