Complicidad

Lorenzo salió de la clínica con una mezcla de alivio y nerviosismo. Había logrado mantener su fachada de terapeuta frente a Sophie, pero sabía que no podía seguir así por mucho tiempo sin ser descubierto a menos que se aplicara. Esto era una locura. La conoció hoy y él jamás se desgasta mucho para obtener un buen sexo; solo se sienta y espera unas horas. No le importa si se siente mal o qué sucederá con ella; en cambio vio a Sophie y necesita mantenerla a salvo y sobre todo alejada de ese idiota. 

Al llegar a su empresa de construcción y diseño, su amigo y colega, Alejandro, lo esperaba en la entrada; el hombre de ojos grises verdosos movía un pie de manera nerviosa y llevaba sus brazos cruzados; parecía una madre a punto de regañar a su hijo.

Alejandro con una sonrisa curiosa se le acercó más a Lorenzo, tratando de indagar por qué se había ido tantas horas. Jamás lo hizo antes.

"¿Qué tal, hermano? ¿Cómo te fue en la clínica? Y, por cierto, ¿por qué me pediste que investigara sobre psicología y amor propio? No es tu campo habitual o tratas de quitarle el trabajo a Leo. Se burla como siempre de su amigo.

Lorenzo trató de evadir la pregunta con su habitual carácter neutral. "Oh, ya sabes, solo curiosidad. Nada importante, mueve tu tracero y vamos a trabajar", dice pasando serio por el lado de Alejandro.

Alejandro alzó una ceja y se hizo el ofendido de una manera dramática. "Oh… Disculpe, su majestad, no fui yo quien se perdió toda la mañana", dice caminando detrás de él.

Al llegar a la oficina, Lorenzo se colocó a trabajar. Hacía llamadas, revisaba correos, pero había algo que lo molestaba.

Alejandro y él eran demasiado unidos. Lo conocía a la perfección, así que lo miró fijamente y Lorenzo ni siquiera lo notó. "Vamos, Leandro. Nos conocemos desde hace años. Algo está pasando. ¿Qué te traes entre manos? "

Lorenzo suspiró, sabiendo que no podría mantener el secreto por mucho más tiempo y menos al chismoso de Alejandro. Era como una doña curiosa de vencidas; todo lo quería saber. Se acercó a Alejandro y le hizo una seña para que cerrara la puerta de su oficina. Una vez dentro, cerró la puerta y se dejó caer en su silla resignado.

"Está bien, te lo contaré. Pero prométeme que no te reirás", comenzó Lorenzo.

Alejandro con una sonrisa lo observó. "No prometo nada, es más, lo más probable es que sí, lo sabes, pero adelante, iluminame", hizo señas exageradas con sus manos.

Lorenzo tomó una respiración profunda y luego lo soltó. "Hoy en el consultorio de Leonardo, conocí a alguien, que es tan frágil e indefensa", comenzó mientras Alejandro lo miró levantando una ceja.

"¿Y a ti qué, jamás te importó nadie más que el arrogante en el espejo?" Se burla de nuevo.

"No te voy a decir nada", él levantó sus manos.

"Oye, tranquilo, sigue", dijo evitando perderse la historia, porque si hizo que él faltara al trabajo debía ser interesante.

"Para resumir, la mujer fue a una terapia de pareja para salvar su matrimonio, pero su esposo es un maldito idiota". Se exaltó un poco y Alejandro trató de calmarlo.

"Calmate y sigue, Lorenzo, que me tienes intrigado".

"Ella llegó con una amiga, la cual me contó pensando que era Leonardo, que el esposo la engaña y le ha creado una dependencia a él". Tú la hubieses visto al llegar, mirada baja; tembló en las manos y sus ojos rojos porque "el idiota no fue a la terapia de pareja", habló tan rápido y tanto. Este no era Lorenzo; él era de pocas palabras pero precisas.

"Quiere que la ayude o bueno, quiere que Leonardo la ayude y yo lo quiero hacer; ella necesita esto, necesita confianza, no sé, pero quiero ayudarla". La cara de Alejandro era un poema; no sabía si se había vuelto loco o escuchaba mal.

"Aja, y en qué momento te ríes y me dices que es una broma", bromea Alejandro.

"No es broma idiota y eso no es todo". Hay algo que me hace querer ayudarla más". Alejandro se intriga.

"¿Más? Debes hablar; cuéntame.

"Sophie… Es la esposa de Ricardo Conti, y ahora sí lo aplasto en los negocios". Alejandro casi expulsa sus ojos de su cara. La vida era un verdadero pañuelo.

"Y qué harás, le pagarás a alguien para que la ayude o hablarás con Leo", preguntó Alejandro.

"Me hice pasar por mi hermano, para darle sesiones de "terapia" y que gane confianza en sí misma". No quiero que repare su matrimonio, quiero que se dé cuenta de que Ricardo es un imbécil.

Alejandro no aguantó más y se rió. "¡Vaya, Lorenzo! Eso es… inesperado, tu terapeuta", seguía riéndose.

"No me imagino a ti diciendo las cosas que investigue", la risa de Alejandro era escandalosa. "¿Por qué te metiste en algo así?" De repente se detuvo.

"Un momento, te gusta"… "Vaya, pensé que no viviría para ver este día", se mofa de nuevo Alejandro.

Lorenzo se pone serio. "No digas idioteces, solo es porque Sophie merece algo mejor". Y si puedo ayudarla a ver eso, entonces lo haré".

Alejandro aún riéndose lo observó con sospecha. "Bueno, amigo, esto es lo más loco que has hecho. Pero cuenta conmigo. Aunque no sé nada de psicología, tengo algunas ideas que podrían ayudarte", se burlaba mientras hablaba.

Lorenzo sonrió con malicia: "Gracias, idiota. Porque me vas a ayudar en esta locura. Ambos no paraban de reírse, sobre todo Alejandro, que siempre había esperado por verlo así, aunque Lorenzo lo negara.

"Tú tranquilo, cuando terminemos de investigar, Leonardo tendrá que temblar; seremos los mejores en terapia", se rió de manera deliberada, él siempre y sus idioteces.

Lorenzo trató de concentrarse el resto de la tarde, pero simplemente no podía. Sophie aparecía siempre en su cabeza. Miró su teléfono con la esperanza de que sonara; no tenía idea si lo haría, así que lo dejó de lado y siguió investigando que podría hacer el día de mañana; no tenía idea de qué hacer.

"Te veré sonreír, Sophie, juro que lo haré".

A eso de las siete observó su teléfono. Aún no se retiraba de la oficina, aunque la mayoría sí, pero él seguía investigando aunque no entendía nada.

Suspiró frustrado; quería ayudarla, ¿pero cómo lo haría? Él no tenía ni idea; aunque no se iba a dar por vencido, esa mujer se quitaría ese apellido idiota de su cuenta y corría.

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