Zara Miller
Pasé los últimos dos días en la casa de Alexander, y cada momento fue una mezcla de comodidad y sorpresa. Alexander, con su manera tranquila y directa, me pidió que viviera allí, incluso cuando él estuviera ausente durante los turnos en el hospital. La solicitud fue inesperada, pero la idea de tener un lugar fijo, un hogar al que llamar mío, trajo una extraña sensación de seguridad que hacía mucho tiempo que no sentía. Los padres de Alexander fueron maravillosos conmigo durante el tiempo que pasaron allí. Emma y Jack tenían una energía acogedora que hacía que cualquiera se sintiera parte de la familia.
Después de que se fueron, supe que era hora de seguir adelante con el plan de intentar conseguir el puesto de enfermera jefe en el hospital donde trabajaba Alexander. Estaba nerviosa, claro, y me sentí aún más cuando vi que, además de mí, había otras dos mujeres en la recepción esperando para la entrevista. Ambas parecían muy bien preparadas y seguras de sí mismas, mientras yo me sentía completamente insegura, tratando de recordar cada detalle que había estudiado la noche anterior.
Llamaron mi nombre, y antes de que pudiera entrar en la sala de entrevistas, Alexander apareció frente a mí con una sonrisa reconfortante y un café en las manos.
—Aquí, pensé que podrías necesitar un poco de energía extra —dijo él, extendiéndome el vaso—. Tú puedes, Zara. Eres una mujer increíble.
Su inesperado elogio me tomó por sorpresa, y no pude evitar sonrojarme al escucharlo. Antes de que pudiera responder, algunas enfermeras pasaron con una doctora y oyeron lo que Alexander había dicho. Él se inclinó, besó mi frente y acarició mi mano con un gesto gentil y cariñoso que me dejó completamente sin palabras. Me sonrojé, tratando de disimular cuánto me había afectado.
—Gracias —murmuré, todavía un poco aturdida, y entré en la sala para la entrevista.
La entrevista fue intensa, pero hice lo mejor que pude. Cuando finalmente salí, mi corazón latía acelerado, y Alexander estaba allí, esperándome con la misma sonrisa alentadora.
—Ahora, déjame mostrarte el hospital —dijo, guiándome por los pasillos.
A medida que caminábamos, noté las miradas curiosas que todos nos lanzaban. Alexander tenía esa presencia imponente que atraía atención de forma natural. Era un hombre hermoso, casi como si hubiera sido esculpido a mano, y no podía evitar sentirme un poco fuera de lugar a su lado. Pero él seguía conversando conmigo de manera tan natural que comencé a relajarme, enfocándome en sus explicaciones sobre cada área del hospital.
De repente, uno de los médicos nos detuvo, un hombre de mediana edad con una sonrisa amistosa.
—Alexander, ¿no me vas a presentar? —preguntó él, con una mirada curiosa que rápidamente se dirigió hacia mí.
Las enfermeras cercanas se inclinaron un poco, como si estuvieran esperando ver qué diría Alexander. Sentí mi rostro calentarse bajo sus miradas atentas.
—Me llamo Zara —me presenté, tratando de mantener la compostura—. Soy amiga del doctor Alexander.
Antes de que pudiera decir algo más, Alexander intervino con una sonrisa divertida.
—Y también mi esposa —dijo él, mirando directamente al amigo y añadiendo, con un tono juguetón pero firme—: Así que nada de intentar ligar con ella.
Me sorprendió la naturalidad con la que lo dijo, y observé cómo las expresiones de las enfermeras cambiaban, reflejando una mezcla de sorpresa y curiosidad.
En ese momento, una doctora hermosa, que parecía ser bastante cercana a Alexander, se acercó con una sonrisa enigmática.
—¿Desde cuándo estás casado, Alexander? —preguntó ella, con una ceja arqueada—. Vives en este hospital, nunca mencionaste nada sobre eso.
Alexander se encogió de hombros, la sonrisa sin desaparecer de sus labios.
—Zara también es parte de mi vida —respondió él, mirándome de una manera que hizo que mi corazón se acelerara—. Y es una parte tan importante como mi amor.
Por mi profesión.
Sentí mi rostro enrojecer aún más mientras absorbía el peso de sus palabras. Había algo en su voz, una sinceridad que no esperaba. Aunque todo esto todavía fuera un arreglo, una fachada para la familia y para el trabajo, sus palabras sonaron genuinas. La doctora miró de Alexander hacia mí y sonrió, como si finalmente comprendiera algo que hasta entonces no estaba claro.
Mantuve la mirada fija en Alexander, sorprendida por la forma en que manejaba la situación, siempre tan seguro, siempre tan… presente. Y, mientras él continuaba mostrándome el hospital, no pude evitar pensar en cuánto había cambiado mi vida desde que acepté ser su “esposa”.
Sin duda, él era un misterio que apenas estaba comenzando a descubrir. Y, tal vez, este era solo el comienzo de algo mucho más grande de lo que jamás podría haber imaginado.
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Comments
Patricia Martinez
ese Alexander 🤭🤣🤣🤣
2025-03-24
1
Raimy Guzmán
hermosa novela
2025-01-03
2
Ruth Stella
muy buena la novela !!!!
2024-12-16
1