CAPÍTULO 7: ¿MI PADRE?

No era yo quién se reflejaba en aquel espejo. Intente mantenerme serena, para no salir corriendo o quitarme el elegante vestido de un tirón de la irá que llevaba contra Joseph. Maldito traidor, esto me lo vas a pagar.

A mi lado seguía la mujer organizando un poco mi cabello.

—Vamos —dijo ella, agarrando mi brazo y llevándome hacia la puerta.

Me resistí un poco, pero ella me apretó el brazo con fuerza.

—No te resistas —susurró—. No quieres que él te vea así.

Deje que ella me guiará hasta un pasillo largo y oscuro, hasta que llegamos a una puerta grande y elegante. Ella la abrió y me empujó hacia dentro.

—Adelanté —dijo, con una sonrisa forzada.

Me encontré en una sala llena de gente elegante y sofisticada. Todos me miraban con curiosidad y expectación. Y en el centro de la sala, había un hombre alto y de hombros anchos, con ojos que parecían ver derecho a través de mí. Sus pasos empezaron a dirigirse hacia mí, hasta el punto de detenerse a pocos centímetros cerca de mí. Con una sonrisa en su rostro, su mirada intensa parecía estudiar cada detalle de mi persona.

—Bienvenida —dijo, con una voz suave y educada—. Me alegra que estés aquí.

Me sentí incómoda bajo su mirada y traté de encontrar las palabras adecuadas para responder.

—Gracias —dije finalmente intentando sonar segura.

Él se rio y se acercó más a mí.

—No tienes que tener miedo —dijo—. Estás en un lugar seguro.

Pero sus palabras no me tranquilizaron. Su tono de voz y su mirada, hicieron que me sintiera como si estuviera cerca de un próximo peligro.

—¿Quién es usted? —pregunté, intentando mantener la calma.

Él sonrió de nuevo y se inclinó ligeramente.

—Soy alguien que puede ayudarte —dijo—. Alguien que puede darte lo que deseas.

Me sentí confundida. ¿Qué deseos? ¿Qué quería decir?.

—¿Qué deseos? —pregunté, intentando aclarar.

Él se rio de nuevo y se acercó más a mí.

—Tus deseos más profundos —dijo—. Tus sueños más oscuros.

Un escalofrío recorrió mi espalda. ¿Qué sabía él de mis sueños y deseos?

De repente, la mujer extravagante apareció a mi lado.

—Disculpa, señor —dijo—. Creo que es hora de que ella sepa la verdad.

Él la miro y asintió con la cabeza.

—Sí —dijo—. Es hora de que sepas la verdad.

La mujer extravagante se apartó y él se acercó más a mí.

—¿Qué verdad? —pregunté, mi corazón latiendo con anticipación.

Él respiró profundamente y su mirada se volvio seria.

—La verdad sobre tu pasado —dijo—. La verdad sobre tu familia.

Me sentí confundida y ansiosa.

—¿Qué pasa con mi familia? —pregunté.

Él se detuvo un momento, como si buscara las palabras adecuadas.

—Yo soy tu padre —dijo finalmente.

Me sentí como si hubiera recibido un golpe en el estómago. ¿Qué? ¿Cómo? Mi mente se llenó de preguntas y dudas.

—¿Qué? —tartamudee— No puede ser. Eso no es cierto.

Él asintió con la cabeza.

—Sí, lo soy. No sabes cuanto tiempo te he estado buscando.

—Mi padre esta muerto —dije.

—¿Eso te dijo tu madre? —preguntó él.

—Mi madre, mi hermana, mi tía, todas ellas —respondí, con ironía.

—Ana, ella... —dijo, con una copa de champagne que había tomado de la bandeja de un mesero _. Ella siempre me dio problemas —sorbe un poco de su copa—. Tu madre es una mujer desinteresada, fuera de lo común, por eso me enamoré de ella, pero no le gustan las injusticias —continúo, dejando salir una pequeña risa entre un suspiro.

—Me importa un carajo —dije—. Quiero irme de aquí. Quiero volver a casa.

—Ya veo —dijo con una pequeña burla—. Eres igual a tu madre. Pero supongo que no podrás regresar a casa, porque ahora esta es tu casa.

—¿De que trata todo esto? ¿Por qué, si eres mi padre, hiciste que me trajeran a la fuerza? —dije.

El hombre se rio y, en lugar de responder, se dirigió a una gran escalera. Subió un par de escalones y volvió su mirada a mí.

—Escuchen todos —dijo, en un tono de voz muy alto.

La sala se sumió en el silencio cuando la música de piano y violín cesó, y las miradas de los sofisticados asistentes se volvieron hacia él.

—Quiero agradecerles a todos, por haber asistido a esta reunión tan esperada para mí —dijo, sin dejar de mirarme—. Hoy, es un día muy especial, porque quiero presentarles a mi hija.

Un foco de luz, destacó mi presencia entre los invitados. Convertirme en el centro de atención hizo que me sintiera nerviosa. No me gustaba la idea de tener tantos ojos puestos en mí.

El hombre, también iluminado por una luz de seguimiento, caminó de nuevo, directo hacia mí.

—Su nombre es... Blaire Gardner —dijo.

Quedé sorprendida al escuchar el nombre con el que me había presentado. Tragué saliva por la presión. Él le sonreía orgulloso frente a los invitados. Ellos aplaudían interesados, ante todo el espectáculo de presentación. Pero, ¿qué está pasando? Ese no es mi nombre.

Me sentí abrumada.

Al escuchar el nombre Blaire Gardner, una imagen fugaz cruzó mi mente. Una casa con un jardín lleno de flores, las mismas flores que había visto anteriormente en uno de mis sueños repetidos. ¿Era un recuerdo real o solo una ilusión? Mi cabeza comenzó a girar con preguntas, y sin querer una lágrima recorrió mi mejilla.

Me percaté de la lágrima y pasé mis dedos rápidamente por mi mejilla. Los invitados seguían aplaudiendo, mientras mi padre celebraba con ellos. Un hombre alto y robusto, vestido de traje gris, se acercó junto con un joven delgado, cuyo cabello cobrizo resaltaba más que su traje negro.

Enseguida, el hombre, extendió su mano hacia mí.

—Es un placer conocer finalmente a la hija de un viejo amigo —dijo, con una sonrisa que dejaba ver su dentadura.

Mi cuerpo no respondía. Quería extender mi mano y estrechar la suya, pero mi mente seguía en el jardín de flores. Sin embargo una voz grave me saco de ahí.

—Hija mía, por favor, saluda —dijo mi padre con una mirada insistente.

Mis ojos se dirigieron hacia él, y finalmente, reaccioné.

—Soy Andrew Stephen, un viejo amigo de tu padre —dijo el hombre—, y él es mi hijo Richard Stephen.

Tal vez notó que estaba un poco ensimismada y llamó mi atención con un chasquido.

—Es un gusto conocerlo —dije—, e igualmente a su hijo —terminé.

—Blaire —dijo mi padre—, dejaré que charles con Richard. Tengo una conversación pendiente con el señor Andrew _continúo, mientras me lanzaba una mirada de advertencia.

—Sí. Por favor, Richard haz que se sienta cómoda —dijo el hombre, colocando una mano en el hombro de su hijo.

Entre una conversación amistosa, mi supuesto padre y el señor Andrew, se marcharon hacia a alguna parte de la desconocida sala.

—¿Estás bien? —dijo el joven frente a mí con una expresión indiferente.

—Sí, estoy bien —respondí—. Quiero ir a un lugar más tranquilo. ¿Puedes indicarme alguno?

—No tengo tiempo de ocuparme de ti —dijo con un tono cortante y directo, mientras miraba su reloj.

—Oye, un momento —le dije—. No te estoy pidiendo que te quedes; además, es incómodo. Solo te pregunté por un lugar tranquilo.

Noté en su cara, la expresión de no querer estar conmigo, más bien parecía tener afán, ya que seguía mirarando su reloj. Por esa misma razón, quería alejarme de él. No quería irrumpir en sus planes. Él daba vibras de un chico arrogante y frío, y creo tener razón. Y para colmo, no me cae nada bien. No confío en ninguna persona en esta sala.

—Vete y busca por ti misma —dijo—. Yo tengo que salir de aquí, mientras tu padre entretiene al mío.

Cuando el chico da la vuelta para dirigirse a la salida, me doy cuenta que nadie me está vigilando. Por mi mente pasa la magnífica idea de seguir a aquel chico, para ver si así se me daba la unica oportunidad de escapar de la vida que mi padre me ha impuesto.

El foco de luz que me iluminaba había desaparecido; la mujer extravagante, ya no estába por ninguna parte. Me percato de que él está por cruzar la puerta por la que entré y corro en dirección a él. Decidida a salir de este lugar.

Continuará...

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