El pequeño Leonard

Ese mismo día, pero más temprano, cuando Lorenzo terminó de hablar con Sophie por videollamada, se dirigió a casa de su hermano Leonardo. Iba a conocer a su sobrino y de paso hablaría con él.

En el camino no se le salía la imagen de Sophie relajada y sonriente; ese idiota tenía a una mujer maravillosa y la trataba horrible; él se preguntaba para qué se casó entonces. Él no era una imagen de la perfección, pero al menos les hablaba claro; no había engaños ni malos tratos, solo era disfrute y placer.

Al llegar a casa de su hermano, una mansión hermosa la cual él diseñó, observó los autos de sus familiares. Su madre y su padrastro estarían adentro, al igual que sus otros dos hermanos.

Lorenzo bajó con unas cosas de bebé que ni sabía que eran. Él le pidió el favor a su secretaria y ella se encargó de todo.

Al entrar a la mansión de Leonardo observó el lugar. Está llena de luz natural que entra por los grandes ventanales. Los muebles elegantes y las obras de arte en las paredes reflejan su buen gusto y el de su esposa.

"¡Lore…! Gritó su hermanita menor y lo abrazó fuerte; no es porque Lorenzo es una montaña de músculos que lo hace caer.

"Y ese milagro, no pensé verte y menos aquí; vienes a conocer al pequeño; es hermoso, pequeño y muy suave", habla la rubia sin parar.

"También te he extrañado mucho, princesita, ahora si me permites caminar y puedo conocer al bebé". El próximo en aparecer fue Leandro.

"Hermano, cómo estás, el pequeño de Leonardo me cae bien, casi no llora", él lo saluda y sigue hasta su madre, quien lo abraza.

"Qué alegría verte aquí, es extraño; jamás imaginé que vendrías; tú no eres de estas cosas", su madre lo abraza.

"No abandones tanto a tu pobre madre". Él seguía abrazándola.

"De acuerdo, madre, lo prometo". Todos estaban extrañando que estuviera más cariñoso; él solía ser serio y poco expresivo. Saludó a su padrastro y luego se encontró con su hermano Leonardo.

"Vaya, qué milagro, bienvenido hermano", dice y ambos se abrazan.

"Felicitaciones; traje algunos regalos para el bebé y mi sobrino", dijo Lorenzo.

"Está en la habitación con su madre, en un momento te lo presento". Leonardo sonrió y se sentaron un rato. Los demás seguían en la habitación con Lizzie y Lorenzo aprovechó para hablar con él.

"Gracias por haber hablado con la secretaria y también sé que has ido para allá; se te quedó algo", preguntó intrigado Leonardo.

"No es nada, y si he estado usando tu consultorio para distraerme y hasta mi trabajo te molesta, hasta mi asistente irá a ayudarme", Leonardo niega riendo.

"Por supuesto que no puedes usarlo siempre, aunque tengas más de cien propiedades mejores que esa sala de descanso", se burla Leonardo.

"Digamos que le tengo cariño a ese lugar", se encoge de hombros Lorenzo.

"Es irónico que cuando yo esté no pudieras ir; ahora que no puedo no quieres salir de allí", más risas.

"Yo te lo estoy cuidando, tranquilo y… Hablando de otro tema, tengo una amiga". Leonardo se ríe alzando las cejas.

"Ya salió el peine de tu cambio" se mofa Leonardo.

"No es eso, necesito consejos para ayudarla; no quiere ir a un especialista, por eso necesito que me digas qué sería recomendable decirle o hacer", dice más serio.

"Ya veo que a veces el miedo a hablar de tus problemas con un extraño te detiene, ¿qué es lo que tiene?" Preguntó intrigado.

"Se llama Sophie, ella está pasando por un momento muy difícil. "Tiene problemas de dependencia y baja autoestima; su esposo es un tarado y le ha causado estos traumas", dice pensando su mandíbula por la molestia que esto le genera.

"Debido a que no quiere ver a un profesional, puedes ayudarla de otra manera sin que se sienta presionada", dice mirando a su hermano porque ya se dio cuenta de que esta mujer le preocupa.

"¿Cómo? Pregunto impaciente.

"Primero, escúchala. A veces, lo que más necesita es alguien que la escuche sin juzgarla. Hazle saber que sus sentimientos son válidos y que no está sola", comienza Leonardo.

"Eso puedo hacerlo, ¿qué más?". Dice recordando que lo ha estado haciendo bien.

"Anímala a hacer actividades que le gusten y que la hagan sentir bien consigo misma". La autoestima se construye poco a poco, y cada pequeño logro cuenta", dice en su tono de terapeuta.

Lorenzo se pone pensativo. "Sophie solía amar la arquitectura, es arquitecta, pero dejó de hacerlo cuando se casó; además ama diseñar".

"Entonces, sugiérele que retome su carrera. También dile que vaya a clases de pintura; esta puede ser una forma de expresar sus emociones y encontrar un poco de paz; también que intente otras actividades divertidas. La cosa es que pueda distraerse y ver la vida de colores.

Lorenzo sonríe ampliamente: "Eso tiene sentido. Hay ¿algo más? Leonardo sonríe al verlo emocionado.

"Sí, ayúdala a establecer límites. A veces, las personas con baja autoestima permiten que otros las traten mal porque no creen que merecen algo mejor. Enséñale que está bien decir "no" y que merece respeto.

«Después de todo no voy tan mal» piensa sonriendo.

Lorenzo mira a su hermano y, con determinación en su voz, "Lo haré". Gracias, Leonardo. Eres el mejor".

"¿Lo soy? Vaya, muero por conocer a Sophie", se ríe y Lorenzo lo sigue.

"Tal vez más adelante, quién sabe", dice de manera pícara.

Leonardo le coloca una mano en el hombro a su hermano. "No agradezcas, para eso están los hermanos. Y recuerda, si en algún momento ella se siente lista para hablar con un profesional, estaré aquí para ayudarla. Lorenzo asiente y lo abraza para luego subir a conocer al bebé.

Al entrar, Lorenzo observa la hermosa habitación; es de color verde agua. En una esquina está una cuna adornada con delicados detalles. Hay una infinidad de juguetes y peluches, también un pequeño juego de muebles para observar al pequeño. Hay un móvil que gira encima de la cuna con naciones espaciales. Es hermoso.

Todos sonríen al verlo y él saluda a su cuñada que tiene al bebé en sus brazos.

"Hola, Lizzie" Estás hermosa, espero que estés muy bien, mira, nada más que bonito es", ella sonríe y le contesta el saludo mientras los demás se miran entre sí y luego ven a Lorenzo como si le hubiese salido otra cabeza.

"Qué bueno verte; estoy bien", sonríe amable.

"Traje algunas cosas, son las que tienen en la mano esos chismosos", se ríe señalando a su hermano que sacó todo lo que trajo Lorenzo para mostrarlo.

Todos se ríen y él dirige su mirada al bebé.

"Puedo cargarlo", la sorpresa invade el rostro de todos, pero Lizzie solo sonríe.

"Por supuesto, toma su cabeza con cuidado y sostenlo fuerte". La cara de todos es una locura; definitivamente este hombre solo tiene el rostro de Lorenzo.

"Hola, campeón, soy tu tío Lorenzo, eres muy guapo, sabes, te pareces a mí", el bebé balbucea y hace sonidos como si hablara.

"Si… También sacaste mi carácter, eres una cosita adorable", dice él. Está metido en su momento con el niño y a los demás les explota la cabeza.

"Se llama Leonard" dice Lizzie.

"Es hermoso ese nombre, como tú, ¿qué dices?…" Se ríe como si estuviera teniendo una conversación muy amena con el pequeño Leonard.

Todos quedaron boquiabiertos; Lorenzo estaba mostrando un cambio que no habían visto nunca. Para él las cenas y reuniones familiares eran pérdida de tiempo, pero con Sophie se había dado cuenta de que las acciones y palabras sí afectaban a los demás que lo rodeaban.

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